Horarios sin salida
A Javier L¨®pez, director comercial de una financiera, le gustar¨ªa llegar temprano a casa, sobre todo ahora, que acaba de nacer su primer hijo. Pero d¨ªa s¨ª y d¨ªa no le dan las nueve de la noche trabajando en su despacho, por culpa, en parte, de las largas pausas de mediod¨ªa. "Tengo que adaptarme a los horarios de mis clientes, que son comerciantes la mayor¨ªa, y les conviene quedar a comer. Lo malo es que se me van dos horas y media", dice este abogado riojano de 31 a?os que vive en Madrid. Javier es consciente de que la mayor¨ªa de sus colegas europeos tiene un horario concentrado -sin comidas interminables- que les permite echar el cierre en la oficina a las seis de la tarde; pero esto es Espa?a, un pa¨ªs donde los relojes marcan tiempos distintos a los europeos, hasta el punto de que nuestros horarios son una piedra angular de la idiosincrasia nacional.
Las largas jornadas no redundan en mayor reducci¨®n. Desde mediados de los noventa la productividad espa?ola no ha dejado de menguar
Las largas horas de oficina no redundan en mayor producci¨®n. Desde mediados de los a?os noventa la productividad espa?ola no ha dejado de menguar de forma alarmante. Raz¨®n de m¨¢s para que, pese a la general complacencia ante este estado de cosas, en los ¨²ltimos tiempos haya despegado un movimiento de concienciaci¨®n social que pretende devolver a este pa¨ªs al redil europeo, ponerlo en hora con Europa. Es una iniciativa reciente, apenas un tenue movimiento el que propugna la homologaci¨®n con Europa, pero muy combativo. Y es que, como subraya Ignacio Buqueras, presidente de la comisi¨®n para la racionalizaci¨®n de los horarios espa?oles, creada por la Fundaci¨®n Independiente, "los horarios tienen much¨ªsimas implicaciones en nuestra vida. En Espa?a, la gente est¨¢ en el trabajo muchas horas, come y cena muy tarde y se va tarde a la cama, aunque luego haya que levantarse temprano. Claro, no consiguen despejarse". Las consecuencias no pueden ser buenas. "Piense en los accidentes laborales
[en 2003 representaron un coste de 13.085 millones de euros], en los accidentes de tr¨¢fico. Cuando no se duerme lo suficiente se cometen errores que pueden ser fatales".
Futuras generaciones
Pero el intento de poner Espa?a en hora -como dice el t¨ªtulo del libro editado hace unos meses por la fundaci¨®n- no parece sencillo. Las decenas de encuentros, debates y mesas redondas con representantes de la pol¨ªtica, de las empresas y sindicatos, de la sociedad civil, organizados por Buqueras desde enero de 2002, han sido un ¨¦xito, pero han tenido escasas consecuencias hasta el momento. "Lo importante son las generaciones futuras", dice este consultor catal¨¢n. "Nuestra fundaci¨®n trabaja por el fortalecimiento de la sociedad civil. Una sociedad en la que los ciudadanos participen, en la que puedan desarrollarse s¨®lidos movimientos asociativos. Claro, con estos horarios imposibles la gente no tiene tiempo para formar parte de ninguna asociaci¨®n, ni de participar en nada".
Javier L¨®pez y su mujer, Mar¨ªa Jos¨¦, empleada en una organizaci¨®n empresarial, rechazaron con horror la propuesta de presidir la comunidad de vecinos en su casa. "No tenemos tiempo para nada", dice ella, "hace siglos que no salimos m¨¢s que alguna noche a tomar una copa, porque somos j¨®venes y vivimos en el centro". Mar¨ªa Jos¨¦, ahora de baja por maternidad, teme el momento de reincorporarse al trabajo. "Me gusta lo que hago, pero no veo por qu¨¦ hay que ir a la oficina todos los d¨ªas de 8.30 a 18.30. Podr¨ªa quedarme a trabajar en casa, con el ordenador, por lo menos tres d¨ªas por semana". O suprimir la pausa de comida. Dos horas que no le sirven para nada. A Mar¨ªa Jos¨¦ le gustar¨ªa un sistema de horario flexible como el que empieza a imponerse en algunas multinacionales. Por ejemplo, en IBM, que ha aplicado en Espa?a sus directrices internacionales.
"A la empresa lo que le interesa es que el trabajo se haga, no las horas de presencia en la oficina", explica Manuel Cervantes, responsable de recursos humanos en la sede madrile?a de esta multinacional para la que trabajan 7.000 personas en Espa?a. Sus dominios est¨¢n en una planta alta del singular edificio de la multinacional, una especie de gigantesco transatl¨¢ntico varado en la confluencia de la M-30 y la N-II, por el que transitan unos 2.000 empleados. O quiz¨¢ menos, porque, como explica Cervantes, "las horas de entrada y de salida son flexibles; adem¨¢s, una parte de la plantilla trabaja con los clientes y no suele venir. Por ejemplo los vendedores, perd¨ªan un 18% del tiempo laboral en los atascos". Cervantes reconoce que son las mujeres (un tercio largo del total de empleados) las que m¨¢s valoran la flexibilidad, porque son las que tienen todav¨ªa m¨¢s dificultades para compaginar la vida profesional y la familiar. Pero este sistema flexible tiene, sin embargo, una contrapartida: los empleados deben estar localizables en todo momento.
Mejor en la oficina
Lo que Cervantes no ve como una posibilidad en el panorama espa?ol es el teletrabajo, muy extendido en Estados Unidos y en los pa¨ªses n¨®rdicos. Los espa?oles, como buenos latinos, necesitamos del contacto humano, no estamos a gusto en soledad, cree ¨¦l. Un contacto humano que se cobra su precio en tiempo y productividad. "Nuestras reuniones de trabajo suelen estar muy desestructuradas, empiezan tarde y terminan tarde, la gente no es puntual, y eso nos perjudica", explica. "Las comidas de trabajo, por ejemplo, no existen en los pa¨ªses n¨®rdicos. Pero las cosas son as¨ª. El concepto de relaci¨®n humana, social, laboral, es muy importante entre nosotros".
Eso justamente piensa Inmaculada ?lvarez, empresaria, y presidenta de la Asociaci¨®n Espa?ola de Mujeres Empresarias de Madrid. "Somos latinos, aqu¨ª a la gente no hay quien le haga irse a la cama a las ocho de la tarde. Nos gusta salir, estar con los dem¨¢s, y eso hace dif¨ªcil que se implanten aqu¨ª los horarios europeos". ?lvarez misma pasa horas interminables en su despacho de la asociaci¨®n porque le encanta su trabajo. Atender llamadas, asistir a reuniones, sentir que se forma parte de la sociedad, que se tiene un lugar en ella m¨¢s o menos importante.
Y es que por las largas jornadas de trabajo a la espa?ola transita toda la vida. En esas horas se socializa con los compa?eros, se hacen las llamadas urgentes al banco, se monta la cita con el dentista, se reservan hoteles para las vacaciones, se charla con la familia lejana. Guste o no guste, el trabajo lo es todo, o casi todo, es la convivencia con el mundo, es la vida, porque a esa dedicaci¨®n pueden intercal¨¢rsele otras que terminan por compensar las carencias de tiempo fuera del horario laboral.
S¨®lo es cuesti¨®n de adaptarse. Cuando la periodista suiza Nicole Herzog, corresponsal de la revista alemana Focus, y su marido, se instalaron en Espa?a, hace 30 a?os, sufrieron un choque debido a los horarios. "Pero enseguida me di cuenta de que la pausa tan larga de la comida me daba la posibilidad de estar un rato con mis hijos, que eran entonces muy peque?os", dice Nicole. Y con el tiempo, el horario espa?ol les fue ganando para su causa, con una excepci¨®n: las cenas tard¨ªas. "Me sientan mal, as¨ª que he optado por no cenar, tomo una ensalada a ¨²ltima hora de la tarde, o un caldo". Por lo dem¨¢s, la identificaci¨®n es tan completa que, reconoce Nicole, "cuando regreso a casa, en Suiza, se me hace desagradable eso de comer a las doce. Ni siquiera tengo hambre".
Otros horarios en tiempos de Pardo Baz¨¢n
EN NING?N PA?S de Europa se come o se cena a horas tan tard¨ªas, ni, como consecuencia, las jornadas laborales se hacen tan interminables. Lo normal es empezar moderadamente temprano y terminar pasadas las siete o las ocho de la tarde, en el mejor de los casos. Ignacio Buqueras y sus colaboradores se preguntaron un d¨ªa: ?de d¨®nde arranca todo esto, esta anomal¨ªa de los horarios espa?oles? Y se lanzaron a consultar las hemerotecas y a repasar los testimonios literarios. Novelas de Benito P¨¦rez Gald¨®s o de la condesa Pardo Baz¨¢n ofrecieron un soporte hist¨®rico que demuestra c¨®mo hasta 1920 la sociedad espa?ola se reg¨ªa por horarios europeos. Almuerzos al mediod¨ªa, cenas entre las siete y las ocho de la tarde. Luego, de repente, tras la Guerra Civil, los usos se trastocan. "Hay muchas hip¨®tesis para explicar por qu¨¦ ocurri¨®, pero la verdad me parece que no la sabe nadie. Se dice que si fue la mayor industrializaci¨®n, que si el ritmo de vida de los se?oritos, que a la gente m¨¢s modesta le dio por imitar... Otros sostienen que fue el pluriempleo. No sabemos por qu¨¦ cambi¨® todo esto", dice Buqueras. La ¨²nica realidad es que con nuestros horarios el tiempo medio de sue?o de los espa?oles se sit¨²a por debajo de la media no ya europea, sino internacional. En un estudio sobre horas de sue?o elaborado recientemente por la firma Ikea Ib¨¦rica, entre 27 pa¨ªses de Europa, Am¨¦rica, Asia y Australia. Mientras la media del conjunto de entrevistados se sit¨²a en siete horas y seis minutos de sue?o diario, la media de los espa?oles es de siete horas y un minuto, con grandes oscilaciones por sexo (las mujeres duermen menos). Y no s¨®lo eso; los espa?oles nos acostamos tarde, a medianoche, por t¨¦rmino medio.
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