?Hay bocatas!
Era como un grito de Rodrigo de Triana, como si despu¨¦s de tanta procelosa navegaci¨®n pudi¨¦ramos divisar tierra: ?hay bocatas! Un grito que anunciaba, despu¨¦s de haber pasado toda la noche oyendo pasar p¨¢jaros, p¨¢jaras, barras y barreras, nos lanzaran un salvavidas para no naufragar en el Madrid h¨²medo. Los bocatas de la salida de El Sol -refugio nocturno de los alrededores de la calle de la Montera-, la misma calle de todas las infecciones, de todos los veranos, inviernos y otras estaciones, desde el barroco hasta la posmodernidad -eran indefendibles, incomestibles e imprescindibles si la noche se hab¨ªa puesto de tragos largos e ideas cortas-. Es decir, bienvenidos para los hijos del rock and roll y padres de las faunas del botell¨®n. Ya estaba en marcha la revoluci¨®n de nuestra cocina y la renovaci¨®n de nuestros cocineros. Malos tiempos para la l¨ªrica. Cursis tiempos en los que comenzamos a llamar restaurador al cocinero. Ya no est¨¢bamos para bocatas, hac¨ªa mucho tiempo que hab¨ªamos aprobado con nota la rev¨¢lida en bocata de calamares y ca?a con derecho a pincho de banderilla. Ya no est¨¢bamos para engrasarnos a pie de barra. Y, sin embargo, ah¨ª est¨¢n, por all¨ª resoplan, entre las esquinas de nuestro paladar, cerca de nuestra fisiolog¨ªa del gusto, volviendo a nuestros recuerdos, manteni¨¦ndose evocadores, sabrosamente nost¨¢lgicos e instalados en nuestra memoria con mucha m¨¢s precisi¨®n que la magdalena de Proust que nunca merendamos. Es posible que no se merezcan ning¨²n poema, ni un soneto corto, ni la eleg¨ªa y nostalgia de unos versos a nuestro pasado pedigr¨ª culinario, pero yo los recuerdo con cari?o.
Ya se sabe que lo cursi es muy ramoniano, muy madrile?o, tanto como las porras. Como dijo aquel pariente de la presidenta madrile?a, de nuestra Esperanza Aguirre y de todos los vientos del Este: "A qu¨¦ vienes ahora, juventud, encanto descarado de la vida?". ?A qu¨¦ vienes ahora, olvidado bocata de calamares?
Precisamente ahora. Ahora que est¨¢bamos tan tranquilos los mayores. Ahora que nos hab¨ªamos refinado entre los gal¨¢cticos de Madrid Fusi¨®n. En la misma cumbre de los placeres de la reconstrucci¨®n culinaria, muy cerca de la cima, justo al lado de los cocineros estrella, a un paso de los admirados cocineros / restauradores, espa?oles todos, catalanes algunos y vascos en general. ?A qu¨¦ vienes ahora, olvidado bocata de calamares? ?Qu¨¦ haces t¨² al lado de Ferran Adri¨¤, Juan Mari Arzak o Mart¨ªn Berasategui? Vete, vade retro, no nos hieras con tu recuerdo, no nos hurgues las pituitarias, no nos confundas, no nos rebajes, ya no somos aquellos. Ya no estamos para esos trotes, has perdido el descarado encanto de cuando ¨¦ramos tan j¨®venes. Ya no eres el recurso de nuestras tardes, ni la soluci¨®n de nuestras noches. Habr¨¢ bocatas de calamares, polvo ser¨¢n, pero ya no polvo enamorado. Ahora somos otros. Somos los que comimos, gozamos, votamos y nos juramentamos con los bocadillos de autor.
Los bocatas de anta?o se fueron con las nieves. Ahora somos los que, en compa?¨ªa de artistas, periodistas, escritores y otros agentes activos de nuestra revoluci¨®n de los fogones, tuvimos el honor y la gloria, corta y con agua, de proclamar el mejor bocadillo de autor de las Espa?as. Confieso que he comido, en p¨²blico y con taqu¨ªgrafos, que fui juez y parte en la elecci¨®n de la madre de todos los bocadillos, del bocata de autor del a?o. Gan¨® uno que vino de Alicante, aunque con t¨ªtulo a la madrile?a: chulito mini. Muy rico, la verdad. No recuerdo la receta, pero ten¨ªa morcilla de calabaza, muchas hortalizas, queso fresco y huevo. Tambi¨¦n me gustaron los otros cinco, especialmente uno que ten¨ªa un peque?o solomillo a la t¨¢rtara, con mostazas, tabasco, bourbon, pepinillos, huevo, alcaparras y un mont¨®n de cosas m¨¢s. ?Qu¨¦ cosas lo bocadillos de nuestra globalizaci¨®n! A mi lado, B¨¢rbara Rey y Rosa Montero -dando unos discretos mordiscos placenteros, minutos antes de que fuera merecidamente premiada por su dedicaci¨®n a ese oficio de periodista que se alimenta de tantos bocados de realidad-, que, entre otros conjurados, tambi¨¦n se rend¨ªan a los sabores de los bocatas en la cumbre gastron¨®mica, Y no muy lejos, tambi¨¦n parec¨ªa muy partidario el muy cl¨¢sico y buen gourmet que es Juan ?ngel Vela, ?no s¨®lo de Rossini y buenas pastas viven los music¨®logos! A Vela no le tocaban bocatas, ¨¦l presentaba un libro del maestro Mart¨ªn Berasategui que hace sus virguer¨ªas culinarias en su casa / restaurante y en el Guggenheim. Despu¨¦s de admirar su puesta en escena, su cocina con p¨²blico y pantallas gigantes, el presentador le pregunt¨® por su amor a los guisantes y los berberechos. Y ¨¦l contest¨® lo que quiso. Que s¨ª. Qu¨¦ ¨¦l era de guisantes, mariscos, remolachas y vieiras. Un cocinero sin fronteras. Presumi¨® de que ¨¦l, en compa?¨ªa de otros, hab¨ªa conseguido lo que los pol¨ªticos no consegu¨ªan: un mundo sin fronteras. Cocin¨®, triunf¨® y fuese. A tocar el tambor en San Sebasti¨¢n.
A uno le toc¨® irse, decir adi¨®s a los bocatas de autor y al resto de obras maestras. Despu¨¦s de la poes¨ªa, la prosa. Y no estuvo nada mal. Era la presentaci¨®n de la ¨²ltima novela de Carme Riera. Una delicia, con franquistas y antifranquistas de la Barcelona de posguerra -que de todo hubo en la capital del tripartito-, con meubl¨¦s de clientela de mucha misa y poco cond¨®n, con la venganza del maquis urbano, del m¨ªtico Facer¨ªas que se cabre¨® mucho con tantos hip¨®critas bien pensantes y entr¨® a tiros en un burdel de Pedralbes. Una noche madrile?a en la que, en compa?¨ªa de la imparable directora de la Biblioteca Nacional, y todav¨ªa excelent¨ªsima, Rosa Reg¨¢s, hablamos de obispos y comecuras, de C¨¢ritas y carotas, de explotadas y derrotadas, de chulos y prostitutas de la calle de la Montera, de alcaldes y concejalas. Una noche literaria, una tertulia bajo la advocaci¨®n del seductor de un santo civil, algo as¨ª como Albert Camus. Tambi¨¦n brindamos por Francisco Ayala, por su biblioteca, su memoria. Y terminamos, como toca, recordando al Quijote. A un Quijote que tambi¨¦n amaba Barcelona. Y a su autor, que tuvo hija de muchos trotes, de mucha calle de la Montera, ?esa calle! Vale, por hoy nos callamos. Seguiremos atentos a la caridad.
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