Vocaci¨®n de Europa
El refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n ha suscitado, por primera vez en Espa?a, un aut¨¦ntico debate. Porque frente al consenso social y de los partidos que ha presidido la pol¨ªtica europea desde el comienzo de la transici¨®n (Espa?a se caracteriza dentro de la Uni¨®n porque su adhesi¨®n fue respaldada por la unanimidad de las fuerzas con representaci¨®n parlamentaria), el refer¨¦ndum del 20 de febrero ha hecho aflorar posturas enfrentadas, y una viva pol¨¦mica.
En un refer¨¦ndum no caben matices. Quien decida participar activamente (esto es, sin perjuicio de la abstenci¨®n, el voto nulo o la no comparecencia en las urnas) debe optar por un claro s¨ª o un claro no. Sobre un texto complejo, que resulta, al menos en lectura superficial, manifiestamente mejorable. Tal es la disyuntiva, tal el desaf¨ªo. Pues bien, no tengo dudas, yo votar¨¦ s¨ª. Votar¨¦ s¨ª pese a que ¨¦ste no es el tratado que en mi calidad de miembro de la Convenci¨®n y de su Praesidium primero, y ministra de Asuntos Exteriores y miembro de la Conferencia Intergubernamental despu¨¦s, hubiera esperado someter a consulta ciudadana para su ratificaci¨®n, ya que llega lastrado por la ¨²nica aportaci¨®n de sustancia -esto es, con trascendencia normativa- del presente Gobierno: la aceptaci¨®n de un reparto de poder en las instituciones desastroso para Espa?a. Y no es ¨¦sta cuesti¨®n balad¨ª.
Sin embargo, el texto en su conjunto es un paso adelante en la aventura europea de crear un marco de convivencia c¨ªvica basada en la libertad, en el entendimiento mutuo, en el respeto a la legalidad y a los valores y principios de la sociedad abierta que abarca, de momento, a 25 Estados y 450 millones de ciudadanos. Porque en ¨¦l transpira el esp¨ªritu europe¨ªsta, la vocaci¨®n de Europa que ha caracterizado a la sociedad espa?ola. Y, por ¨²ltimo, porque buena parte de las ideas que constituyeron para m¨ª el caballo de batalla de meses de debate est¨¢n recogidas en ¨¦l.
En concreto, esta reforma del Derecho Primario presenta un importante valor a?adido. Clarifica, desde la "unidad en la diversidad" -que se consagra como lema- lo que es y lo que no es la Uni¨®n, lo que queremos hacer juntos y lo que entendemos no debe abordarse desde las instituciones europeas. As¨ª, sustituimos un complejo conjunto de tratados que a menudo se superponen -llegando incluso a la incoherencia- por un texto ¨²nico razonablemente accesible (en particular, las dos primeras partes, que contienen, respectivamente, los elementos esenciales -de principios e instituciones- de nuestro proyecto, y la Carta de Derechos Fundamentales de la Uni¨®n). Dejamos atr¨¢s las ambig¨¹edades entre Comunidad Europea y Uni¨®n Europea, para adoptar una estructura y personalidad jur¨ªdica ¨²nicas. Se distingue las competencias de la Uni¨®n, se garantiza el respeto de las identidades nacionales de los Estados miembros y sus estructuras fundamentales, a la vez que se explicita el principio de integridad territorial de ¨¦stos. Se simplifican los instrumentos y la terminolog¨ªa en un esfuerzo por despojarnos de la aut¨¦ntica lacra que supone la jerga comunitaria. Se ampl¨ªan los ¨¢mbitos acordados por mayor¨ªa, esto es, se comunitarizan importantes decisiones (del espacio de ciudadan¨ªa en particular), creando al tiempo mecanismos de flexibilidad para que un grupo de pa¨ªses pueda avanzar m¨¢s deprisa en aquellas cuestiones en las que el nuevo Tratado mantiene la unanimidad (como, por ejemplo, la Pol¨ªtica de Defensa).Y se proyecta una mayor eficacia de funcionamiento con la reforma de la Comisi¨®n, la institucionalizaci¨®n y la estabilizaci¨®n del Consejo Europeo, as¨ª como la ampliaci¨®n de poderes del Parlamento Europeo, que pasa a elegir al presidente de la Comisi¨®n.
Asimismo, la reforma incide en una mayor exigencia de responsabilidad y democratizaci¨®n. ?ste es el sentido de la publicidad de las sesiones del Consejo (cuando ¨¦ste act¨²a como legislador), del protocolo de subsidiariedad (esto es, del escrutinio previo por parte de los parlamentos nacionales de toda la legislaci¨®n de la Uni¨®n) y sobre todo de la Carta de Derechos Fundamentales, que pasa a ser piedra de toque respecto de todas las acciones (con trascendencia legislativa o no) de las instituciones de la Uni¨®n.
El lastre para Espa?a es nuestra p¨¦rdida de peso en el Consejo (m¨¢xime cuando, como queda apuntado, se multiplican las decisiones por mayor¨ªa). Pero un no en el refer¨¦ndum, la no ratificaci¨®n del Tratado por Espa?a -si bien, desde el punto de vista jur¨ªdico formal, forzar¨ªa el mantenimiento de la vigencia del Tratado de Niza-, abrir¨ªa una crisis de envergadura, y debemos ser conscientes del coste que supondr¨ªa la negociaci¨®n en aras de una eventual mejora de nuestra posici¨®n institucional, que realistamente no cabe esperar sino marginal e irrelevante, habida cuenta del respaldo que supone para el sistema establecido en la Constituci¨®n el haber sido aprobado por todos los gobiernos, incluido el nuestro, y que todo hace prever ser¨¢ ratificado por la inmensa mayor¨ªa, si no la unanimidad de nuestros conciudadanos europeos.
En cuanto a los restantes argumentos esgrimidos com¨²nmente para patrocinar el no me resultan o rechazables o de escaso calado. En particular, nos va demasiado en Europa, nos jugamos demasiado en este refer¨¦ndum, para caer en la tentaci¨®n de votar no para "castigar al Gobierno", o entender que el s¨ª contribuye a plebiscitar al presidente Rodr¨ªguez Zapatero. De igual manera, resulta fr¨ªvolo argumentar el rechazo en el refer¨¦ndum desde la pura ret¨®rica. Porque es verdad que estamos llamando Constituci¨®n a un texto que tiene mucho de reglamento de r¨¦gimen interior por su detalle, aunque esta cr¨ªtica, sin duda justificada respecto de las Partes III y IV, los Protocolos y las Declaraciones, no es objetivamente aplicable a las Partes I y II, de contenido esencial y redacci¨®n tan ¨¢gil como cabe exigir a un documento compuesto en 20 lenguas oficiales y desde la perspectiva de al menos 25 ordenamientos jur¨ªdicos. Y tambi¨¦n es incontrovertible la inexistencia formal de un demos europeo. Sin perjuicio de ello, yo promov¨ª con convicci¨®n este abuso t¨¦cnico de lenguaje que algunos denuncian como enga?o a la ciudadan¨ªa. Porque Europa es un proceso pragm¨¢tico, y quienes aspiran a una equiparaci¨®n con los trabajos que fundaron los Estados Unidos de Am¨¦rica, con la Convenci¨®n de Filadelfia, adolecen de un desconocimiento profundo de la realidad de la construcci¨®n europea. En el estadio en que nos encontramos, precisamos todav¨ªa de un texto de Derecho primario que regule minuciosamente relaciones que nada tienen que ver con los tradicionales ¨¢mbitos constitucionales(?qui¨¦n en Espa?a admitir¨ªa la "desconstitucionalizaci¨®n" de los preceptos sobre regiones ultraperif¨¦ricas?, por ejemplo).
Era importante dar carta de naturaleza simb¨®lica a la vocaci¨®n europea de avanzar en el proceso constituyente en el que llevamos inmersos m¨¢s de dos d¨¦cadas (al menos desde el Acta ?nica Europea), y evidenciar que este texto, que formalmente es un tratado, sustantivamente trasciende con mucho al Derecho Internacional P¨²blico, realzando todo lo que tiene de Derecho Constitucional.
Mi s¨ª en el refer¨¦ndum es, pues, un s¨ª desde el balance racional en cuanto a mis intereses como ciudadana y los intereses de Espa?a. Y es un s¨ª de inversi¨®n en nuestro futuro com¨²n. En esta Europa que de la divisi¨®n a la reunificaci¨®n, de la l¨®gica de guerra a la paz y prosperidad enarbolada con orgullo desde el Estado de derecho, es uno de los ejercicios m¨¢s apasionantes y prometedores emprendidos por la humanidad en los ¨²ltimos 50 a?os. Y, por ello, es ante todo inspiraci¨®n y don, es advocaci¨®n y referente. Es vocaci¨®n de Europa.
Ana Palacio es presidenta de la Comisi¨®n Mixta del Congreso y del Senado para la Uni¨®n Europea. Fue ministra de Asuntos Exteriores del ¨²ltimo Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y miembro de la Convenci¨®n y de su Praesidium.
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