?Tenemos y tendremos m¨¦dicos suficientes en Espa?a?
El estudio de la Fundaci¨®n de la Confederaci¨®n Estatal de Sindicatos M¨¦dicos sobre las necesidades de m¨¦dicos en Espa?a ha puesto sobre el tapete la planificaci¨®n de los recursos humanos de nuestro sistema de salud. Los an¨¢lisis prospectivos para estimar las necesidades de profesiones con ciclos de formaci¨®n de hasta 12 a?os, como la medicina, deben superar dificultades metodol¨®gicas notables que la din¨¢mica del sector sanitario acent¨²a, como consecuencia del progreso cient¨ªfico y tecnol¨®gico, pero tambi¨¦n de la influencia de las decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas que pueden afectar de forma relevante al establecimiento de las prioridades, organizaci¨®n y oferta de servicios del sistema, lo que a?ade incertidumbre a las estrategias de an¨¢lisis.
Limitarse a comparar tasas de m¨¦dicos por habitante resulta una simplificaci¨®n excesiva
A menudo, cuando se habla de necesidades globales de profesionales, se hace referencia a la tasa de m¨¦dicos con relaci¨®n al n¨²mero de habitantes y se supone que faltan o sobran, ahora o en el futuro, si la tasa est¨¢ por encima o por debajo de la de los pa¨ªses de nuestro entorno o si aumenta o disminuye. Pero este dato es ¨²nicamente una orientaci¨®n somera que no sustituye otras consideraciones b¨¢sicas a la hora de planificar las necesidades de recursos humanos. ?Alguien sabe cu¨¢l es la proporci¨®n id¨®nea de m¨¦dicos por habitantes en cada pa¨ªs? ?Se ha comprobado que un ascenso o descenso significativo de esta proporci¨®n influya sobre la cantidad y calidad de los servicios que presta el sistema de salud? Lamentablemente, seguimos sin una clara respuesta a estas preguntas esenciales.
Aunque es razonable suponer una asociaci¨®n inversa entre la frecuencia y la gravedad de los problemas de salud y los recursos sanitarios, conviene no olvidar el revuelo suscitado por el art¨ªculo Health service input and mortality output in developed countries de Archibald Cochrane en 1978, que no encontr¨® una asociaci¨®n negativa entre los ¨ªndices de atenci¨®n m¨¦dica y la mortalidad y, en cambio, mostr¨® una asociaci¨®n positiva entre el n¨²mero de m¨¦dicos y la mortalidad infantil.
De manera que, como el mismo Cochrane hab¨ªa reivindicado, es imprescindible proceder a una evaluaci¨®n suficiente de los resultados de las intervenciones m¨¦dicas sobre la salud antes de dar por supuesto su hipot¨¦tico beneficio. Un planteamiento que ha tenido eco en la Medicina Basada en la Evidencia, o por mejor decirlo en castellano, en la comprobaci¨®n.
El estudio de las pir¨¢mides de edad de los m¨¦dicos y el an¨¢lisis de los flujos de entradas -nuevos licenciados, inmigrantes- y de salidas -emigrantes, jubilados- de profesionales en el mercado de trabajo es un elemento necesario en cualquier estudio demogr¨¢fico prospectivo pero no soslaya la consideraci¨®n de otros factores decisivos en cuanto a la determinaci¨®n de necesidades. Se deben separar, pues, ambos aspectos y sobre todo no basar las inferencias ¨²nicamente en los primeros.
La tasa de m¨¦dicos por habitante ni siquiera refleja la carga de trabajo cotidiana de los profesionales de distintos ¨¢mbitos del sistema de salud y, en el caso de la atenci¨®n primaria, no nos permite definir si la cantidad de pacientes asignados a cada profesional es o no excesiva para proporcionarles una asistencia de calidad.
Es cierto que en los ¨²ltimos 10 a?os la proporci¨®n del gasto sanitario p¨²blico correspondiente a personal ha experimentado un descenso relativo del 5% del total, lo que sugiere que, mientras el gasto global ha aumentado, no lo ha hecho a expensas del incremento de profesionales. Sin embargo, con este ¨²nico dato no se puede deducir que haya una carencia de m¨¦dicos.
M¨¢s informativo es cuantificar la dedicaci¨®n laboral en t¨¦rminos de carga asistencial, de actividades docentes y de investigaci¨®n y distinguir el tiempo que se consume en actividades burocr¨¢ticas que puedan ser sustituidas. Y estimar su evoluci¨®n futura para aumentar la racionalidad de la dedicaci¨®n y, por lo tanto, de las necesidades.
Pero tambi¨¦n hay que analizar la evoluci¨®n previsible de los problemas de salud de la poblaci¨®n y sus expectativas, puesto que constituyen la base de la demanda de atenci¨®n m¨¦dica y sanitaria. Lo que requiere, complementariamente, determinar qu¨¦ prestaciones debe proporcionar el sistema de salud a la poblaci¨®n, debido a que no todas las expectativas son pertinentes. Y desde luego considerar las modificaciones que conviene introducir en la orientaci¨®n del sistema sanitario para que sea m¨¢s acorde con las necesidades de la poblaci¨®n y la efectividad de las intervenciones que puede llevar a cabo razonablemente. Lo que comportar¨¢ eventuales cambios organizativos o, al menos, un desarrollo m¨¢s en¨¦rgico de algunas iniciativas en curso, como el trabajo en equipo y la incorporaci¨®n de otros profesionales con los que compartir las actividades asistenciales, as¨ª como la integraci¨®n de la asistencia con otras actividades sanitarias, lo que supone compartir con otros profesionales algunas competencias que hasta hoy se consideran exclusivas de los m¨¦dicos.
Finalmente, pero no lo menos importante, estimar las necesidades financieras que todo ello comporta, sin olvidar que el coste de la mera formaci¨®n de los recursos humanos est¨¢ experimentando un crecimiento notable, como nos recuerda el reciente trabajo de Gail Morrison Hipotecando nuestro futuro. El coste de la educaci¨®n m¨¦dica, publicado en The New England Journal of Medicine.
Estas son algunas de las premisas b¨¢sicas sobre las que se debe basar una propuesta de planificaci¨®n racional. Ignorarlas y limitarse a la comparaci¨®n de las tasas de m¨¦dicos por habitante resulta una simplificaci¨®n excesiva que puede inducirnos a errores graves en las decisiones que se deben tomar.
Armando Mart¨ªn-Zurro pertenece al Instituto de Estudios de la Salud de la Generalitat de Catalu?a.
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