La deuda
?Qu¨¦ clase de pesar es el que se experimenta ante la desaparici¨®n de alguien a quien se conoce de esa manera tan singular que no entra?a su conocimiento en sentido estricto? Si alguien me hubiera preguntado si conoc¨ªa a Victoria de los ?ngeles, hubiera tenido que decir que no. Y, sin embargo, "la conoc¨ªa", y de una manera como para afirmar mi deuda impagable para con ella, y mi pesar, ahora que s¨¦ que ha dejado este mundo, como me tem¨ªa desde que se dio la noticia de su enfermedad hace muy pocos d¨ªas.
Victoria de los ?ngeles fue, en el sentido m¨¢s profundo que puedo dar a esta palabra, una artista. El arte es una v¨ªa de conocimiento acerca de un contenido de los objetos, distinta a la que da esa otra forma de saber, el saber por antonomasia, que es la ciencia. El arte nos ense?a a desvelar esa propiedad de los objetos que son sus valores est¨¦ticos. Pero, a diferencia de lo que ocurre en otras formas del arte, en la m¨²sica se necesita la intermediaci¨®n del int¨¦rprete. Por eso hay dos artistas, el que la compone y el que la interpreta.
No nos hizo solamente o¨ªr lo bello; en muchas ocasiones lo cre¨®
En este sentido, pero del modo m¨¢s riguroso, es como califico a Victoria de los ?ngeles de artista. A?adir "de excepci¨®n" es un pleonasmo. Porque una de sus lecciones, no pronunciadas pero s¨ª mostradas, es que no hay arte sin excepcionalidad. Cuando hablamos en los t¨¦rminos en que ahora lo hago, no tiene sentido decir que alguien es m¨¢s artista que otro: uno de los dos no lo es.
Por eso, algunas de las interpretaciones de Victoria -algunas ¨®peras: Manon, Butterfly, Werther, los lieder de Schumann, Schubert o Brahms, las canciones de Toldr¨¢ o de Falla, las sefard¨ªes- alcanzan el rango de ¨²nicas en orden a lo que antes dec¨ªa del descubrimiento de ese valor est¨¦tico, hasta entonces oculto en toda su plenitud, como el del arpa, silenciosa en el ¨¢ngulo oscuro, esperando que alguien la haga sonar.
Victoria de los ?ngeles no nos hizo solamente o¨ªr lo bello; en muchas ocasiones lo cre¨®, hasta el punto de que ella fue condici¨®n necesaria y suficiente para que lo detect¨¢ramos los dem¨¢s... Como nos ocurre ante la falta de un maestro, la de Victoria de los ?ngeles nos deja hu¨¦rfanos por su singularidad, por lo que tiene de insustituible. Por eso vivir¨¢ en un lugar privilegiado: el de nuestra memoria.
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