Una familia rota que busca justicia
El s¨¢bado 8 de enero, Manuel Jes¨²s Cosano Merino falleci¨® mientras trabajaba en las obras de derrumbe de un edificio en Puente Genil (C¨®rdoba). La noticia ocup¨® l¨ªneas en los peri¨®dicos y minutos en las radios y televisiones algunos d¨ªas. Luego, se apag¨® el inter¨¦s medi¨¢tico por la en¨¦sima persona que mor¨ªa en un tajo. Manuel -Manu, como le llamaban sus padres y amigos- pas¨® a formar parte de la fr¨ªa estad¨ªstica de los accidentes laborales.
El 11 de febrero, Manu hubiese cumplido 23 a?os. "Ese d¨ªa celebramos una misa", cuenta su madre Dolores. Vestida de negro de pies a la cabeza y con los ojos enrojecidos explica que todas las ma?anas habla con el retrato de su hijo: "Le pregunto por qu¨¦ fue a trabajar ese d¨ªa, por qu¨¦ entr¨® en la casa..."
"Si se cumpliera la norma, no pasar¨ªan estas cosas", dice el padre del joven fallecido
El tajo en el que muri¨® Manu est¨¢ a apenas 300 metros de la casa de sus padres. Manuel, el padre del joven, no ha vuelto a pasar por delante del edificio: "Los psic¨®logos nos han dicho que no tenemos que olvidarlo, pero que no hablemos constantemente de ¨¦l". Pero resulta casi imposible porque, tal y como cuenta el progenitor, el ser humano est¨¢ preparado para ver morir a un padre o a un hermano, pero nunca para enterrar a un hijo.
Manu era el segundo hijo de Dolores y Manuel. Era el peque?o de la casa. "Recuerdo que siempre me dec¨ªa que me iba a cuidar cuando yo fuese mayor", comenta la madre. Era bromista, activo y responsable.
Aunque el padre de Manu tiene una empresa propia, ¨¦l nunca quiso trabajar all¨ª porque le aburr¨ªa la monoton¨ªa de la f¨¢brica. Desde peque?o, lo que m¨¢s le gustaba eran los camiones y la maquinaria. Cuando acab¨® la educaci¨®n obligatoria, se sac¨® los carn¨¦s necesarios y entr¨® en una empresa de demoliciones de sus t¨ªos. Hasta que Excavaciones P¨¦rez Aguilar le ofreci¨® un contrato como conductor. "Todo el sueldo que le pagaban nos lo daba a nosotros", explica desconsolada su madre, quien administraba el dinero de su hijo.
Manu viv¨ªa con sus padres, pero hab¨ªa decido pedir una hipoteca para comprar una casa. Lo hizo a medias con su novia Jessica, de 19 a?os, con la que llevaba m¨¢s de tres a?os saliendo. Pero todos los proyectos se quedaron en nada.
Aquel s¨¢bado, d¨ªa en el que no est¨¢ permitido trabajar seg¨²n el convenio de la construcci¨®n, Manu y otro compa?ero entraron en el edificio que estaban demoliendo. Por circunstancias que todav¨ªa no se han aclarado, la pala de demolici¨®n golpe¨® una de las paredes de la casa. A Manu le cay¨® una viga encima y le aprision¨® los brazos. Media hora despu¨¦s, mor¨ªa atrapado. La familia se lamenta de la "excesiva tardanza" de los servicios del 061.
A Dolores le desgarra el pecho que nadie fuera a su casa, situada a unos 300 metros del lugar del accidente, a alertarle de lo que hab¨ªa ocurrido. Es enfermera y no puede quitarse de la cabeza que ella hubiera hecho lo imposible para que su hijo no falleciera: "Le hubiese hecho el boca a boca, el masaje cardiaco... Aunque fuera, le hubiera hablado para que no se quedara dormido".
El padre s¨®lo tiene una obsesi¨®n: que se haga justicia. Cree que si se hubieran cumplido las medidas de seguridad, algo que no se daba, seg¨²n el sindicato UGT, el accidente no hubiera ocurrido. "Si se cumpliera la normativa, no pasar¨ªan estas cosas y todos los d¨ªas est¨¢n muriendo trabajadores", repite enfurecido Manuel.
En el despacho del padre de Manu hay dos retratos. Uno es el de su hijo, el otro el de su nieto Rub¨¦n de dos meses de edad. La madre del joven fallecido cree que el destino quiso que Manu conociera a su sobrino. Naci¨® en diciembre, un mes antes de lo previsto: "Si no hubiera sito ochomesino no lo hubiera visto nunca".
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