Garras acolchadas
Entre las v¨ªctimas leg¨ªtimas, supervivientes, deudos y allegados, por parentesco, o solidaridad, que tomaron las calles del centro de la urbe para recordarnos lo que no podemos olvidar, se hab¨ªan colado muchos aspirantes a verdugos, una cofrad¨ªa de pescadores de r¨ªo revuelto que ese d¨ªa atraparon en sus redes a toda la morralla circundante y la condujeron, transformada en cardumen de voraces y vociferantes pira?as, hasta el c¨¦ntrico edificio en el que tiene su sede una cadena de emisoras radiof¨®nicas empe?ada en llevar la contraria a los que no soportan que la realidad entre en contradicci¨®n con sus deseos y no se conforman con la amplia gama de medios mucho m¨¢s afines que tienen a su disposici¨®n en el dial.
Entre las variadas interpretaciones y coartadas que estos d¨ªas difundieron las ondas "afines" sobre los motivos de la indefendible agresi¨®n al ministro de Defensa, predomin¨® la tesis de que fueron a por ¨¦l porque no hab¨ªa ido el comisionado Peces-Barba, que tal vez no acudi¨® porque sab¨ªa que le estaban esperando para darle lo suyo. Muy en su papel, Bono ejerci¨® de chivo expiatorio con cristiana resignaci¨®n y aunque no lleg¨® a ofrecer la otra mejilla, cuentan que le oyeron musitar, "Padre, perd¨®nalos porque no saben lo que hacen". Entre los muchos que no sab¨ªan lo que hac¨ªan y se dejaban arrastrar por la vor¨¢gine y la adrenalina, hab¨ªa unos cuantos que lo sab¨ªan perfectamente, porque hab¨ªan sido aleccionados y preparados para momentos como ¨¦ste, dentro de una incendiaria y calenturienta campa?a medi¨¢tica que pretende adelantar por todos sus medios la fecha del combate de revancha antes de reponerse del ¨²ltimo KO.
Dice la polic¨ªa que entre los provocadores violentos no hab¨ªa neonazis, lo que resulta m¨¢s preocupante que tranquilizador, no eran neos eran nazis de toda la vida, reanimados como zombies a la llamada de los clarines que suenan por Dios y por la Patria, no tanto por el Rey que se march¨® a Marruecos sin su consentimiento y no defendi¨® el honor agraviado de Aznar, al que hab¨ªa puesto unos d¨ªas antes como hoja de perejil el monarca alau¨ª a cuenta del islote de la discordia. En estas vicisitudes, el escrupuloso Rajoy se lavaba las manos y las turbas vitoreaban al jefe de sus pretorianos, el legionario Acebes, como su nuevo caudillo.
Bajo las luminarias de la Gran V¨ªa que proclaman la gloria y la supremac¨ªa de Hollywood, sus pompas y sus obras, junto a las grandes carteleras y los escaparates de las franquicias, muchos manifestantes, pac¨ªficos y repetuosos con la ley, se vieron envueltos en un espect¨¢culo, simulacro, de rancia estirpe ib¨¦rica, fiesta nacional, duelo de eternos rivales, los autodenominados nacionales que se proclaman propietarios de la patente patria y los que, en nombre de muy diversas ideas y concepciones, se niegan a aceptarlo. Al entrenador del primer equipo se le escap¨® el partido de las manos, algunos de sus jugadores no supieron leer el gui¨®n, aplicaron la vieja dial¨¦ctica de los pu?os, quisieron jugar todos en el puesto de extremo derecha y acabaron repartiendo m¨¢s le?a de la cuenta, dando origen a indeseadas e indeseables pol¨¦micas. Cuando a los t¨¦cnicos y directivos del exclusivo club se les pregunta sobre el partido se rebotan y responden con otro interrogante: por qu¨¦ no acudi¨® a la cita el comisionado y colegiado Peces-Barba, designado, por lo visto, como primer ¨¢rbitro del encuentro.
Las im¨¢genes m¨¢s inquietantes de la manifestaci¨®n eran las que mostraban la metamorfosis casi inst¨¢ntanea de ciudadanas y ciudadanos de inofensivo aspecto, adustos y convencionales, en vociferantes energ¨²menos. Vi¨¦ndolas me vino a la memoria un cuento de Jardiel Poncela: paseando junto a la verja del Retiro, un domador le dice a su acompa?ante: "El hombre es una fiera con las garras acolchadas"; para convencer a su interlocutor, esc¨¦ptico, el artista realiza una exhibici¨®n in situ, transformando a dos apacibles ancianos, que pasean por el otro lado de la reja, en dos bestias sedientas de sangre.
La exhibici¨®n dura apenas unos minutos y el domador la ejecuta sin m¨¢s ayuda que la de su bast¨®n, que introduce entre los barrotes para azuzarlos al grito de "uuuh, uuuh, fieras" repetido sistem¨¢ticamente, con voz de mando y ajeno a sus r¨¦plicas y protestas, que ir¨¢n subiendo de tono ante el reiterado acoso.
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