Carta a una ciudadana iraqu¨ª
Este art¨ªculo fue escrito para el diario Il Manifesto. Sin embargo, al conocerse la noticia del secuestro en Bagdad de Giuliana Sgrena, enviada de ese peri¨®dico, yo mismo decid¨ª retener su publicaci¨®n. Como consecuencia, al no aparecer en Il Manifesto, ¨²nico peri¨®dico italiano realmente independiente al ser una cooperativa, los italianos no podr¨¢n leerlo, puesto que en los peri¨®dicos supuestamente "independientes", sin excepci¨®n alguna, se ha impuesto la noci¨®n de que las elecciones iraqu¨ªes son un resultado positivo y todos aquellos que siguen considerando ilegal la guerra de Bush corren el riesgo de ser definidos como amigos de los terroristas, seg¨²n ha dicho el ministro del Interior, Pisanu. Pr¨®ximamente tendr¨¢ lugar en Madrid un encuentro organizado por la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos y la Uni¨®n Europea sobre el tema "Cultura y pol¨ªtica en la nueva Europa", al que he sido invitado. Planteo una primera cuesti¨®n: ?qu¨¦ clase de cultura com¨²n puede ser posible en una Europa donde existe un pa¨ªs como Italia, en el cual un escritor, para publicar sus textos, si no quiere recurrir a peri¨®dicos de partido, debe pedir hospitalidad a un peri¨®dico extranjero?
Estimada se?ora iraqu¨ª:
Como afirma el proverbio, el hambre saca al lobo del bosque. ?Ha visto qu¨¦ ansia de elecciones hab¨ªa en su pa¨ªs? Debe usted comprenderlo: las elecciones libres tienen su precio. Hasta yo comprendo sus objeciones: cien mil muertos, la verdad, resultan un pel¨ªn excesivos. Pero hace unos d¨ªas usted y su vecina pudieron mojar un dedo en tinta y levantarlo con el orgullo de quien puede afirmar: con esta huella digital en la papeleta yo sanciono la libertad de elegir a mi representante en el Parlamento democr¨¢tico que los Estados Unidos nos han regalado. Haga este razonamiento y ver¨¢ que, comparativamente, cien mil muertos le parecen una nimiedad.
?C¨®mo dice? ?Que una bomba destruy¨® su casa y mat¨® a cuatro de sus hijos? Es doloroso, ya me lo imagino. ?Y que el ¨²nico hijo que sobrevivi¨® perdi¨® sus bracitos? ?Angelito! Pero entre nosotros la tecnolog¨ªa est¨¢ muy avanzada, se los dejaremos como nuevos e incluso mejor, ya ver¨¢ c¨®mo vuelve a casa m¨¢s espabilado que un grillo y cuando sea mayor podr¨¢ votar con sus bracitos tecnol¨®gicos. ?Para qu¨¦ le serv¨ªan sus bracitos de verdad si no pod¨ªa votar? ?Que tambi¨¦n su marido muri¨®? Cu¨¢nto lo siento. ?Y su hermano? ?Que se hizo pasar por un mendigo y cuando lleg¨® al puesto de control americano sac¨® una metralleta y dispar¨® contra los soldados? No deber¨ªa hab¨¦rmelo dicho, se?ora. Su hermano es un terrorista. Su hermano, para manifestar su contrariedad, eligi¨® una soluci¨®n pol¨ªticamente incorrecta. Ustedes, los iraqu¨ªes, no son leales, no combaten en igualdad de armas, no respetan la Convenci¨®n de Ginebra.
Acerca de la cuesti¨®n de las presiones sufridas por los prisioneros, consi¨¦ntame no estar de acuerdo con usted. Es cierto que los medios empleados resultan algo anticuados, no puedo desmentirla, puesto que existe documentaci¨®n fotogr¨¢fica: descargas el¨¦ctricas en los genitales, palizas con bastones de hierro, presos desnudados, encadenados, atados con tra¨ªllas, sodomizados con distintos instrumentos adecuados a tal finalidad, incluyendo el tradicional ¨®rgano masculino. Pero ver¨¢, estimada se?ora, lo que cuenta no son los medios. Si estas pr¨¢cticas se llevaran a cabo con una finalidad antidemocr¨¢tica, para instaurar una dictadura, por ejemplo, lo innoble del fin convertir¨ªa sin duda en innobles a esos medios. Pero si ¨¦stos se llevan a la pr¨¢ctica para alcanzar un fin nobil¨ªsimo como la democracia, santo Dios, pero ?es que no entiende que tales medios resultan, por esa misma raz¨®n, ennoblecidos?
Sobre las motivaciones que nos han inducido a intervenir en su pa¨ªs, aparentemente tiene usted raz¨®n. Pero tengo que desvelarle un secreto. Desde el primer momento, el objetivo de nuestro presidente fue el de llevarles la democracia. De forma vivaz incluso. S¨®lo que no pod¨ªa revelarlo porque el mundo no le hubiera cre¨ªdo. No puede ni imaginarse usted cu¨¢ntas envidias, cu¨¢ntos rencores, qu¨¦ falta de reconocimiento por todo el Bien que hemos llevado hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la Tierra, desde el sudeste asi¨¢tico hasta Suram¨¦rica y ?frica. Pensando siempre en el bienestar ajeno, hemos exportado nuestras materias primas y nuestros recursos por todas partes sin preocuparnos por nosotros mismos. Eso es lo que nos ense?aron grandes presidentes como Johnson, Nixon, Reagan, Bush I, Bush II, quienes, tras la insatisfactoria experiencia de la presidencia de Kennedy, ense?aron al mundo las v¨ªas de la Democracia Absoluta.
Si hubi¨¦ramos declarado de inmediato nuestros nobles motivos, dec¨ªa, el mundo no nos hubiera cre¨ªdo. De modo que tuvimos que recurrir a una peque?a estratagema: nuestro secretario de Estado, agitando una ampolla ante la asamblea de la ONU, sostuvo que se trataba de un l¨ªquido mortal, de un arma de destrucci¨®n masiva, y que su pa¨ªs guardaba inmensos dep¨®sitos de tal l¨ªquido. ?Pero si no era m¨¢s que un truco inocente! ?No era un l¨ªquido mortal, era tinta electoral! Es cierto que no fueron muchos quienes nos creyeron, y que el mundo entero se ech¨® a la calle. Ya sabe usted, la gente com¨²n es as¨ª, cree que la guerra es un mal indiscriminado, sigue sin comprender que no todo el mal provoca da?os. Y es que el pacifismo es un mal bicho, har¨¢n falta siglos para erradicarlo, pero nosotros nos estamos esforzando en ello. Con todo, recordar¨¢ usted el d¨ªa triunfal en el que las estatuas de dictador de su pa¨ªs fueron abatidas. Es una pena que junto a las estatuas fueran abatidas tambi¨¦n sus ciudades, a veces una cosa lleva a la otra. Pero no se torture, reconstruiremos su pa¨ªs dej¨¢ndolo como nuevo: nuestras empresas y las de nuestros aliados est¨¢n aqu¨ª precisamente para eso. Entiendo la objeci¨®n que me hace: hace algunos a?os, ese dictador era aliado nuestro. Lo admito. Hasta le dimos armas y gases, porque ten¨ªa algunos problemillas con los iran¨ªes y con los kurdos. Nos fiamos de ¨¦l. Son cosas que ocurren. Errar es humano. De todas formas, ¨²ltimamente hab¨ªa empeorado bastante.
Hoy es un gran d¨ªa para la Democracia Absoluta. Dale que te pego, hemos hecho que entiendan que las urnas son el bien supremo de la humanidad,cueste lo que cueste. Y es un d¨ªa de derrota para los pacifistas. ?Deber¨ªa darles verg¨¹enza! Hemos demostrado que la paz no conduce a ning¨²n sitio. La paz s¨®lo crea conflictos, provoca guerras, conlleva muerte y destrucci¨®n. Yo tambi¨¦n era pacifista, en mis tiempos, y me averg¨¹enzo de ello. Y miraba con recelo a las democracias parlamentarias, hasta el extremo de mantenerme al margen, declar¨¢ndome "extraparlamentario". Y raz¨®n no me faltaba, porque el modelo m¨¢s pernicioso eran las socialdemocracias escandinavas, que a¨²n est¨¢n imbuidas por la peligrosa ideolog¨ªa del pacifismo. Cr¨¦ame, se?ora m¨ªa, son democracias de lo m¨¢s aburrido: en esos pa¨ªses los ciudadanos se aburren hasta la saciedad, y adem¨¢s en invierno oscurece enseguida y hace un fr¨ªo de perros. Despu¨¦s tuve ocasi¨®n de arrepentirme: el pacifismo no compensa. Y comprend¨ª el valor de la Democracia Absoluta, la que no se pierde en disquisiciones sobre derecha e izquierda, conceptos definitivamente superados, sino que impulsa la econom¨ªa y hace m¨¢s vivaz el mundo. Y ahora soy opinante de profesi¨®n. Y ejerzo mi profesi¨®n en lugares en los que se cultivan las opiniones. No, no es exactamente la profesi¨®n de periodista como se entend¨ªa en el pasado. Los periodistas acuden al lugar de los hechos, mandan noticias, informan: el suyo es un trabajo anticuado y a menudo tambi¨¦n irritante. Entre informaci¨®n y opini¨®n hay un abismo, un salto de calidad. No s¨¦ bien c¨®mo explic¨¢rselo, es algo as¨ª como sus mul¨¢s de las escuelas cor¨¢nicas, pero democr¨¢ticos, no s¨¦ si me explico. Es un oficio intelectual. Digamos que nosotros, quienes nos dedicamos a este oficio, somos los nuevos intelectuales, los nuevos fil¨®sofos, los nuevos juristas de la nueva era democr¨¢tica global.
Hago votos para escuchar muy pronto su opini¨®n. Para m¨ª su opini¨®n es importante, se?ora. Dar¨ªa la vida con el fin de que pudiera expresar usted libremente su opini¨®n. Con todos mis respetos, cr¨¦ame suyo.
Un opinante democr¨¢tico.
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