Sincera trivialidad

Tiene muchas de las virtudes de las pel¨ªculas primerizas: sencillez, falta de pretensiones, cercan¨ªa y sinceridad. Pero, tambi¨¦n, algunos de los defectos de ciertas operas primas: vacuidad, desequilibrio y trivialidad. Es la pel¨ªcula mexicana Temporada de patos.

Un aburrido domingo. Un ¨²nico escenario. Cuatro personajes. Un par de cr¨ªos en pleno traspaso de la barrera hacia la adolescencia. En principio, solos en casa. Poco despu¨¦s, acompa?ados por una vecina algo mayor que ellos. Y, m¨¢s tarde, por el repartidor de pizzas encargado de alimentarles. Tedio. Como muchas jornadas en una ¨¦poca en la que las ganas de no hacer nada terminan triunfando sobre la hiperactividad. Con una preciosa fotograf¨ªa en blanco y negro, la pel¨ªcula est¨¢ dirigida con gusto y sus encuadres siempre tienen un sentido. Fernando Eimbcke dirige a sus actores con naturalidad y da gusto encontrar en el cine a cr¨ªos de verdad y no a estereotipos de revista.

Sin embargo, la historia no es m¨¢s que un cortometraje alargado. A pesar de tener aislados hallazgos de gui¨®n (la partida de Playstation entre los chavales y el pizzero) y un muestrario sobre la pubertad bastante digno, Temporada de patos termina contando menos cosas de las que hubieran sido deseables. Y, en su segunda mitad, como si Eimbcke hubiera perdido la inspiraci¨®n, cae en el extendido t¨®pico de la alucinaci¨®n colectiva producida por psicotr¨®picos, y se equivoca al sacar la acci¨®n a la calle en unas secuencias que s¨®lo sirven para alargar el metraje. Lo que lleva a la pel¨ªcula hasta un esperanzador cierre, pero que bien podr¨ªa haber llegado 40 minutos antes.