?Viva Blanca Portillo!
Uno. ?Qu¨¦ debi¨® pasarle por la cabeza a Calder¨®n cuando escrib¨ªa La hija del aire? Estamos en 1664. Calder¨®n, maduro, consagrad¨ªsimo, emboca un gran proyecto. Una superproducci¨®n para el Buen Retiro. Un epic. Dos partes, de tres jornadas cada una. La cosa se le pon¨ªa en seis horas. Seis horas de la ¨¦poca, que eran m¨¢s largas. La primera parte es un operazo. Entre Medea y Turandot, digamos. Con un gran personaje. Sem¨ªramis, reina de Babilonia. Muy guapa, muy guerrera, muy ambiciosa. Una fuerza de la naturaleza, hija de un dios y una mortal, y nacida bajo un hado adverso. La funci¨®n pod¨ªa haberse llamado Los afanes de Sem¨ªramis. O Segismunda desencadenada, porque se pasa media obra en una cueva, encarcelada para que no se cumplan los negros vaticinios que pesan sobre ella. Hasta que decide "si no es mejor que me mate la verdad / que no la imaginaci¨®n". Sale de la cueva, a lomos de su albedr¨ªo, y la arma largamente. Hay mucha sangre. Fin de la primera parte. En la segunda, de repente, Calder¨®n cambia de registro. Digo "de repente" y no hay forma de probarlo, de averiguar si estaba planeado desde el principio. Quiz¨¢ escribi¨® ambas partes para compa?¨ªas distintas, como sol¨ªa hacer. Quiz¨¢ se cans¨® de su tono, del impulso adquirido. ?A qui¨¦n no le ha pasado eso? O intuy¨® el cansancio de su p¨²blico. O de su se?or. "?Otro tragedi¨®n, maestro? Mire usted que Don Felipe est¨¢ ya un poco mosca". En todo caso, La hija del aire muda de g¨¦nero que es un gusto. Un g¨¦nero que quiz¨¢ invent¨® en ese trance: la "tragedia de enredo". Esa segunda parte podr¨ªa llamarse El nieto del aire. Calder¨®n se saca de la manga a un hijo de Sem¨ªramis llamado Ninias, al que los babilonios reclaman como rey. Forzada a abdicar, Sem¨ªramis se retira a una cueva simb¨®lica echando chispas por la boca. Ninias es clavadito a su madre en lo f¨ªsico. En el resto es todo lo contrario: una bell¨ªsima persona, que en cuatro d¨ªas resuelve todos los conflictos del reino. A partir de ah¨ª se abren dos tramas. Primera: el enfrentamiento entre Licas y Friso, dos generales hermanos. Licas apoya a Ninias, Friso respalda a Sem¨ªramis. La segunda trama es sentimental. Ninias se enamora de la dama Astrea y le promete boda, pero para que no se sepa corteja a la dama Libia, por quien Licas padece muy mucho. Sem¨ªramis, a su vez, est¨¢ loquita por Licas. Al final del acto segundo, Calder¨®n da su gran golpe de teatro, anticipando, a la inversa, El prisionero de Zenda: Sem¨ªramis se disfraza de Ninias para recuperar el poder, y hace que Friso oculte al pr¨ªncipe. As¨ª travestida, la reina mala vuelve a liarla, pol¨ªtica y sentimentalmente, porque Licas, Libia y Astrea est¨¢n que no saben por d¨®nde les da el aire, nunca mejor dicho, y del resto de la corte ni les cuento. Al final resplandecen la justicia y la restauraci¨®n, que para algo era Calder¨®n dramaturgo titular de la Casa Real.
Dos. Llu¨ªs Pasqual mont¨® la primera parte en 1981, en el Mar¨ªa Guerrero, con Ana Bel¨¦n. Lavelli, astutamente, ha elegido la segunda. Al frente de la compa?¨ªa del San Mart¨ªn, de Buenos Aires, donde el montaje obtuvo un enorme ¨¦xito, ha desembarcado en el Espa?ol para llenar el teatro hasta la bandera. La escenograf¨ªa es una caja de madera, un Elsinor de mil puertas y ventanas por las que todos se ocultan y se observan, imponente pero no tan pelmaza como el tinglado de Lepage para La Celestina. Hay una orquesta en directo, muy cortesana. Todos tienen la cara pintada de blanco, entre la tradici¨®n jacobina y la impronta japonesa, que marca una gestualidad estilizada pero en ning¨²n momento deshumanizada o insensata. Cuando Lavelli ha de cambiar de tercio no le tiembla la mano: la escena nocturna de la sustituci¨®n de Ninias (muy cercana al vodevil, con su juego de puertas y acciones veloces y secretas) es un prodigio de precisi¨®n que jam¨¢s escora, y lo ten¨ªa f¨¢cil, hacia la farsa. La funci¨®n dura 150 minutos sin intermedio, nos informa el programa, y al principio uno se teme lo peor, a tenor del largu¨ªsimo mon¨®logo del rey Lidoro, que Luis Herrera, con su mejor voluntad, escancia como plomo l¨ªquido en nuestras orejas. La compa?¨ªa, pese a ser argentina, no es deslumbrante. Est¨¢n mucho mejor ellas -Eleonora Wexler (Astrea) y Paula Requeijo (Libia)- que ellos. Entre ellos destaca Marcelo Subiotto, un Friso excesivo, casi corintio, de formulaci¨®n rom¨¢ntica: parece estar haciendo el Mortimer de Mar¨ªa Estuardo, pero es quien dice el verso con mayor pasi¨®n, sentido y ritmo. Y Cutuli, que interpreta a Chato, el viejo soldado, el gracioso, muy en la l¨ªnea de ?ngel Pavlovski. A los dem¨¢s, en un nivel general de gran dignidad, les sobra ret¨®rica y amaneramientos varios. En lo m¨¢s alto, a a?os luz de sus compa?eros de reparto, brilla y deslumbra Blanca Portillo. La temporada anterior, la Portillo (se ha ganado a pulso el "la" nobiliario) arras¨® como la esposa t¨ªmida y sojuzgada de Como en las mejores familias. Aqu¨ª se marca un triple salto mortal y cae de pie. Lo de triple es literal, porque ha de encarnar a) a Sem¨ªramis, b) a Ninias y c) a Sem¨ªramis haciendo de Ninias. En el apartado a) construye su personaje como un cruce entre Lizabeth Scott y Vampira, consciente de que su criatura es una bigger than life. Con una gran y arriesgad¨ªsima idea de direcci¨®n: mostrar su peligrosidad, su amenaza latente, con la voz y el cuerpo, ya que oculta el rostro con una largu¨ªsima melena negra. En el apartado b), gran volat¨ªn: un Ninias a caballo entre Harold Lloyd y Larry Semon, gracios¨ªsimo pero nunca par¨®dico ni distorsionado, con la dignidad natural de los c¨®micos del cine mudo. En el apartado c), por ¨²ltimo, hace pensar en una joven Espert inyectando ¨¢cido sulf¨²rico en el Victor de Vitrac. Tres interpretaciones por el precio de una. Tres transformaciones que cortan el hipo, unificadas por una grand¨ªsima dicci¨®n, limpia, clara, poderosa. Y un extraordinario trabajo f¨ªsico. Yo me quito uno, tres, veinte sombreros ante Lady Portillo, que se merece todos los premios del a?o. Y otros tantos para Lavelli, por hacerla volar as¨ª.
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