El limbo de Madrid
Se cumplen, dicen, 25 a?os del nacimiento de la movida madrile?a, y digo dicen porque aquel movimiento urbano, l¨²dico y cultural que naci¨® en las calles y agoniz¨® en los despachos del poder no tuvo un hito fundacional, ni d¨ªa, ni mes, ni a?o que pueda se?alarse con certeza. Sin embargo, la movida de la que se habla y se escribe empez¨® a gestarse a partir de una fecha muy concreta, el 20-N de 1975. Naci¨® la movida entre el desencanto de los viejos progres, que ve¨ªan c¨®mo la nueva normalidad democr¨¢tica se consolidaba lejos de cualquier tentaci¨®n revolucionaria o subversiva, y la aparici¨®n en escena de una nueva generaci¨®n encantada de ocupar el escenario y de cambiar el decorado, con ganas de divertirse y de olvidarse de unos a?os de plomo que apenas hab¨ªan vivido.
Fechar en 1980 el arranque de aquel difuso y confuso estado de ¨¢nimo es una de esas convenciones que tanto gustan a los revendedores de nostalgias y a los funcionarios de la cultura que, carentes de imaginaci¨®n, facultad que podr¨ªa ser un lastre en sus tareas, se gu¨ªan por la confortable seguridad de las efem¨¦rides y por la rotundidad de los n¨²meros redondos y simb¨®licos. Si aceptamos el convencionalismo, un cuarto de siglo despu¨¦s de su presunto natalicio, la extinta movida, tres y treinta y tres veces negada por muchos de sus protagonistas y mentores desde sus or¨ªgenes hasta hoy, despliega sus fantasmas en los escaparates de la industria del ocio con nuevos soportes, y algunos de los supervivientes aprovechan el reflujo para reflotar sus carreras musicales y aprovechar viejos ¨¦xitos que no aprovecharon en su momento, porque ellos eran demasiado j¨®venes y los tiburones de la industria musical se aprovecharon de ellos.
La visi¨®n m¨¢s difundida por los medios circunscribe la movida a los terrenos de la m¨²sica y la moda, el c¨®mic y el dise?o, el gran invento de aquellos a?os. Para demostrar la superficialidad, frivolidad e irrelevancia del movimiento, sus detractores, m¨¢s numerosos que sus partidarios, ignoran otros ¨¢mbitos, el del cine que, por primera vez en la historia de nuestra precaria industria, confi¨® en una nueva generaci¨®n de directores j¨®venes, el de las artes pl¨¢sticas y sobre todo el de la literatura, piedra de toque para algunos cr¨ªticos de toda escuela o generaci¨®n que pretenda pasar a la historia. La "generaci¨®n de la movida" en la literatura tard¨®, como es de ley, cierto tiempo en asomar cabeza; porque sus futuros escritores estaban demasiado ocupados vivi¨¦ndola intensamente sin tiempo para la reflexi¨®n o la glosa, la cr¨®nica period¨ªstica era el ¨²nico g¨¦nero capaz de seguir los vertiginosos ritmos y movimientos que sacud¨ªan la urbe resucitada; luego lleg¨® la hora de las memorias prematuras y los testimonios de primera mano, relatos subjetivos cuyos autores, por lo general, no exhiben m¨¢s pretensi¨®n que la de reivindicar sus respectivos papeles en el invento y se?alar las fronteras, imposibles, entre la movida genuina, la suya, y las imitaciones. Al margen de cualquier adscripci¨®n estil¨ªstica o escol¨¢stica, autores como Loriga, Ma?as o M¨²gica podr¨ªan situarse entre los escritores de la inexistente movida literaria, que ¨²ltimamente ha generado, al margen de efem¨¦rides oportunistas, excelentes relatos que tienen como marco de referencia aquellos a?os y aquellos ambientes. Un texto reciente de Luis Antonio de Villena y la ¨²ltima novela de Julio Llamazares, El cielo de Madrid, sirvan de ejemplo.
"En el verano de 1985, todos ten¨ªamos ya 30 a?os", as¨ª reza la primera l¨ªnea de la espl¨¦ndida novela de Llamazares, un relato en primera persona que no recoge ni los fastos, ni los eventos, ni los paisajes emblem¨¢ticos, de una movida que aqu¨ª sirve de estrellado tel¨®n de fondo para las vivencias y experiencias de un pintor en ciernes que aterriza en Madrid en 1975, como tantos otros, " para intentar realizar nuestras pobres ilusiones provincianas".
En 1976, Madrid recupera su papel de foco cultural, luminaria que atrae de nuevo, tras un infame par¨¦ntesis, a los j¨®venes ¨¢vidos de triunfo y de aventura. Desde una mesa del Limbo, caf¨¦ nocturno y fronterizo, el protagonista revive "aquella noche, la ¨²ltima de nuestra juventud", y plasma un vivo y v¨ªvido retrato de artista con Madrid al fondo, atrapado bajo la b¨®veda de un cielo prodigioso. Como dice uno de los personajes del relato: "Aqu¨ª nadie te pregunta qui¨¦n eres ni lo que buscas. Y, a cambio, te ofrece el cielo m¨¢s hermoso del pa¨ªs".
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