Racaner¨ªa

No hubo tiempo. Acaso valga incidir en la participaci¨®n del p¨²blico, entregado en todo momento, que s¨®lo mostr¨® su enfado y una leve molestia cuando el artista decidi¨® interrumpir su actuaci¨®n a la hora escasa de haberla iniciado. Unos gritos de "?fuera! ?fuera!" y poco m¨¢s, cuando a nadie hubiera extra?ado un mot¨ªn por el fraude que supuso pagar cerca de 60 euros, en algunos casos, en venta legal, y quedarse con la miel en los labios. Inexplicablemente, Marc Anthony defraud¨® a su acalorada audiencia espa?ola. Incomprensible esa decepci¨®n cuando el concierto estaba transcurriendo por los l¨ªmites de lo correcto, con un p¨²blico que acog¨ªa con entusiasmo cualquier gesto de este artista neoyorquino de origen puertorrique?o que se est¨¢ convirtiendo en el verdadero fen¨®meno del pop latino.

Si hubo excusas para que abandonara el escenario de forma tan precipitada ¨¦stas no se dieron, y qued¨® entre el personal un sabor amargo que enturbi¨® la primera visita a Espa?a de un artista de una proyecci¨®n indudable. La plaza estaba abarrotada. Marc Anthony se esfum¨® justo cuando los catorce mil espectadores de Vistalegre mejor se lo estaban pasando.

Se hab¨ªa anunciado un largo concierto dividido en dos partes, una entregado a la salsa y los arreglos m¨¢s tropicales y otra al pop, con montaje m¨¢s internacional. Sobrevivi¨® la parte salsera, con una agrupaci¨®n de armas tomar, que sab¨ªan bien lo que se hac¨ªan en eso de darle sabor y colorido al son y al montuno, bases sobre la que se amoldan esos medio tiempos y baladas que Anthony desgrana con buenas maneras. Del enfoque pop nada se supo, s¨®lo alg¨²n gui?o en medio de alguna canci¨®n.