Dresde, entre el dolor y la culpa
El 60? aniversario de la destrucci¨®n de la ciudad alemana reabre la pol¨¦mica: ?bombardeo aliado o crimen de guerra?
La ciudad alemana de Dresde conmemora hoy el 60? aniversario del bombardeo de los aliados, tres meses antes del final de la II Guerra Mundial en Europa. En menos de 24 horas las bombas aliadas mataron a 35.000 personas, destruyeron 175.000 viviendas de las 220.000 de la ciudad y arrasaron la que se conoc¨ªa como la Florencia alemana. El aniversario, menos de un mes despu¨¦s del de la liberaci¨®n del campo de exterminio de Auschwitz, ha reabierto en Alemania un profundo debate sobre si el bombardeo entra en la categor¨ªa de crimen de guerra, sobre el derecho al dolor tras la culpa colectiva, sobre cr¨ªmenes y castigos. En la conmemoraci¨®n de hoy se mezclan las celebraciones de duelo con m¨ªtines y manifestaciones de grupos m¨¢s o menos neonazis que tratan de utilizar el aniversario para propagar su tesis del "holocausto de las bombas".
Aquel 13 de febrero de 1945 era martes de carnaval. Los ni?os sal¨ªan a la calle con sus disfraces en medio del fr¨ªo. Dresde, uno de los bastiones del nazismo, no era una ciudad alegre por la presencia agobiante y palpable de la guerra en forma de miles de heridos y refugiados, huidos del avance del Ej¨¦rcito Rojo en el este, pero se sent¨ªa confiada. Los historiadores no se ponen de acuerdo, pero no parece que Dresde tuviera una importancia estrat¨¦gica especial, y a esto se a?ad¨ªa su car¨¢cter monumental. El fil¨®sofo y literato Johann Gottfried Herder, en su viaje en 1803, la hab¨ªa cantado en versos y bautizado con el nombre que todav¨ªa se le atribuye: "?Florece, Florencia alemana, con tus tesoros al mundo del arte!". Sus habitantes se sent¨ªan seguros. Nadie cometer¨ªa la barbaridad de bombardear aquellos tesoros.
Un pu?ado de los habitantes de la ciudad afrontaban ya lo que cre¨ªan iban a ser sus ¨²ltimas horas. De los 6.000 jud¨ªos que viv¨ªan en Dresde en 1933 s¨®lo quedaban 170. El resto se hab¨ªa exiliado a tiempo o los hab¨ªan enviado a las c¨¢maras de gas. Los que quedaban se hab¨ªan salvado por estar casados con arios. Ese 13 de febrero hab¨ªan recibido la notificaci¨®n de la Gestapo de que tres d¨ªas m¨¢s tarde ten¨ªan que presentarse a las 6.45 con una manta para una misi¨®n de trabajo. Todos sab¨ªan que se trataba del ¨²ltimo viaje, la condena a muerte en alg¨²n campo de exterminio. El padre de una jud¨ªa superviviente coment¨®: "S¨®lo nos puede salvar un bombardeo".
A la vista de lo que sigui¨® resulta dif¨ªcil decir que Dios le oy¨®, pero algunos de aquellos jud¨ªos que no murieron aplastados o abrasados por las bombas se arrancaron las estrellas de David que llevaban cosidas al pecho, pudieron huir y salvar sus vidas.
La alarma a¨¦rea son¨® a las 21.39. Poco despu¨¦s, los llamados ¨¢rboles de Navidad, bombas luminarias que se?alaban en el cielo los blancos, indicaron la inminencia del bombardeo, que comenz¨® a las 22.13. Los aviones de la fuerza a¨¦rea brit¨¢nica, que obedec¨ªan las ¨®rdenes del mariscal Arthur Harris, conocido como el Carnicero, y en definitiva las del primer ministro Winston Churchill, lanzaron durante hora y media 1.500 toneladas de bombas explosivas y 1.200 toneladas de bombas incendiarias. A la 1.23, ya mi¨¦rcoles de ceniza, sin advertencia, lleg¨® la segunda oleada. En el centro de la ciudad no qued¨® un lugar habitable. Se destruyeron 129 de las 139 escuelas y 11 de las 12 centrales de agua, gas y electricidad. El comandante brit¨¢nico al mando inform¨®: "Dresde, ese lugar, ya no existe". Ese d¨ªa sigui¨® un tercer bombardeo, esta vez de aviones norteamericanos. Algunos de los supervivientes que hab¨ªan huido hacia la zona del r¨ªo Elba aseguran todav¨ªa hoy que los aviones hicieron vuelos rasantes para disparar contra ellos. Las investigaciones hist¨®ricas lo niegan.
Al terminar la guerra, Dresde y Sajonia quedaron en la zona sovi¨¦tica, que luego fue la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. El r¨¦gimen prusiano-estalinista convirti¨® el bombardeo en instrumento de propaganda antiimperialista y lo redujo a un eslogan: "El terrorismo de los bombardeos angloamericanos". Hoy d¨ªa los neonazis aprovechan para hablar de "holocausto de las bombas", en un intento de equipararlo con el verdadero Holocausto.
Alemania debate estos d¨ªas sobre un bombardeo apocal¨ªptico. Sin duda, los juristas podr¨ªan tipificarlo como crimen de guerra contra una poblaci¨®n civil con la muerte de miles de mujeres, ni?os, ancianos, heridos y refugiados de guerra. No obstante, muchos no olvidan que fue Alemania quien desencaden¨® la guerra, que antes bombarde¨® ciudades europeas como Coventry, Varsovia o Londres, y que antes del ataque a¨¦reo a Dresde Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, hab¨ªa declarado la "guerra total". Y adem¨¢s est¨¢ la persecuci¨®n de los jud¨ªos y su exterminio en Auschwitz. En sus memorias, el pintor Otto Gabriel evoca la noche de los cristales rotos, el 9 de noviembre de 1938, cuando quemaron la sinagoga de Dresde, y recuerda el comentario de un hombre: "Este fuego regresar¨¢, dar¨¢ una gran vuelta y caer¨¢ alg¨²n d¨ªa sobre nosotros".
Palabras prof¨¦ticas. El historiador G?tz Aly ha sacado a relucir un dato terrible. Para evitar la propagaci¨®n de enfermedades, se amontonaron los cad¨¢veres en la plaza del Mercado Viejo de Dresde. Un batall¨®n de las SS se encarg¨® de quemar los restos que no hab¨ªan devorado las bombas incendiarias. Los de las SS hab¨ªan cumplido misiones similares en un campo de exterminio en Polonia, cuando los hornos crematorios no daban abasto. Como escribi¨® ayer Christian Esch en el Berliner Zeitung, los muertos del bombardeo quedaron subsumidos bajo los del exterminio y "el olor de Auschwitz se extendi¨® sobre los escombros de Dresde".
Derecho al sufrimiento
El escritor y periodista Joachim Fest, de 78 a?os, que lleva casi medio siglo dedicado a temas del nazismo, sostiene el derecho de los alemanes a expresar su sufrimiento. A la pregunta de si el tema no ha sido durante mucho tiempo tab¨² en la Alemania actual, responde Fest: "Los seres humanos tienen derecho a recordar a sus muertos. De mis familiares hubo 30 asesinados, violados y matados por los rusos y polacos. Naturalmente, pienso en ellos. ?C¨®mo no se va a hablar de esto? Ser¨ªa absurdo no hacerlo. Algunos lo sostienen, pero no hay que tomarlo en serio".
Argumenta Fest que los alemanes que tuvieron que ver c¨®mo sus hijos mor¨ªan en la guerra sufrieron m¨¢s que una francesa que "puede decir que sus marido, su hijo o sus hijos murieron por la gloria de Francia. Un alem¨¢n no puede decir eso, a ¨¦l lo llevaron a la guerra de Hitler y cay¨® all¨ª. ?Por qu¨¦ no se va a poder decir que sufrieron". A?ade Fest: "Tras la negativa a expresarlo se esconde una filosof¨ªa inhumana y b¨¢rbara, una aut¨¦ntica filosof¨ªa nazi".
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