El da?o que hace el tabaco
Soy un fumador que no fuma -un bebedor que no bebe, un jugador que no juega- y no me ata?e la barbarie de las multas que se anuncian. S¨®lo en cuanto humano que ve presionados a aquellos a quienes el tabaco les ha llegado desde sus padres y sus abuelos, desde las pel¨ªculas a la vida real, desde los anuncios hasta la prueba. Son incapaces de redimirse. Comprendo que es un bien para la poblaci¨®n, y me inquieta que un Estado emprenda as¨ª un bien. Una dictadura, una tiran¨ªa justificada son peores que las otras, porque no hay raz¨®n para atacarlas y derribarlas. Ya se sabe por qu¨¦ quieren salvarnos: nadie salva a nadie si no es para sacarle algo, y estos Gobiernos quieren, en realidad, quitarnos de la enfermedad que debe pagar el "Estado de bienestar". Las enfermedades de bronquio y pulm¨®n son caras, terminan requiriendo operaciones, son muchas ausencias de trabajo... Pero estas multas, estas coacciones son salvajes. El culpable es el individuo, no el lugar donde fuma; pero si es menor han de pagar los padres, que son sus responsables civiles. ?stas son las maneras legales de castigar al inocente y de hacerle agente del terror.
"Es por tu bien", me dec¨ªan a m¨ª de ni?o cuando me somet¨ªan a alguna salvajada de escuela. "M¨¢s me duele a m¨ª", dec¨ªa el maestro de la palmeta: y uno comprend¨ªa ya que el poder estaba envuelto en la mentira. No digo que a ¨¦l le causara un placer ¨ªntimo, pero podr¨ªa ser. Y fue por mi bien finalmente: me hizo rebelde, y eso forma a un hombre y a una mujer. Don Manuel, sacerdote enorme, paseaba entre las mesas mientras preguntaba y espiaba; daba golpes en la cabeza con la regla. "Si me da, le tiro el tintero", pensaban mis nueve a?os. Me dio y lo tir¨¦. Fui al cuarto oscuro lleno de orgullo; acudi¨® mi padre, comparec¨ª, y el sacerdote maestro comenz¨® su relato: "Le di con la regla y...". "?Le peg¨® usted?", interrumpi¨® mi padre. "Claro, la disciplina...". "Ni una palabra m¨¢s. ?l ha hecho lo que deb¨ªa. Me lo llevo de este colegio...". Bueno, as¨ª era la Rep¨²blica o, por lo menos, los republicanos. No se pega. No se multa ferozmente a un fumador ni a un bebedor. Tenemos que ser nosotros los que prefiramos mantener la salud, la vida, la decisi¨®n. Pero eso ya no volver¨¢ nunca.
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