La Constituci¨®n y la indiferencia
El pr¨®ximo d¨ªa 20 de febrero se nos convoca a un refer¨¦ndum que se parece m¨¢s bien a un plebiscito. En ¨¦l se pide la adhesi¨®n al s¨ª m¨¢s que la opci¨®n entre el s¨ª y el no. Ha habido precipitaci¨®n y falta de debate, como si a Espa?a le fuera bien cualquier Europa con tal de ser aceptada en el club. Decididamente, el partido socialista no domina la convocatoria de referendos. Se atasc¨® en la convocatoria del refer¨¦ndum de la OTAN y ahora ha lanzado un tr¨¢gala que pone un punto negro en el talante democr¨¢tico y abierto del presidente del Gobierno. Los que defendemos el no al tratado constitucional estamos haciendo en realidad un favor al Gobierno socialista, porque su principal enemigo es la indiferencia y, en consecuencia, la abstenci¨®n.
El mayor peligro en la construcci¨®n europea es el des¨¢nimo, la confirmaci¨®n de que todo se hace a beneficio de unos pocos y la indiferencia ante las consultas electorales
?C¨®mo se puede pedir el voto a quienes se ha tenido y se tiene fuera del inter¨¦s, debate y proceso de construcci¨®n europea? Hasta hoy Europa ha sido y es cosa de los gobiernos estatales, de la burocracia de Bruselas y de los grandes operadores econ¨®micos. Ellos son los que han decidido y deciden. Los ciudadanos han sido olvidados como tales y tratados como consumidores. ?A qu¨¦ viene consultar a los ninguneados ciudadanos? La respuesta esperable es la indiferencia y la desconfianza. Suerte tienen nuestros gobiernos democr¨¢ticos de contar con una ciudadan¨ªa muy dispuesta a creer. En Europa faltan l¨ªderes con capacidad de superar las fronteras estatales y erigirse en valedores de los derechos de los ciudadanos europeos en cuanto europeos. Todav¨ªa somos prisioneros de los intereses nacionalistas que defienden los gobiernos estatales y de la mediocridad de sus principales pol¨ªticos.
La Uni¨®n Europea de hoy, que el tratado constitucional consagra en su tercera parte, no est¨¢ basada en la voluntad de los ciudadanos, sino en la voluntad de las grandes corporaciones econ¨®micas y financieras que compiten por el dominio de un mercado ¨²nico y protegido con el apoyo de sus respectivos gobiernos nacionales. Los redactores de esta Constituci¨®n han escrito especialmente sobre derecho y econom¨ªa. Piensan que ya llegar¨¢ el momento de entrar en m¨¢s detalles sobre la cohesi¨®n social y la organizaci¨®n pol¨ªtica. El gran director del mercado asim¨¦trico y desigual europeo es el Banco Central Europeo, con plenos e indiscutidos poderes, sin que pueda haber ninguna interferencia para desarrollar sus funciones, tal como establecen el art¨ªculo III-188 y otros art¨ªculos de esta tercera parte, donde se cuecen las cosas importantes. En la primera y en la segunda partes del tratado constitucional hay bastante ret¨®rica, algunas indudables mejoras institucionales y, tambi¨¦n, avisos negativos para aquellos que sue?an con una Europa que reconozca a las naciones sin Estado.
La Uni¨®n Europea se ha construido bajo la hegemon¨ªa de las ideas neoliberales que han propugnado la privatizaci¨®n y el debilitamiento del Estado de bienestar en los ¨²ltimos 25 a?os. Su consecuencia es una Constituci¨®n economicista, escrita para que los euroesc¨¦pticos puedan votar que s¨ª, lo que equivale a destacar el dif¨ªcil camino que queda por hacer hacia una verdadera uni¨®n pol¨ªtica, que no ser¨¢ real hasta que los ciudadanos elijamos directamente al Gobierno europeo, un Gobierno independiente de la intermediaci¨®n de los gobiernos estatales. Todos los europe¨ªstas estaremos de acuerdo en que las mejoras institucionales del tratado constitucional son insuficientes y en que ser¨¢ imprescindible una reforma constitucional para avanzar hacia una Europa m¨¢s democr¨¢tica e independiente.
Esta Constituci¨®n ser¨¢ un paso hacia atr¨¢s si queda blindada demasiados a?os, lo cual es posible dada la gran dificultad para su reforma. En su organizaci¨®n interna contin¨²a dependiendo de la fuerza desigual de los gobiernos estatales, y como estos gobiernos defienden los intereses de sus respectivos pa¨ªses, es l¨®gico pensar que no habr¨¢ igualdad entre los ciudadanos europeos. Entre el estatalismo pol¨ªtico y el individualismo econ¨®mico, hay que preguntarse qui¨¦n defiende el inter¨¦s general europeo. Al mismo tiempo, en cuanto a su presencia internacional, la Uni¨®n Europea contin¨²a estando comprometida con la pol¨ªtica exterior estadounidense y con la OTAN. Un requisito b¨¢sico para una Uni¨®n Europea fuerte es su independencia.
Pero el mayor peligro de todos en la construcci¨®n pol¨ªtica europea es el des¨¢nimo, la confirmaci¨®n de que todo se est¨¢ haciendo a beneficio de unos pocos, la desconfianza en los pol¨ªticos, la indiferencia ante las consultas electorales. La ¨²nica forma de evitarlo es contando realmente con los ciudadanos, demostrando que se defienden sus intereses, construyendo valores comunes por encima de estados, etnias, creencias e ideolog¨ªas. Una cultura p¨²blica com¨²n europea es necesaria, imprescindible, para sacar a Europa de la indiferencia.
Miquel Caminal es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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