El entusiasmo

A¨²n anteayer sonaba en la radio su voz buscando razones para entender la historia inmediata. Hace a?os, cuando estaba ya dejando la pol¨ªtica, a la que le ofreci¨® a la vez ingenuidad, eficacia y entusiasmo, de los que su gesti¨®n para que viniera a Espa?a el Guernica fue una met¨¢fora extraordinaria de esfuerzo y de sensibilidad, lo que de veras le importaba a Javier Tusell era decir qu¨¦ pensaba de las cosas que estaban ocurriendo. Se hizo cada vez m¨¢s radical, como si el entusiasmo para estudiar la historia se le hubiera trasladado a su manera de ver el presente, y poco a poco, adem¨¢s, fue adquiriendo un humor mejor para afrontar la estupidez con la que se recibi¨® -y se recibi¨® hasta anteayer mismo, lo saben los muy tontos que le zaher¨ªan- la radicalidad libre de la independencia con la que ya abord¨® su forma de enfrentarse a la realidad de su pa¨ªs.

La enfermedad no lo arredr¨®; la llev¨® con ese humor con que se dot¨® para seguir en la vida, y a veces exclamaba, como saludo, "aqu¨ª estoy, resucitado". Fue tan grave lo que le sucedi¨®, y que fue el preludio de este desenlace de ayer, que s¨®lo se puede atribuir la recuperaci¨®n que alcanz¨® despu¨¦s de sus meses de agon¨ªa al entusiasmo con el que se ocup¨® de vivir hasta el ¨²ltimo instante. Hablando, escribiendo, tachando, amando la vida como si ¨¦sta nunca fuera a ser historia.