?Volver a empezar el proceso constituyente?
Pocos son los defensores org¨¢nicos del no a la Constituci¨®n europea que se declaran abiertamente opuestos a la construcci¨®n europea. Al contrario, la gran mayor¨ªa cuida mucho de dejar bien claro que ellos son, ante todo, ac¨¦rrimos europe¨ªstas, adem¨¢s de precisar que son, seg¨²n el caso, de izquierda (republicana, comunista, unitaria...), partidarios de los pueblos de Europa, nacionalistas de naci¨®n sin Estado, intelectuales por encima de la pol¨ªtica... "No a la Constituci¨®n, s¨ª a Europa" habr¨¢ sido la jaculatoria m¨¢s repetida por los apologistas del no desde la aprobaci¨®n del proyecto de tratado constitucional en junio del a?o pasado.
El batiburrillo del no europe¨ªsta -perm¨ªtaseme el vocablo para describir semejante mezcla de sabores pol¨ªticos en un mismo guisado- en realidad es un triunfo de Europa. La idea de Europa tiene tanto prestigio y ha calado tan hondo como valor positivo en la ciudadan¨ªa, que las c¨²pulas de los partidos que optaron por el no temen las consecuencias electorales de negarla de frente.
Europa se ha ido construyendo por medio de laboriosos compromisos y cautelosos pasos cortos
Una vez sentado que ellos son europe¨ªstas, que incluso quieren "m¨¢s Europa" que la ofrecida por la t¨ªmida construcci¨®n europea y que precisamente por eso rechazan el proyecto de Constituci¨®n europea, para hacer cre¨ªble su constante autocalificaci¨®n de europe¨ªstas se ven obligados a proponer como alternativa "otra Constituci¨®n", pero no como una mejora del texto existente, sino partiendo de cero, empezando de nuevo. En su op¨²sculo pol¨ªtico por el no, Esquerra Unida i Alternativa denomina este ejercicio "volver a otra forma de proceso constituyente". Pero quien mejor expresa el alcance del "volver a empezar", con m¨¢s gracia dial¨¦ctica e hilvanando mejor el argumento, es Jos¨¦ Vidal-Beneyto (M¨¢s all¨¢ del 's¨ª' y del 'no', EL PA?S, 15 de enero): "Si hay que ir a un segundo tratado, ?por qu¨¦ no evitarse el rodeo que supone el primero?".
Seguro que habr¨¢ que ir a un nuevo tratado constitucional m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, al menos porque el actual proyecto de tratado no es sino una etapa en un proceso constructivo que desde su inicio institucional, en 1951, ha requerido seis tratados principales am¨¦n de un n¨²mero importante de actos complementarios para llegar a donde estamos. Pero es vital elaborarlo a partir de la interpretaci¨®n y aplicaci¨®n de la Constituci¨®n ahora en tr¨¢mite de ratificaci¨®n, a fin de poder verificar la validez de sus avances y, adem¨¢s, deducir qu¨¦ le falta y qu¨¦ le sobra. La otra raz¨®n fundamental es que, cuando haya entrado en vigor, el texto actual ofrecer¨¢ v¨ªas de revisi¨®n y m¨¦todos de trabajo que no figuran en los tratados vigentes: el derecho de iniciativa que se confiere al Parlamento Europeo para presentar proyectos de revisi¨®n -el Parlamento ya ha anunciado su voluntad de recurrir a este derecho para proponer mejoras al texto constitucional, con lo que podr¨¢ lavar, por fin, la afrenta que sufri¨® en 1984 al elaborar un proyecto de tratado que el Consejo ech¨® a la papelera- y la garant¨ªa de que ser¨¢ convocada una convenci¨®n mayoritariamente compuesta de parlamentarios que adoptar¨¢ por consenso una recomendaci¨®n final. El rodeo, que no es p¨¦rdida de tiempo, sino una etapa crucial del proceso, se hace imprescindible por las ventajas que comporta.
Ahora bien, si por arte de una constelaci¨®n favorable, que no se vislumbra en parte alguna, se pudiera evitar el rodeo que pretende Vidal-Beneyto y se empezara de nuevo, ?ese "empezar de nuevo" ser¨ªa factible? El proyecto de
tratado constitucional fue solemnemente firmado el 29 de octubre de 2004 en Roma por los representantes de los Estados y Gobiernos de los 25 Estados miembros de la Uni¨®n; Lituania y Hungr¨ªa ya han ratificado el tratado por la v¨ªa parlamentaria; otros Estados tienen se?aladas fechas de ratificaci¨®n parlamentaria, convocados o previstos referendos; el Parlamento Europeo, en su resoluci¨®n del 12 de enero ¨²ltimo, ha aprobado la Constituci¨®n y recomendado encarecidamente su ratificaci¨®n con el voto favorable del 73,9% de los 677 diputados presentes en el hemiciclo, voto que representa a m¨¢s de 300 millones de europeos; seg¨²n las encuestas, las opiniones p¨²blicas nacionales est¨¢n interesadas y ya sensibilizadas por la existencia de esa Constituci¨®n, la lean o no los ciudadanos, voten a favor, en blanco, en contra o se abstengan si son convocados a refer¨¦ndum. ?Puede todo eso paralizarse, suspenderse, frustrarse y volver a empezar desde cero? ?Qui¨¦n entender¨ªa semejante despilfarro de energ¨ªas, sentimientos, recursos, compromisos pol¨ªticos...? La mayor¨ªa ni siquiera lo interpretar¨ªa como un triunfo de los partidarios del no, por mucho que ¨¦stos lo pregonaran as¨ª, sino como una derrota grave de la renqueante credibilidad de la pol¨ªtica.
No pidamos lo imposible -el Mayo del 68 embadurn¨® de brillantes esl¨®ganes como ¨¦ste los muros de Par¨ªs, pero fue un rotundo fracaso pol¨ªtico- disfraz¨¢ndolo de utop¨ªa o, peor a¨²n, de alternativa. Europa se ha ido construyendo por medio de laboriosos compromisos y cautelosos pasos cortos que, no obstante, suman ya un largo recorrido. La Constituci¨®n europea, pensada para comprender la complejidad que representan 500 millones de europeos, es en su conjunto un buen compromiso y da un atrevido salto de varios pasos.
Jordi Garcia-Petit es acad¨¦mico numerario de la Real Academia de Doctores.
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