M¨¢s libertario que libertador
"Los individuos tienen derechos, y hay cosas que ninguna persona o grupo puede hacerles sin violarlos. Tan fuertes y de tanto alcance son esos derechos que plantean la cuesti¨®n de qu¨¦, si es que algo, pueden hacer los Estados y sus funcionarios". As¨ª se abr¨ªa el libro Anarqu¨ªa, Estado y Utop¨ªa que en 1974 public¨® Robert Nozik (1938-2002) y que ha marcado como ning¨²n otro el pensamiento pol¨ªtico de los llamados, en EE UU, libertarios, fase superior del neoliberalismo. En muchos sentidos, Bush se ha presentado en su segunda toma de posesi¨®n como un libertador y como libertario: hacia afuera con su defensa a ultranza de la libertad y ataque a la tiran¨ªa; y hacia adentro con la "sociedad de propiedad". "Somos el partido de los que creemos que la libertad es la soluci¨®n para muchas cosas", seg¨²n Ken Mehlan, presidente de los republicanos
Naturalmente, en el discurso de Bush hay mucha justificaci¨®n ex post de la invasi¨®n de Irak. Ha desaparecido toda menci¨®n a las armas de destrucci¨®n masiva, al terror o a la guerra contra el terrorismo que articula (mal) la estrategia de esta Administraci¨®n. Pero tambi¨¦n se presenta como un gran transformador, casi un revolucionario en un mundo que, dice, no ser¨¢ seguro mientras no impere la libertad. Condoleezza Rice promete firmeza ante seis "bastiones de la tiran¨ªa" (Bielorrusia, Cuba, Ir¨¢n, Myanmar, Corea del Norte y Zimbabue) y Cheney pone a Teher¨¢n como "primero de la lista", lo que confiere especificidad y gravedad a las generalidades de Bush, que no habla de las carencias de libertades en pa¨ªses como Arabia Saud¨ª, China, o la ahora petrolera Guinea Ecuatorial, ni de riqueza y pobreza. Su discurso pierde credibilidad y eficacia con el da?o a los derechos m¨¢s b¨¢sicos en Abu Ghraib o en Guant¨¢namo. Pero este presidente quiere cambiar el mundo; si tiene que ser a la fuerza, pues a la fuerza. Y ya hemos visto los primeros resultados: una enorme chapuza.
A trav¨¦s de la "libertad", Bush vincul¨® esta agenda externa a la interna, a la reducci¨®n del Estado, de lo p¨²blico, en favor de esa "sociedad de la propiedad" que hace a "cada ciudadano un agente de su propio destino". Y en ello basa la privatizaci¨®n de las pensiones, de la sanidad u otros aspectos y nuevas reducciones de impuestos. La inspiraci¨®n -habr¨ªa que ver a trav¨¦s de qu¨¦ vericuetos- viene de Nozick (ant¨ªtesis de John Rawls que tanto ha inspirado a la socialdemocracia), proponente del Estado m¨ªnimo, en el papel de mero "vigilante nocturno", o "agencia de protecci¨®n". Y por eso se puede considerar a Bush -que no es un conservador como tampoco lo fueron Thatcher o Reagan- como libertario, una palabra muy en boga en EE UU que poco tiene que ver con su uso pasado en Europa, y mucho con lo que se podr¨ªa llamar anarco-capitalismo. Aunque el Partido Libertario pueda considerar a Bush demasiado gast¨®n, el Instituto Cato, uno de los centros que impulsa esta tendencia y que ha mantenido la llama de la privatizaci¨®n de la seguridad social, se reconcili¨® con Bush poco antes de las elecciones, y parece haber inspirado parte de estas propuestas. Como escribiera uno de sus directivos, Daniel Griswolde, puede que Bush haya sido un gran gastador, pero no ha sido un gran regulador: el coste de sus regulaciones en el primer mandado ha sido de 1.600 millones de d¨®lares anuales, menos de la cuarta parte que la Administraci¨®n de Clinton o anteriores.
Pero ah¨ª est¨¢ el d¨¦ficit en las cuentas, por los gastos militares y los recortes de impuestos, y una Administraci¨®n penetrada como nunca antes por las empresas privadas y los grupos de inter¨¦s. O los autoritarios recortes en las libertades en nombre de la guerra contra el terrorismo, o el fin de la permisividad. Bush quiere presentarse como un nuevo Roosevelt, con un nuevo New Deal republicano. Puede acabar m¨¢s como Teddy que como Franklin, y m¨¢s libertario que libertador. aortega@elpais.es
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