La Europa de todos
Con las siguientes hermosas palabras se inaugura el Pre¨¢mbulo de la Constituci¨®n Europea: "Inspir¨¢ndose en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de Derecho...".
Es un buen comienzo, a pesar de que incomprensiblemente algunos sectores ideol¨®gicos muy definidos han llegado a reprochar a la Constituci¨®n Europea que al no hacerse una menci¨®n expresa a la herencia cristiana de Europa se puede suponer una intencionalidad anticristiana en el proyecto europeo; pero tampoco nuestra Constituci¨®n Espa?ola hace esa menci¨®n y no por ello se le ha hecho tan infundada imputaci¨®n.
La Constituci¨®n da cuerpo a una Uni¨®n que va m¨¢s all¨¢ de un simple mercado
Al final quienes vamos a votar, no son las Patrias, ni las Matrias, sino los ciudadanos
Dec¨ªa el cardenal Ratzinger, en una conferencia en mayo del pasado a?o 2004, que uno de los problemas de Europa y en realidad de todo Occidente es que parece como si sintiera "odio por s¨ª mismo": "occidente s¨ª intenta laudablemente abrirse, lleno de comprensi¨®n a valores externos, pero ya no se ama a s¨ª mismo; s¨®lo ve de su propia historia lo que es censurable y destructivo, al tiempo que no es capaz de percibir lo que es grande y puro. Europa necesita de una nueva aceptaci¨®n de s¨ª misma, si quiere verdaderamente sobrevivir".
Es posible que en algunos sectores ideol¨®gicos muy desorientados se experimente ese odio hacia occidente, p-ero creo, que por fortuna, no es en absoluto generalizable ese sentimiento de auto-rechazo, y precisamente esta Constituci¨®n de Europa es una buena muestra de ello, es un reconocimiento solemne y luminoso de que en el seno de la mejor tradici¨®n europea hay una herencia cultural, religiosa y humanista que alimenta nuestros ideales de Derechos humanos inviolables, Democracia y Estado de Derecho.
La Constituci¨®n que vamos a refrendar da cuerpo a una Uni¨®n que va mucho m¨¢s all¨¢ de un simple mercado y supone, por una parte la consagraci¨®n de unos valores ¨¦ticos trascendentales, y por otro lado una gran innovaci¨®n pol¨ªtica cuyo perfil definitivo y estable est¨¢ a¨²n lejos de poder establecerse, pero que comienza a adoptar la forma de un dise?o sin precedentes: un Estado de Estados-Naci¨®n.
Durante los 25 a?os que transcurren desde el a?o 1950 hasta 1975, el tiempo que Eric Hobsbawm ha denominado la "edad de oro", los ciudadanos de Europa occidental pudimos desarrollar un estilo de vida, que se fundaba en una relativamente confortable estructura material, y en una nueva generaci¨®n de derechos econ¨®micos y sociales.
El mantenimiento, y la adaptaci¨®n de ese estilo de vida, supone lograr un equilibrio entre realidades econ¨®micas, sociales y jur¨ªdicas, supone arbitrar reglas que permitan la competencia y la cooperaci¨®n. S¨®lo ese equilibrio puede garantizar de una manera estable un marco de crecimiento econ¨®mico sostenible y a la vez una protecci¨®n p¨²blica frente a los riesgos naturales de la vida.
La Europa que se define en la Constituci¨®n que vamos a refrendar el d¨ªa 20 de febrero es una Europa de todos que defiende ese estilo de vida y que abre a nuestras disputas dom¨¦sticas un nuevo horizonte que nos ha de permitir una nueva mirada sobre nuestras realidades m¨¢s pr¨®ximas.
En su d¨ªa, De Gaulle, aquel gigante, hablaba de la Europa de la Patrias, pensando en la alianza de las cl¨¢sicas Naciones-Estado del viejo continente: Francia, Alemania, Italia, Espa?a...seguramente tambi¨¦n , a pesar de sus recelos el Reino Unido... : una Europa desde el Atl¨¢ntico hasta los Urales.
Frente a la Europa de las Patrias han surgido otras voces que nos recuerdan que no pueden ser olvidados los viejos y sin embargo vitales pueblos de Europa: Escocia, C¨®rcega, Normand¨ªa, Euskalerr¨ªa, Catalu?a, Lombard¨ªa, Bavaria...lo que mi hermeneuta de cabecera, Andr¨¦s Ortiz-Os¨¦s, llamar¨ªa la Europa de las Matrias.
Hemos o¨ªdo hablar tambi¨¦n, las mas de las veces despectivamente de la Europa de los Mercaderes, nunca entender¨¦ el desprecio por el comercio, precisamente una de las pocas actividades humanas que se funda en la idea de que todos deben salir ganando -poco o mucho pero ganando- ?qu¨¦ ser¨ªa una Europa sin mercaderes?. Tambi¨¦n est¨¢ la Europa de los Trabajadores nada que valga puede puede hacerse sin los trabajadores.
No olvidemos la Europa de los Agricultores que tan ruidosamente manifiestan sus variados descontentos volcando camiones con fresas o tomates, o la Europa azul de los pescadores y los hombres de la mar. La Europa Joven, de esos j¨®venes nacidos en la Europa del Bienestar y de la satisfacci¨®n inmediata y abocados ahora a la Europa de la incertidumbre. La Europa de la Mujer, la de la paridad de sexos. La Europa de la Cultura, de la Ciencia ...
Hemos o¨ªdo hablar incluso de la Europa de las Catedrales: ?C¨®mo podr¨ªamos olvidarnos de esos edificios hechos de piedra y esp¨ªritu que jalonan nuestro continente? ?Y la Europa de las Libertades?: no son esas libertades el fondo insobornable que justifica, a pesar de todos sus errores y horrores hist¨®ricos la idea misma de Europa desde la Atenas de Pericles?
Todos esos rostros de Europa, todas esas motivaciones que animan el ideal europeo tiene su legitimidad y sus raz¨®n de ser, todos deben por lo tanto tener sus sitio sin embargo soy de la opini¨®n de que aquellos que se imaginan una Europa sin Estados, algo as¨ª como una federaci¨®n de cerca de 200 regiones o pueblos sin Estado est¨¢n alimentando una quimera.
El Art¨ªculo I-1 de la Constituci¨®n lo proclama con claridad : "La presente Constituci¨®n, que nace de la voluntad de los ciudadanos y de los Estados de Europa...".
El crecimiento y la ampliaci¨®n de Europa hacia el Este hace cada vez m¨¢s indispensable el escal¨®n del Estado-Naci¨®n como un nivel de gesti¨®n y de decisi¨®n imprescindible. Sin ese escal¨®n ?c¨®mo ser¨ªa posible la construcci¨®n de una Europa pol¨ªtica? ?c¨®mo desarrollar una pol¨ªtica de defensa, de justicia, de asilo...? Parece evidente que sin perjuicio del papel que hay que dar a los diferentes niveles de poder pol¨ªtico, los Estados son los artesanos indispensables de Europa.
Pero al final quienes vamos a votar, no son las Patrias, ni las Matrias, ni las estructuras econ¨®micas, ni los Bancos, ni las Catedrales, ni los campos, ni nuestros barcos, ni los Museos...sino los ciudadanos, las personas, hombres y mujeres, libres e iguales en derechos y deberes, cualesquiera que sea su etnia, condici¨®n social, religi¨®n, orientaci¨®n sexual que encarnan la Uni¨®n, en quienes en ¨²ltima instancia reside el poder pol¨ªtico y la facultad de poner y quitar gobernantes y sobre cuya dignidad se constituye en el centro de la Uni¨®n: Al instituir la ciudadan¨ªa de la Uni¨®n y crear un espacio de libertad , seguridad y justicia, situa a la persona en el centro de su actuaci¨®n".
Javier Otaola es abogado y escritor.
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