El desencanto del desencanto
Como no caben burlas con el pasado, que siempre es algo muy serio, no conozco nada m¨¢s triste que los chistes antifranquistas, y de entre todos el que m¨¢s tristeza me produce a¨²n es el que dec¨ªa que a Franco le iban a dar el Premio Nobel de F¨ªsica "por haber inmovilizado el Movimiento". El chiste es malo porque dice lo mismo al derecho y al rev¨¦s, se le puede dar la vuelta y decir lo contrario pareciendo decir lo mismo. Por ejemplo, si a la dictadura sucedi¨® la explosi¨®n de libertad que llamamos la movida (tras el 23-F, cuyo fracaso liber¨® los miedos, claro), ?qui¨¦n la detuvo, qui¨¦n la par¨®, qui¨¦n "inmoviliz¨® la movida", a su vez -o a su pesar- para que le den un premio parecido? Pues los mismos que la inventaron, voto a br¨ªos.
EL CIELO DE MADRID
Julio Llamazares
Alfaguara. Madrid,2005
258 p¨¢ginas. 19 euros
Fue una ¨¦poca gloriosa,
pues permiti¨® pensar a sus protagonistas que hab¨ªan sido los h¨¦roes de una historia que termin¨® bien y que adem¨¢s como eran j¨®venes ten¨ªan toda una vida por delante. Pero lo importante de una vida es haberla tenido cuando estaba cargada de sentido y en su momento, esto es, cuando todav¨ªa alentaba para poder hacerlo. La movida fue una explosi¨®n de alegr¨ªa porque algo hab¨ªa terminado bien, pero ninguno de sus protagonistas hicieron nada por haberlo conseguido, fue un hecho natural, como los amaneceres, la sucesi¨®n de los d¨ªas y las noches, las lluvias y las estaciones, el sol y las tormentas. De hecho el ¨²nico resultado de la movida fue que la industria cultural hizo su agosto a trav¨¦s de una serie -pocos, un pu?ado- de artistas, m¨²sicos, cantantes, cineastas, pintores (y dise?adores, horror) que duraron lo que un merengue en la puerta de una escuela, y que ahora se empe?an en resucitar aquellos inveros¨ªmiles resultados, cada vez m¨¢s ef¨ªmeros porque est¨¢n ya casi todos gratis en Internet.
Lo malo de la movida no estuvo en sus contenidos, sino en sus formas, pues nos entreg¨® atados de pies y manos a una org¨ªa de dise?os (y lenguajes) espantosos, que gracias al cielo no significaban casi nada: no tuvo demasiados contenidos, sino un exceso de formas. Por lo que estoy diciendo, no estoy muy a favor de la movida, no me toc¨® para nada -cuando muri¨® Franco yo ten¨ªa ya cuarenta a?os y no hab¨ªa votado jam¨¢s-, pero no lo estoy tanto por sus contenidos sino por la org¨ªa de formas desordenadas e ininteresantes con que se nos inund¨®. De ah¨ª que siempre intente salvar los restos del naufragio, esto es, los que respetaron las formas para no hacer tablarrasa con todo, para seguir construyendo salvando algo de lo bueno que nos hab¨ªa quedado, si no en la superficie, s¨ª en el fondo al menos. Pues hay que desmentir algo que tuvo mucho de manipulaci¨®n mercantil m¨¢s que de otra cosa. Aquel intento se?alando que "la vanguardia es el mercado", que pretendi¨® seducir a quienes ya estaban seducidos identificando "la vanguardia" con "la movida" y sanseacab¨®.
Julio Llamazares (Vegami¨¢n, Le¨®n, 1955) naci¨® en un pueblecito desaparecido bajo las aguas del pantano del Porma, que por entonces constru¨ªa Juan Benet escribiendo Volver¨¢s a Regi¨®n, cosa que el joven no le perdon¨® jam¨¢s, abanderando ecologismos excesivos en su contra, como no le perdonar¨ªa a Cela haber creado en El viaje a la Alcarria los modelos de la actual literatura de viajes en espa?ol de la que el joven llegar¨ªa a ser un nuevo maestro. Pues empezamos bien, al menos con dos rebeld¨ªas concretas, algo es algo y sus or¨ªgenes, rurales y po¨¦ticos, le salvaron del desorden de la movida posterior que le acogi¨®. Irrumpi¨® como poeta con dos libros, La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982), que mostraban una poes¨ªa caudalosa, lenta y majestuosa, pero luego aprovech¨® la novela para introducirse en uno de los ef¨ªmeros momentos sucesivos de "nueva novela" que fatigaban el mundo editorial y triunf¨® primero a trav¨¦s de Seix Barral con Luna de lobos (1985, escenas de la guerrilla antifranquista) y sobre todo La lluvia amarilla (1988, donde se hizo el campe¨®n de la literatura ecol¨®gica). Se dedic¨® con ¨¦xito a los libros de viajes en El r¨ªo del olvido (1990), Tr¨¢s-os-Montes (1998) y Cuaderno del Duero (1999), y volvi¨® a la novela con una mezcla de relatos en Escenas de cine mudo (1994), cultivando tambi¨¦n art¨ªculos, reportajes y cuentos, que ha reunido en otras recopilaciones, mientras pasaba a ser una de las estrellas de Alfaguara, avalado por sus ¨¦xitos en sus guiones de cine, en pel¨ªculas de Ic¨ªar Bolla¨ªn y Benito Zambrano, por ejemplo.
Su literatura hunde sus ra¨ªces en el mundo rural, en los viajes, en la ecolog¨ªa, por lo que conserva el esp¨ªritu po¨¦tico de sus or¨ªgenes, a los que nunca ha vuelto, pero que conserva en su estilo. Es due?o de una prosa tradicional, respetuosa y nada rupturista, por lo que, siendo un producto "de la movida", nunca adopt¨® sus formas, pues es m¨¢s realista que imaginativo. De hecho, ¨¦sta es su ¨²nica novela urbana y la m¨¢s hilada de las suyas, como si el encuentro con Madrid (y su cielo, por artificial que sea) le hubiera proporcionado al final el para¨ªso original que las aguas del Porma le negaron. Adem¨¢s, aqu¨ª le ha nacido un hijo (llamado Julio), al que le dedica este libro estructurado seg¨²n los tres c¨ªrculos de la Divina Comedia de Dante, salvo el primero, dedicado al Limbo, nombre de un bar quiz¨¢ por Malasa?a donde se re¨²nen los actores o personajes de esta novela que quiere ser coral pero que apenas llega a un baile de siluetas m¨¢s generacional en todo caso. En el Limbo (que a su vez posee un cielo virtual, oscuro y estrellado como el de Madrid). En el fondo se trata de la autobiograf¨ªa imaginaria -que el empleo de la primera persona subraya siempre, en una trampa de doble sentido, hacia el lector y hacia el autor- que traza un pintor vocacional tard¨ªo triunfador al final, en medio de una movida confusa, cuyas escenas y figuras describe en medio de una insatisfacci¨®n general que lo domina todo.
]]>El cielo de Madrid]]> es una
novela que describe la movida sin caer en sus trampas, sin excesos formales. Es un libro cuidadoso, bien escrito y estructurado, que hunde sus ra¨ªces en su lirismo inicial, en su realismo rural (aunque aqu¨ª sea urbano) reordenado seg¨²n los c¨ªrculos de un Dante donde todo es m¨¢s comedia que tragedia lo cual es tomar su obra literalmente al rev¨¦s. Como el final, donde el narrador salva el libro para su protagonista al dedic¨¢rselo al hijo que no sabe c¨®mo ha tenido, tras tantos sucesivos ligues infructuosos, ni con qui¨¦n, ni c¨®mo, pero que le sirve para contar algo que entonces s¨ª puede contar, aunque no sabe ni por qu¨¦, ni para qu¨¦. La trampa de la primera persona se adelgaza hasta el extremo de tomarlo todo por real cambiando la profesi¨®n del narrador de pintor en escritor. Al final, a pesar del triunfo de los dos, la foto de la movida se ha quedado en un desencanto del desencanto. La foto, pese a su respeto tradicional, le ha salido algo movida, como todas las fotograf¨ªas, pues todos nos movemos cuando las sacamos; y el mundo tambi¨¦n se mueve a nuestro pesar.
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