Caf¨¦ para todos y de calidad
El caf¨¦ para todos tiene mala prensa entre los nacionalistas catalanes, y aun entre los mismos catalanistas. Pero pienso que se equivocan. Con esa expresi¨®n coloquial se quiere rechazar cualquier tipo de privilegio sin fundamento en favor de una persona, grupo o comunidad y, por lo tanto, defender un trato igual para todos, sin distinci¨®n de categor¨ªas. As¨ª decimos que todos los espa?oles, vivan donde vivan, tienen el mismo derecho a la educaci¨®n, a la sanidad o a una pensi¨®n. Desde este punto de vista, el caf¨¦ para todos me parece una aspiraci¨®n loable.
Sin embargo, esa expresi¨®n tiene una acepci¨®n negativa que surge del rechazo a un igualitarismo desmedido que impida la necesaria y conveniente diferenciaci¨®n, ya sea por la existencia de hechos diferenciales que conviene reconocer y potenciar, como la lengua propia, o en raz¨®n de las desigualdades que surgen de un mejor aprovechamiento de recursos que est¨¢n a disposici¨®n de todos. En el caso de Espa?a, esa acepci¨®n negativa se vincula especialmente al Estado de las autonom¨ªas. Tanto es as¨ª, que a la hora de escoger una locuci¨®n para ilustrar el uso de esa frase en el espa?ol actual, el diccionario fraseol¨®gico de Manuel Seco utiliza este ejemplo.
Esta vinculaci¨®n entre el estado de las autonom¨ªas y el caf¨¦ para todos se asocia a Adolfo Su¨¢rez, quien no limit¨® el derecho al autogobierno a Catalu?a, Pa¨ªs Vasco y Galicia, sino que lo extendi¨® a Andaluc¨ªa y, a partir de ah¨ª, a todas las dem¨¢s regiones espa?olas. Aunque esa decisi¨®n ha sido muy criticada, a m¨ª siempre me ha parecido un acierto. La historia no vale para justificar privilegios que tienen que ver con las condiciones de vida de la gente. Ese era un planteamiento v¨¢lido para la ¨¦poca de la segunda Rep¨²blica, pero no para la Espa?a actual.
Ahora, en el momento en que desde Catalu?a se vuelve a plantear la necesidad de llevar a cabo reformas estatutarias y constitucionales, algunos temen que esas demandas acaben una vez m¨¢s en caf¨¦ para todos. Y, para evitarlo, exigen la negociaci¨®n bilateral, de t¨² a t¨², con el Gobierno de Madrid. A mi juicio, es un error, porque el camino m¨¢s exitoso que tiene Catalu?a para lograr sus aspiraciones de m¨¢s autogobierno es servir de l¨ªder para, junto con las dem¨¢s autonom¨ªas, abrir caminos que puedan servir a todas.
Para eso es necesario convencer, explicarse y buscar complicidades. Pero para explicarnos fuera hay que comenzar por ponernos de acuerdo dentro. Y es aqu¨ª donde creo que surgen los malentendidos, porque si lo que queremos son privilegios materiales para nosotros solos, dif¨ªcilmente se llegar¨¢ a un acuerdo.
?Qu¨¦ se pretende desde Catalu?a? No se pide la luna, sino cosas entendibles y aceptables por todos los dem¨¢s. B¨¢sicamente se demandan dos cosas. Una, en el plano de lo simb¨®lico, se relaciona con el reconocimiento de la singularidad de Catalu?a como sujeto pol¨ªtico. La otra, de naturaleza material, tiene que ver con la necesidad de m¨¢s competencias y mayor capacidad financiera para poder gestionar mejor aquellas materias que determinan la capacidad de la econom¨ªa catalana para crear riqueza y empleo, y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
He le¨ªdo la conferencia que pronunci¨® la semana pasado el presidente Pascual Maragall en Madrid. En el plano simb¨®lico pidi¨® el reconocimiento de Catalu?a como sujeto pol¨ªtico que quiere simplemente vivir, crecer y relacionarse. Pero no puso el acento tanto en el sujeto de la oraci¨®n, en el "yo" o en el "nosotros", como en el verbo; y el verbo era unir, no separar, tejer y no cortar. Si sabemos explicar eso al resto de Espa?a, no creo que al final haya problemas. Aunque, desde mi punto de vista, posiblemente eso no tenga que requerir forzosamente la reforma de la Constituci¨®n, proceso que inevitablemente crear¨¢ demasiado ruido y exigir¨¢ esfuerzos y energ¨ªas que pueden ser empleados en mejores usos.
En el plano material, las demandas de m¨¢s competencias y mayor capacidad financiera son razonables y ser¨¢n entendidas. Los motivos son claros: el modelo de estado surgido de la Constituci¨®n de 1979 traslad¨® a las autonom¨ªas unos gastos determinados y unos recursos para financiarlos. Pero el paso del tiempo y las transformaciones econ¨®micas y sociales que han ocurrido durante este cuarto de siglo transcurrido han hecho que algunos de esos gastos sean m¨¢s din¨¢micos que los ingresos. Eso es lo que sucede con la educaci¨®n, la salud o la vivienda, cuyos crecimientos se han visto impulsados tanto por el aumento de la esperanza de vida como por la creciente inmigraci¨®n, m¨¢s intensa en Catalu?a que en otros territorios. Para defender la sensatez de esta demanda no hace falta manejar el argumento hiriente del expolio de Catalu?a por el resto de Espa?a. Sencillamente, con lograr que todos los espa?oles paguemos en funci¨®n de la renta y recibamos en funci¨®n del n¨²mero de personas que residan en cada comunidad, las balanzas fiscales se ir¨¢n reequilibrando. Hay, sin duda, otras f¨®rmulas, pero ¨¦sta tiene la ventaja de su simplicidad y capacidad de convicci¨®n. Es el caf¨¦ para todos.
S¨®lo haciendo una Espa?a que valga para todos podr¨¢ Catalu?a ser ella misma. El Pa¨ªs Vasco no vale como ejemplo, porque dentro del estado auton¨®mico esa es la excepci¨®n que todo modelo se puede permitir, especialmente porque son pocos. Pero Catalu?a no es excepci¨®n, sino regla. Es decir, todo, o casi todo, lo que quiera y consiga en el terreno de las competencias y los recursos tarde o temprano ha de extenderse al resto de autonom¨ªas que lo reclamen. Esto no deber¨ªa ser visto como un abuso sino como un reconocimiento a su papel de liderazgo dentro de la Espa?a contempor¨¢nea. Catalu?a debe buscar la diferencia no en los privilegios, sino en saber utilizar de forma m¨¢s eficiente las competencias y recursos que est¨¢n a disposici¨®n de todos.
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