Calidoscopio de s¨ª mismo
No cabe mejor noticia para los lectores que la aparici¨®n de un nuevo libro de Rafael S¨¢nchez Ferlosio, cuando acaba de empezar precisamente el a?o en que se le va a entregar el Premio Cervantes de Literatura -que le proclama como el mejor de nuestros escritores vivos, ya era hora- y que justo coincide con el IV aniversario de la publicaci¨®n de la primera parte del Quijote, no tenemos m¨¢s remedio que felicitarnos por esta triple coincidencia, como si por una vez el mundo se hubiera puesto de acuerdo consigo mismo. Aunque empecemos por reconocer que no se trata de un libro nuevo de verdad, pues s¨®lo uno de sus textos lo es por completo, ya que s¨®lo las 34 p¨¢ginas de uno de ellos ("los pr¨ªncipes concordes") constituye una aut¨¦ntica novedad, al ser un cap¨ªtulo in¨¦dito de Historia de las Guerras Barcialeas, fragmento m¨ªtico y pendiente de un t¨ªtulo todav¨ªa inexistente dentro de la bibliograf¨ªa ferlosiana, lo que confiere cierta envergadura a este nuevo t¨ªtulo El geco, cuyo apelativo es ya tambi¨¦n bastante ambiguo para empezar. Pues rastreando entre antiguos diccionarios hemos llegado a saber que es una especie de reptil peque?o, o de salamanquesa, que suele colocarse casi inm¨®vil en las paredes de las viejas casas enlosadas de los pueblos, como una imagen de posible amenaza de una "cosa maligna", como si fuera una palabra que la sustituye pese a ser algo inofensivo por completo.
EL GECO (CUENTOS Y FRAGMENTOS)
Rafael S¨¢nchez Ferlosio
Destino. Barcelona, 20005
190 p¨¢ginas. 18 euros
Este libro es un maravilloso conjunto de peque?os espejos que ruedan y se desplazan y le reflejan en su totalidad
?Qu¨¦ es "el geco", cuyo sentido se aclara al leer el texto, pero que no hay que tomarlo en el suyo literal y natural?, ?quiz¨¢ la met¨¢fora de una palabra "vicaria" de la "cosa maligna", aunque asuste siendo inofensiva? ?No quiere decirnos S¨¢nchez Ferlosio que "el geco", no es un libro de cuentos de verdad, aunque sea algo que es a lo que m¨¢s se parece? Para empezar, hay que constatar que la desafecci¨®n de Ferlosio por el cultivo de este g¨¦nero ha sido continuada, por lo discontinua hacia el cuento, aunque los haya escrito a saltos y en diversas ¨¦pocas de su vida, hasta en ocasiones transform¨¢ndolos en fragmentos y hasta en "pecios" a la deriva, que es lo que m¨¢s a la deriva hay (pues son "restos de naufragio" en su sentido m¨¢s propio y literal). ?Acaso tampoco no dej¨® de arrojar por la borda el g¨¦nero mismo donde hab¨ªa triunfado del todo -en la novela, en Alfanhu¨ª o El Jarama- para pararse en barras de abandonar el cultivo de este otro g¨¦nero en el que tan poco cree y que tan escasamente ha cultivado? As¨ª pues de manera bastante humilde y hasta desanimada nos presenta el autor un manojo de "cuentos" o "fragmentos", con quince textos y nada m¨¢s. Nada de una "selecci¨®n", ni de una "antolog¨ªa", ni nada de todo eso, ni mucho menos nada de "completos" ni cosa que dios fund¨®, en el caso de que alguien quisiera o pudiera fundar algo tan impreciso como incoherente.
El libro de cuentos no existe, o
al menos no el buen libro de cuentos como una "obra" en s¨ª, pues es un g¨¦nero creado por el mercado en la t¨ªpica inversi¨®n de valores, pues ha tomado su forma elev¨¢ndola a naturaleza. No reside en ello la desafecci¨®n de Ferlosio, quien no ha dejado de producir "cuentos" o "textos", o que al menos le han brotado de su interior porque as¨ª le sal¨ªan, aunque a veces les ha llamado "fragmentos" o "pecios" como si as¨ª le salieran, a la deriva, porque la caracter¨ªstica de los "cuentos", cuando lo son de verdad es que as¨ª le salen o han salido y no hay m¨¢s remedio que aceptarlos como tales. Pues ello no quita para que haya cuentos que son obras maestras, o que como tal le han salido a Ferlosio, y en la mayor¨ªa de los casos adem¨¢s. Aunque lo cierto es que los quince que aqu¨ª presenta su fiel editor -o al que el autor, dada su desconfianza por el g¨¦nero, se ha resignado dada la circunstancia- no se presentan con la magnificencia solemne de los "cuentos completos", ni "selectos", ni "escogidos" ni cosa que dios fund¨®; s¨®lo son "quince" y como se vacila entre diversas ¨¦pocas y estilos, y hasta inconcretas formas se ha prescindido del n¨²mero para decir vagamente "cuentos y fragmentos", con lo que al menos habr¨¢n podido (?qui¨¦n?) respirar tranquilos.
Como hay especialistas abundantes en la obra de Ferlosio -incluido sobre sus cuentos como Danilo Manera, que no deja de advertir que "son escasos"- he echado varios en falta que han desaparecido de la lista quiz¨¢ por falta de aprecio de su autor o por no saber del todo si era infantil (El hu¨¦sped de las nieves, 1963), o por repetitivos de la ¨¦poca de El Jarama, como los publicados en las revistas Ateneo o Revista Espa?ola, el meritorio invento de Rodr¨ªguez Mo?ino en Castalia que lanz¨® la generaci¨®n realista; luego vinieron textos extraviados, la inmersi¨®n en la historia interminable de Las Guerras Barcialeas y la aparici¨®n de los "pecios" en el desaparecido diario Informaciones, de los que fui testigo presencial. (Mandaba sus cartas firmadas como "Rafael S¨¢nchez" y sus trabajos en amplias p¨¢ginas mecanografiadas, en papel de correo a¨¦reo). Y fue en aquellos momentos cuando Juan Benet -que estaba creando el mito de "Regi¨®n"- tuvo conocimiento de las fragmentarias Historias de las Guerras Barcialeas, y nos dijo a algunos amigos que era "la mejor prosa castellana" de entonces, y que tanto se influyeron mutuamente, pues ambos estaban reescribiendo su biblia personal. A Ferlosio quiz¨¢ le faltaba humor, aunque mucho menos de lo que parece; a Benet le falt¨® un poco m¨¢s de vida para llegar del todo a sus fines.
Hay aqu¨ª cuentos procedentes
de sus primeros tiempos de escritor, como los dos supervivientes por haberse a?adido como indebidos ap¨¦ndices a la edici¨®n de Alfanhu¨ª, que m¨¢s parecen prolongar la estela de El Jarama, donde ya hay una peque?a obra maestra, Dientes, p¨®lvora, febrero, con la magistral descripci¨®n de la muerte de una loba, reconvertida en una piel a secar como para hacer una cometa. (?Y no cabe relacionarle con otro de los m¨¢s famosos, El reincidente -1987-, que prolonga la sombra del lobo condenado "no por asesino, ni por ladr¨®n, sino por lobo"?). Luego vienen algunos "pecios" hist¨®ricos, que van de Roma a Oriente, de La Gran Muralla -donde advertimos los influjos en las cartograf¨ªas posteriores de la saga regionata de Benet- y que alcanzar¨¢ la cumbre en El escudo de Jot¨¢n (1980), otra obra maestra del g¨¦nero. Aunque tambi¨¦n entre mis preferencias encuentro las dos muestras que nos descubren sendas incursiones en las guerras barcialeas (una de ellas, como ya he dicho absolutamente in¨¦dita, la de Los pr¨ªncipes concordes, que nos cuenta la deforme y dif¨ªcil edificaci¨®n del puente sobre el imprevisible r¨ªo "Barcial", episodio clave de la tan desconocida como mitificada serie, y la otra Los lectores del ayer -La Nueva Estafeta, 1980- que nos cuenta un gran fragmento del libro primero de la serie tan m¨ªtica como inacabada o indefinida). Que, claro est¨¢, constituyen dos obras maestras, que se pueden colocar al lado de su tercera novela, El testimonio de Yarfoz, una de nuestras obras maestras de la literatura espa?ola actual, donde la magnitud de sus ruinas no podr¨¢ nunca ocultar la envergadura de la catedral subsumida en este monumento.
Como se ve, no se trata de dar unidad a lo que no la tiene, salvo por la personalidad inalterable de su autor, siempre cimarr¨®n, beltranejo, catoniano y rebelde, bien que disciplinado (?domesticado?) de antemano dada su inalterable cortes¨ªa, que su disc¨ªpulo Gonzalo Hidalgo resume en uno de sus inolvidables "pecios": "Y si eres bueno -me dice en sue?os el arc¨¢ngel de mi nombre- un d¨ªa te devolver¨¦ tu alfanje, tu caft¨¢n celeste, tu gran capa de pieles, tus caravaneros y todos tus camellos, y volver¨¦ a ponerte en la Ruta de la Seda, eternamente, camino de Jot¨¢n". Este libro es un maravilloso conjunto de peque?os espejos que ruedan y se desplazan y le reflejan en su totalidad, como si fuera un "calidoscopio" de su propio autor, hasta en las dos dedicatorias que se le han escapado deliberadamente, a Medardo Fraile y a Miguel Delibes. Por ejemplo, ?c¨®mo no maravillarse con la autoparodia del Fausto en Plata y ¨®nix, uno de sus mejores reflejos en busca de los para¨ªsos perdidos, entre Kafka o Proust? A veces pienso en su discurso sobre el Quijote, en un "pecio" que le descubr¨ª en 1999, en "otra de las cosas que adivin¨® Cervantes: toda est¨¦tica es una antigua ¨¦tica". A ver qu¨¦ pasa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.