Universidad y virtualidad: ?10 a?os de una quimera?
Han pasado poco m¨¢s de diez a?os desde aquel 6 de octubre de 1994 en el que la Fundaci¨®n para la Universitat Oberta de Catalu?a se constituy¨® formalmente con el objetivo de dar cobertura a un proyecto -a una idea quiz¨¢s- que algunos no acababan de comprender, muchos contemplaban con escepticismo, pero que todos, en cualquier caso, afront¨¢bamos con una ambici¨®n e ilusi¨®n sin duda directamente proporcionales a la envergadura del reto. Crear la que iba a ser una universidad no presencial cuya metodolog¨ªa situara al estudiante en el centro del sistema, y con un modelo tecnol¨®gico que en aquel momento se apoyaba en lo que tambi¨¦n para muchos supon¨ªa una apuesta arriesgada, casi una utop¨ªa: la utilizaci¨®n intensiva de las, en aquel momento, "nuevas" tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n (TIC).
Ya no tenemos por qu¨¦ vincular el aprendizaje a una etapa de nuestra vida
El mundo evoluciona muy r¨¢pidamente y la universidad debe saber adaptarse
Los 98.000 estudiantes que en estos primeros 10 a?os han navegado por nuestras aulas virtuales y han utilizado los recursos del campus virtual confirman plenamente el esfuerzo, as¨ª como la visi¨®n y el car¨¢cter emprendedor y pionero de aquellos primeros 200 estudiantes que en el curso 95-96 se iniciaron en las dos primeras titulaciones con las que nacimos. Hoy, con 35.000 estudiantes, 17 titulaciones homologadas desplegadas, m¨¢s de un centenar de programas de posgrado y m¨¢s de 3.000 graduados universitarios, podemos hablar ya de algo m¨¢s que una visi¨®n. Tuvimos adem¨¢s la fortuna de llegar en el momento oportuno. Cinco a?os antes ni tan s¨®lo habr¨ªamos podido imaginarlo y cinco a?os despu¨¦s habr¨ªamos llegado tarde.
Con libertad y sin trabas construimos una universidad adaptada a la sociedad de la informaci¨®n, marcada por los atributos de la virtualidad, la globalidad y la ubicuidad. La virtualidad en tanto que superaci¨®n de limitaciones espaciales o temporales mediante el trabajo en red y utilizando la red. La globalidad en tanto que la posibilidad de superar las fronteras institucionales, ling¨¹¨ªsticas, culturales y nacionales. La ubicuidad en tanto que la total conectividad a los recursos del sistema formativo a lo largo y a lo ancho de nuestro entorno vivencial, sin dependencia de puntos f¨ªsicos predeterminados de acceso. Ya no tenemos hoy en d¨ªa por qu¨¦ vincular el aprendizaje a una etapa determinada de nuestra vida y a una localizaci¨®n f¨ªsica concreta. Debemos asumir el aprendizaje y la formaci¨®n como un estilo de vida, una manera personalizada de existir.
Configuramos asimismo un modelo en el que lo p¨²blico y lo privado conviven sabiamente, aport¨¢ndonos elevadas dosis de eficacia, flexibilidad y operatividad. Ejemplos de ello los tenemos en el establecimiento de una rica y densa red de alianzas con empresas y con universidades latinoamericanas que nos permiti¨® trascender r¨¢pidamente el ¨¢mbito ling¨¹¨ªstico catal¨¢n -que est¨¢ en el origen de la UOC-, incorporando a la oferta formativa de la universidad un n¨²mero importante de licenciaturas y de posgrados en espa?ol, lo que ha proyectado nuestro modelo y nuestra presencia en este espacio cultural que compartimos y nos es propio.
Mi experiencia como rector abarca tanto la formaci¨®n presencial como la no presencial. Lo aprendido en estos -perm¨ªtanme- ya largos a?os es el convencimiento de la centralidad del estudiante en el proceso formativo. Lo aprendido es que las estructuras y las organizaciones deben responder a las necesidades cambiantes de nuestros estudiantes, que son las necesidades cambiantes de la sociedad que cada vez m¨¢s opera en red, y se comunica mediante la red.
No creo, por ello, que el debate deba situarse en la competencia entre s¨ª de los modelos presenciales y los modelos no presenciales. M¨¢s bien creo que son modelos que se complementan y que se potencian mutuamente. A ambos modelos debe unirlos un mismo denominador com¨²n e id¨¦ntico objetivo: proveer aquellos sistemas que -en la sociedad del conocimiento en la que vivimos- mejor garanticen la posibilidad de ofrecer una formaci¨®n de calidad a lo largo de toda la vida, y de hacerlo al ritmo y con la intensidad que cada estudiante precise.
Quienes me conocen me han o¨ªdo referir en repetidas ocasiones la frase de quien fuera presidente de la Universidad de Stanford, Gerhard Casper: "En los inicios del segundo milenio, la universidad, como entidad corp¨®rea, no se asemejar¨¢ mucho a lo que ha sido hasta hoy, si es que verdaderamente contin¨²a existiendo de forma reconocible". El mundo evoluciona muy r¨¢pidamente y la universidad debe saber adaptarse permanentemente a las nuevas funciones que se le ir¨¢n exigiendo si no quiere quedar obsoleta e inoperante.
La verdad es que creo que gran parte de los cambios en nuestras universidades est¨¢n a¨²n por venir. Probablemente sea ¨¦ste uno de los principales retos al que los universitarios debemos hacer frente. Ante todo debemos ser capaces de detectar y de reconocer el impacto evidente que las TIC est¨¢n teniendo sobre todos los sectores de la sociedad y espec¨ªficamente sobre el propio concepto de formaci¨®n desde la perspectiva de las instituciones educativas. Y ah¨ª la universidad se encuentra ante la necesidad vital de actuar como un motor del proceso de adopci¨®n e integraci¨®n -social, econ¨®mico y cultural- de las TIC en todos los ¨¢mbitos. Habr¨¢ que tener tambi¨¦n presente el impacto extraordinario que la sociedad del conocimiento est¨¢ teniendo en la forma de organizaci¨®n interna y de gesti¨®n de las instituciones.
Creo que las estrategias de formaci¨®n basadas en este nuevo paradigma pueden actuar de impulsoras del cambio necesario que buena parte de nuestras estructuras universitarias precisan. De nuevo el caso de la UOC -a pesar, insisto una vez m¨¢s, de su especificidad- puede ser tambi¨¦n un buen ejemplo de hasta qu¨¦ punto un determinado concepto organizativo en el que lo p¨²blico (la visi¨®n y el impulso inicial) y lo privado (criterios de gesti¨®n orientados a la obtenci¨®n de resultados concretos con hitos temporales definidos) conviven y se complementan para garantizar un funcionamiento eficaz y eficiente. Haber podido dise?ar e implementar una estructura en la que las decisiones se puedan tomar y ejecutar a tiempo es una variable nada desde?able en un entorno y en un mundo en el que -en ocasiones incluso a pesar nuestro- competimos globalmente.
La sociedad del conocimiento potencia procesos en buena medida mediados y posibles virtualmente, electr¨®nicamente. Procesos que transforman y superan categor¨ªas aprior¨ªsticas como el espacio y el tiempo y que permiten que las personas puedan escoger aut¨®nomamente sus circuitos de comunicaci¨®n, de interacci¨®n y de acceso a las fuentes del conocimiento. Las TIC potencian este acceso, si bien no estoy tan seguro de que la mera disponibilidad sea en s¨ª misma un valor. El valor y la plena realizaci¨®n de sus potencialidades vendr¨¢n de la mano de una nueva concepci¨®n de la formaci¨®n, de los procesos de educaci¨®n. Debemos pensar en modelos que permitan fundamentar la asertividad del individuo. No tan s¨®lo su capacidad instrumental para utilizar la red, sino la capacidad real para trabajar, relacionarse y aprender -permanentemente- en red. H¨¢biles para acceder, discriminar y reconstruir la informaci¨®n de la red en forma de conocimiento v¨¢lido y ¨²til. No se trata tanto de saber -saber cosas- cuanto de intuir lo que realmente deber¨ªamos saber-generar conocimiento. ?Una quimera?
Gabriel Ferrat¨¦ es rector de la Universitat Oberta de Catalunya (gferrate@uoc.edu).
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