Los derechos del se?or Pel¨¢ez
Marisa fue la primera que se dio cuenta de que estaba mal. El se?or Pel¨¢ez entraba en su mercer¨ªa un par de meses al a?o, a comprar calcetines o dejarle alguna prenda de ropa para arreglar. Pero aquel d¨ªa lo vio a trav¨¦s del escaparate, andando muy despacio, tan delgado, tan fr¨¢gil, hasta que se detuvo de pronto, levant¨® la vista para dirigir a su alrededor una mirada desorientada, perdida, traz¨® un c¨ªrculo extra?o con el cuerpo, como si estuviera borracho, y se agarr¨® a una farola para no caerse al suelo. Entonces, ella sali¨® corriendo de la tienda, le sostuvo, le agarr¨® por debajo de las axilas, le ayud¨® a entrar y se asombr¨® de la levedad de su peso. Luego le sent¨® en una silla, le dio un vaso de agua y le abanic¨® un rato antes de preguntar.
-?Qu¨¦ le pasa, Faustino?
-No lo s¨¦ -¨¦l la mir¨® con la expresi¨®n de un ni?o peque?o y asustado-. Me ocurre de vez en cuando, ¨²ltimamente. Me mareo, oigo un zumbido, todo me da vueltas? Si estoy en casa, me tumbo y espero a que se me pase. ?sta es la primera vez que me pilla en la calle.
Marisa se qued¨® un momento pensando, lo mir¨®, no se mueva de aqu¨ª, ?vale?, ahora mismo vuelvo. Braulio, el ¨²nico m¨¦dico que ten¨ªa a mano, estaba liado con una ortodoncia, pero sali¨® un momento a hablar con ella. No s¨¦, le dijo, es muy dif¨ªcil diagnosticar una cosa as¨ª, habla con Ana, mejor. ?Qui¨¦n, la del cuarto? S¨ª, es enfermera, trabaja en un hospital, no tengo el n¨²mero de su m¨®vil, pero el de Emilio s¨ª?
A partir de ah¨ª, todo fue mejor. Antes de media hora, Ana les hab¨ªa mandado una ambulancia, Marisa viaj¨® en ella, descans¨® al saber que Faustino se iba a quedar ingresado, le tienen que hacer pruebas, le dijo Ana, ahora lo importante es localizar a su familia.
Localizarla fue muy f¨¢cil. El se?or Pel¨¢ez llevaba encima los tel¨¦fonos de sus dos hijos, que vinieron corriendo, con l¨¢grimas en los ojos y grandes aspavientos en general. Entonces, Marisa se desentendi¨® del asunto. Ana la manten¨ªa al corriente de las novedades, el problema est¨¢ en el o¨ªdo medio, pero no se atreven a operarle porque el riesgo es demasiado alto, habr¨¢ que ver? No hubo mucho que ver. Veinte d¨ªas despu¨¦s, el se?or Pel¨¢ez volvi¨® a casa, sus hijos sonrientes, los mismos aspavientos que en el hospital. Ella, al d¨ªa siguiente, ya no fue a verle. ?l aguant¨® un poco m¨¢s el tipo, pero s¨®lo un poco m¨¢s. Sin embargo, su primog¨¦nito, C¨¦sar, veinti¨²n a?os, estudiante de Econ¨®micas, sigui¨® yendo a ver a su abuelo todas las tardes.
A Marisa se le encog¨ªa el coraz¨®n cada vez que le ve¨ªa cruzar por delante del escaparate, alto, melenudo, desgarbado, vestido siempre de negro. ?Qu¨¦ har¨¢?, se preguntaba, ?c¨®mo se las arreglar¨¢? As¨ª que una tarde se fue a verles. Encontr¨® al se?or Pel¨¢ez muy contento, pero sucio, mal afeitado, y con la cama sin hacer.
-Es que no me apa?o bien, la verdad -el chico estaba en la cocina, fregando los platos-. Yo procuro limpiar un poco, y recoger, y eso, pero no me atrevo a ba?arle, me da miedo, y adem¨¢s tengo mucho que estudiar, y lo que ¨¦l quiere es hablar conmigo, que le d¨¦ palique, y no me da tiempo a hacerlo todo a la vez?
El d¨ªa que vino la asistente social, Marisa le explic¨® todo esto delante de Ana, que se ocupaba de ba?ar a Faustino cuando pod¨ªa, y de C¨¦sar, que hab¨ªa visto abrirse el cielo cuando las vecinas de su abuelo decidieron solicitar una ayuda domiciliaria.
-S¨ª, s¨ª, me hago cargo -dijo aquella mujer, despu¨¦s de sonre¨ªr al nieto del se?or Pel¨¢ez-, pero? No puede ser.
-Te lo dije -murmur¨® Ana.
-?C¨®mo que no puede ser? -Marisa, en cambio, no acept¨® aquella respuesta-. Este se?or tiene m¨¢s de ochenta a?os, los m¨¦dicos han dicho que no puede vivir solo, y su nieto tiene s¨®lo veintiuno, est¨¢ estudiando, bastante hace ya, el pobre, ?es que no lo entiende? S¨®lo pedimos que venga alguien dos horas al d¨ªa, que le ba?e, que le haga la cama y la comida, nada m¨¢s, tampoco pretendemos?
-Ya, pero es que esto no es as¨ª -la asistente social neg¨® con la cabeza antes de continuar-. Este se?or no est¨¢ solo, tiene familia, hijos? No cumple las condiciones para percibir el derecho?
-?Pero c¨®mo no las va a cumplir, si ha trabajado durante toda su pu?etera vida, si ha estado m¨¢s de cuarenta a?os pagando a la Seguridad Social? ?Me lo puede explicar?
-No -ella la mir¨® a los ojos, mucho m¨¢s tranquila de repente-. No se lo puedo explicar.
-Yo s¨ª -el estudiante de Econ¨®micas se levant¨®, se coloc¨® detr¨¢s de su abuelo, le puso una mano en cada hombro-. Pero ser¨ªa demasiado largo de contar.
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