Nada que contar

Durante el pasado Festival de Cannes, en una entrevista concedida a este peri¨®dico, el iran¨ª Abbas Kiarostami reflexionaba de este modo sobre la irrupci¨®n de las c¨¢maras digitales: "Antes pensaba que ser¨ªan de gran ayuda para los j¨®venes que empiezan. Ahora he visto pel¨ªculas tan malas en digital que me parecen un peligro. Deber¨ªan dar permiso para usarlas, como con las armas". Estas manifestaciones se incrustan en la mente del cronista durante la visi¨®n de S¨ªndrome, primer largometraje como director del habitual int¨¦rprete Liberto Rabal, creado al alim¨®n con su pareja en la vida real, Adriana Davidova, que ejerce de coguionista y de protagonista absoluta de la historia.

Con unas alt¨ªsimas pretensiones y una imagen que, en ocasiones (siempre que no vaya acompa?ada de texto), transmite cierto gusto por el encuadre y por el movimiento, S¨ªndrome se ve sin embargo sepultada por una historia no ya mal narrada, sino tan absurda como inexistente. Rabal y Davidova frivolizan sobre temas tan profundos y tan peligrosos como las enfermedades terminales, la adicci¨®n a las drogas, el sadomasoquismo, el incesto, la violencia de g¨¦nero o la demencia. Con unos di¨¢logos m¨ªnimos, una rotunda ausencia de informaci¨®n sobre los personajes y unas interpretaciones de aficionados (a Davidova, por ejemplo, no se le entiende casi nada por culpa de sus carencias en la dicci¨®n y su empe?o en susurrar cada frase), la pel¨ªcula acusa los mismos males que ya lastraban Las noches vac¨ªas, el corto realizado por el t¨¢ndem hace cuatro a?os. Y es que se quiere hablar de demasiadas cosas y excesivamente elevadas, cuando en realidad da la impresi¨®n de que no se tiene absolutamente nada que contar.