La p¨¦rdida de Euskadi
Uno de los aspectos m¨¢s preocupantes en el desarrollo de la crisis vasca es sin duda el enfrentamiento entre los dos grandes partidos estatales. Ambos se declaran dispuestos a rechazar el proyecto de Estatuto aprobado en Vitoria, pero a continuaci¨®n se entregan con entusiasmo a la mutua descalificaci¨®n. En la otra acera, sin embargo, impera la concordia, no s¨®lo entre los miembros del tripartito PNV-EA-EB, sino incluso entre ellos y el brazo pol¨ªtico de ETA. Hasta Llamazares, desde su lamentable confusi¨®n mental, contribuye a esa uni¨®n sagrada contra quienes defienden la democracia en Espa?a y en Euskadi.
La entrevista entre Zapatero e Ibarretxe aclar¨® las respectivas posturas, pero lo asombroso es que el presidente del Gobierno no se enterara antes de que el lehendakari iba en l¨ªnea recta, como el baturro del cuento, camino de la ratificaci¨®n plebiscitaria de una soberan¨ªa que debe conducir a medio plazo a la independencia vasca en clave abertzale. Nada razonable cab¨ªa esperar de un individuo que hab¨ªa aceptado ser presidente vasco con los votos del crimen, y con Josu Ternera como responsable de los derechos humanos en el Parlamento vasco, que se comport¨® como lo hizo tras la muerte del socialista Fernando Buesa, y que pone en el mismo plano a las v¨ªctimas del terrorismo y a quienes est¨¢n en prisi¨®n lejana por su condici¨®n de asesinos. Es claro que Ibarretxe vio y ve en ETA al aliado inconfesable, y en la democracia espa?ola el enemigo a batir.
Era menester convertirse en ciego voluntario, que dir¨ªa el viejo profesor, para no verlo. Si a esto a?adimos el mesianismo que permite a Ibarretxe actuar como palad¨ªn de la soberan¨ªa vasca milenaria, y en consecuencia, elaborar una carta otorgada que coloca a la sombra de una falsa autodeterminaci¨®n, tenemos todos los datos para entender lo que ahora ocurre. Ah¨ª est¨¢n desde septiembre de 2002. Claro que muchos hicieron verdaderos esfuerzos, y a¨²n siguen haci¨¦ndolos, para ignorarlo. Zapatero har¨ªa bien en conceder la jubilaci¨®n prematura a quienes han venido asesor¨¢ndole sobre el tema, tanto en su entorno como en los medios de comunicaci¨®n.
Adem¨¢s, si en las presentaciones oficiales el lenguaje resulta edulcorado, con las apelaciones a una "amable convivencia" y el enmascaramiento de lo que es una aut¨¦ntica Constituci¨®n vasca como "reforma del Estatuto", el texto del proyecto despeja cualquier duda. De reforma, nada: "El modelo y r¨¦gimen de relaci¨®n pol¨ªtica entre la Comunidad de Euskadi y el Estado espa?ol regulado en el presente Estatuto pol¨ªtico suceder¨¢ y sustituir¨¢ a su entrada en vigor" al precedente de Gernika (disposici¨®n final primera).
Resulta de nuevo asombroso que a la vista de estos textos, en el auto por el cual desestimaba el recurso del PP, el Tribunal Constitucional fuera incapaz de leer lo que escrito estaba y aceptase una y otra vez que se encontraba ante un proyecto de reforma del Estatuto. Mala cosa es que los miembros de nuestro m¨¢s alto tribunal crean sin¨®nimos "sustituci¨®n" y "reforma", y acaben dando el visto bueno, al modo del avestruz, a un texto que a su juicio no lesionaba el ¨¢mbito competencial del Estado. Al parecer, nada les dec¨ªan la declaraci¨®n soberanista, al afirmar el derecho de autodeterminaci¨®n, la asunci¨®n de todas las competencias propias de un Estado, con m¨ªnimas limitaciones, y el fundamento dado a la futura independencia. Ni se asomaron al art¨ªculo 45. Es un s¨ªntoma m¨¢s de la ceremonia de la confusi¨®n en las alturas que ha permitido hasta ahora que el plan Ibarretxe siga avanzando.
La lecci¨®n de cara al presente no ofrece dudas. En apariencia, ?para qu¨¦ recurrir al Constitucional si ¨¦ste es incapaz de apreciar la amenaza que sin tapujos representaba una aut¨¦ntica Constituci¨®n vasca como la elaborada por Ibarretxe? Y, sin embargo, la aplicaci¨®n del art¨ªculo 161.2 de la Constituci¨®n, impugnando una resoluci¨®n lesiva para la Constituci¨®n como la del Gobierno vasco, constitu¨ªa una exigencia ineludible. Un proyecto sedicioso, anticonstitucional por su origen y su contenido, no debe ser convalidado mediante un voto parlamentario, aun cuando ¨¦ste acabe siendo negativo. El debate en las Cortes s¨®lo servir¨¢ para confirmar al lehendakari en su argumento central: Euskadi tiene que alejarse para siempre de la dependencia de Espa?a.
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