Gaza vota con ilusi¨®n de cambio
Los habitantes de la franja que Israel se ha comprometido a abandonar conf¨ªan en mejorar su situaci¨®n tras los comicios
Parec¨ªa un espejismo: los soldados israel¨ªes se esfumaron del control que corta la franja de Gaza en dos mitades valladas. Los taxis naranjas, los ¨²nicos que puede cruzar, circulaban libremente transportando votantes de casa al colegio electoral. Los militares parec¨ªan replegados a sus almenas blindadas desde las que observaban el bullicio arma en mano. En el sur de esa franja, de la que Ariel Sharon promete retirarse este a?o, se encuentra Rafah; all¨ª vot¨® el presidente interino de la Autoridad Nacional Palesina (ANP), Ruhi Fat¨².
Nadia al Shaer, de 55 a?os, vive en la peor zona de Rafah: el corredor Filadelfia, donde son frecuentes las incursiones israel¨ªes en busca de t¨²neles de abastecimiento de armas de la resistencia. Ha votado por Abu Mazen porque cree que es el ¨²nico que puede traer un cambio real. Una puerta de su vivienda se entreabre con dificultad porque afuera se levanta una escombrera que lo impide; son los restos de la casa de su hija Wesal Queshta, derribada en mayo por el Ej¨¦rcito. Wesal ha colocado una banderita blanca en su azotea, pero detr¨¢s de ella la fachada est¨¢ agujereada con todos los calibres. "Disparan de noche, por divertirse. Algunas balas entraron en mi dormitorio", afirma.
En el colegio electoral de Narun al Rashid, en Jan Yunis, en el centro de la Franja de Gaza, no hay traj¨ªn de votantes. Fauzia Giz es interventora y se afana en hacer bien su trabajo: subraya ayudada de una regla los nombres de los que ya han depositado su papeleta. "Llevamos un 12%", dice. Son las diez de la ma?ana y su compa?ero Abed al Raham espera que el ritmo mejore y que el resultado sea positivo: "Las cosas van a cambiar".
Naser el Sagga es el subdirector de la Seguridad Preventiva. No cree en las sorpresas: "Ganar¨¢ Abu Mazen con m¨¢s del 60%". Este hombre de pelo gris y ojos claros asegura que el boicoteo del movimiento Ham¨¢s a las elecciones presidenciales "apenas tendr¨¢ incidencia" pues "sus simpatizantes acudir¨¢n a votar, aunque sea por otro candidato". El general Mohamed el Massri, del servicio de Inteligencia, a?ade: "No participan porque saben que no pueden ganar. Fatah es el partido del pueblo".
Mahmud al Shair tiene 75 a?os. Es agricultor y el s¨¢bado s¨®lo pudo vender unos manojos de verdura en el mercado de Rafah, lo ¨²nico que pudo salvar de su labranza arada por los carros de combate. "No voto porque no creo en ninguno", exclama. "Nada va a cambiar. Vivo la peor ¨¦poca de mi vida". Preguntado por la mejor, no duda: "Antes de la primera Intifada" y arremete contra sus l¨ªderes: "Arafat fue un desastre y los de la Autoridad [ANP] s¨®lo piensan en el dinero".
En el colegio de Shish Eglim, en Gaza, al norte de la franja, la votaci¨®n a mediod¨ªa se acerca al 40%. Los interventores, tocados con un gorro blanco de la Comisi¨®n Electoral, alaban la participaci¨®n, pero en las salas donde presiden unas urnas de pl¨¢stico no se repite el tumulto de las municipales parciales de hace un par de semanas en Jeric¨® y en algunos pueblos de Cisjordania. La gente aparece a cuenta gotas, muestra su acreditaci¨®n y vota en una papeleta blanca con siete casillas. La segunda, la de Abu Mazen, es la que tiene m¨¢s cruces.
El gobernador de la ciudad de Gaza, Mohamed Quaway, est¨¢ satisfecho. "He dado una vuelta y no hay incidentes ni problemas. La jornada se desarrolla muy bien y estoy seguro de que la participaci¨®n ser¨¢ elevada". Al cierre de los colegios electorales, la gente expres¨® su alegr¨ªa en la ciudad con bocinazos de los coches y numerosos disparos al aire.
No obstante, entre los cargos de la Autoridad Palestina hay preocupaci¨®n por el resultado de Gaza, pues la abstenci¨®n puede dar la medida de la fuerza de Ham¨¢s. El portavoz de esa organizaci¨®n, Sami Abu Zuhri, calm¨® algunos ¨¢nimos: "Estamos dispuestos a trabajar con el nuevo presidente".
En Yabalia, en un colegio llamado de los M¨¢rtires, en honor de los palestinos muertos, se divisa un mont¨ªculo y un dep¨®sito de agua. "Desde ah¨ª disparan los cohetes Qassam", comenta orgulloso un hombre. Es un barrio islamista. Un par de simpatizantes de Ham¨¢s votan en blanco. Mohamad Jader, universitario de la Uni¨®n de Estudiantes de Fatah, vinculada al partido de Abu Mazen, explica: "No viene mucha gente porque hay miedo a las incursiones israel¨ªes".
En medio del corredor de Filadelfia hay una gasolinera agujereada a balazos. Un hombre se sienta en una silla ante un surtidor al que no acude nadie. Es una zona fantasmal, como la carretera que conduce al puesto fronterizo con Egipto, cerrada desde hace semanas. Sami Kishta vive en una casa a 500 metros del pa¨ªs de al lado. Su puerta de hierro parece un colador. Trabajaba en Israel como agricultor hasta que estall¨® la segunda Infitada. Ahora sobrevive de la ayuda humanitaria. Tambi¨¦n vot¨® por Abu Mazen: "Cuando no tienes nada s¨®lo te queda la ilusi¨®n".
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