Hechos y ficciones
La reciente visita de Bush a Europa indica un cambio fundamental en la campa?a propagand¨ªstica del Gobierno estadounidense. El objetivo es convencer a Europa de que la "guerra contra el terrorismo" ha tenido ¨¦xito. Mientras que los pol¨ªticos europeos est¨¢n en su mayor¨ªa dispuestos a escuchar el cap¨ªtulo m¨¢s reciente del cuento de Bush sobre el terrorismo, los mercados financieros permanecen tan esc¨¦pticos como siempre respecto de las nuevas pol¨ªticas del Gobierno estadounidense. En todo el mundo, los agentes econ¨®micos consideran infructuosa la lucha contra la financiaci¨®n del terrorismo y se resienten ante la confusi¨®n que provocan las normas impuestas para dicha lucha.
Tomemos el caso de las listas de personas y empresas que financian el terrorismo. Hay al menos 12 disponibles: la lista de la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros), un organismo dependiente del Tesoro estadounidense; la lista de la ONU; la lista de la Uni¨®n Europea; la de Reino Unido, elaborada por el Banco de Inglaterra; etc¨¦tera. Para empezar, no son id¨¦nticas. La decisi¨®n de incluir o excluir a individuos o empresas descansa en distintas autoridades. Este poder discrecional tambi¨¦n es aplicable a la retirada de entidades de la lista.
Al Barakat, por ejemplo, una instituci¨®n financiera somal¨ª que prestaba servicio a miles de emigrantes africanos en todo el mundo, fue incluida en la lista del Tesoro estadounidense en noviembre de 2001y retirada hace poco por falta de pruebas. Pero sigue apareciendo en varias listas contra el terrorismo. Por ello, a menudo las instituciones financieras no saben qu¨¦ lista seguir. "?Qu¨¦ se supone que debemos hacer?", pregunta un banquero europeo, "?lanzar una moneda?". Ir¨®nicamente, mientras que en los centros bancarios establecidos, como Suiza, los bancos est¨¢n plenamente equipados para realizar sus propios controles y ex¨¢menes, los bancos del mundo musulm¨¢n, como los de L¨ªbano, se ven obligados a adivinar.
Las instituciones financieras est¨¢n tambi¨¦n cansadas de gastar dinero en actualizar su sistema electr¨®nico de conformidad y de volver a formar al personal de acuerdo con la modificaci¨®n m¨¢s reciente de la Ley Patri¨®tica, promulgada en noviembre de 2001. Entre otras cosas, la legislaci¨®n antiterrorista estadounidense exige que los bancos estadounidenses y los extranjeros registrados en Estados Unidos informen a las autoridades monetarias de cualquier transacci¨®n sospechosa en d¨®lares que se produzca en cualquier lugar del mundo. El no hacerlo se considera delito. Pero no se ha establecido un mecanismo de cumplimiento aceptado en todo el mundo, y a los bancos de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo no se les ha ofrecido ayuda t¨¦cnica y econ¨®mica para actualizar su sistema de control. No sorprende que la Ley Patri¨®tica no haya sido bien recibida por la comunidad bancaria internacional, que se ha apresurado a aconsejar a sus clientes que dejen de invertir en d¨®lares. Muchos economistas han relacionado la fuerte depreciaci¨®n del d¨®lar, que empez¨® a finales de 2001, y la correspondiente apreciaci¨®n del euro, con esta legislaci¨®n. Tienen raz¨®n: la Ley Patri¨®tica ha provocado una retirada masiva de negocios legales de la zona d¨®lar. Por ¨²ltimo, los expertos en blanqueo de dinero concuerdan en que la Ley Patri¨®tica, lejos de reducir esta actividad, ha cambiado su epicentro mundial a Europa, con todas las consecuencias negativas que esto representa para el Viejo Continente.
El escepticismo de los mercados financieros se reduce a la respuesta a una pregunta sencilla: ?han servido estas normativas contra la financiaci¨®n del terrorismo para disminuir esa financiaci¨®n? Los hechos parecen apoyar una respuesta rotunda: ni mucho menos. De acuerdo con Naciones Unidas, en todo el mundo s¨®lo se han bloqueado hasta la fecha 75 millones de d¨®lares dedicados al terrorismo islamista, el 75% en Occidente. El grueso del dinero se confisc¨® en los meses siguientes a los atentados del 11-S; en 2003 y 2004 no se congel¨® pr¨¢cticamente nada. M¨¢s a¨²n, ni las personas ni las empresas incluidas en la lista de financiaci¨®n del terrorismo han sido llevadas ante la justicia; nadie ha sido arrastrado ante un tribunal y considerado culpable. ?Por qu¨¦? Porque las autoridades estadounidenses no han conseguido reunir pruebas suficientes. Su pr¨¢ctica ha consistido en a?adir gente a la lista del Tesoro estadounidense y de Naciones Unidas bas¨¢ndose en sospechas, sin pruebas y pendiente de investigaci¨®n. Esta medida "preventiva" ha hecho que algunos pa¨ªses, como Francia, no incluyan nombres en la lista de Naciones Unidas, sino que lleven a cabo su propia investigaci¨®n, en pleno respeto a las libertades humanas. Otros pa¨ªses, como Suecia, se han visto obligados a suspender el cumplimiento de las listas de Estados Unidos y la ONU cuando se han enfrentado a los financieros del terrorismo en un tribunal nacional, como ocurri¨® con dos somal¨ªes implicados en la causa de Al Barakat. El resultado ha sido que Estados Unidos ha acabado por monopolizar la lista de Naciones Unidas.
Por ¨²ltimo, la renuencia estadounidense a entregar a los organismos investigadores de la ONU y del sector financiero informaci¨®n confidencial sobre financiaci¨®n de terrorismo ha permitido incluso que empresas que supuestamente financian Al Qaeda liquiden sus activos sin dejar rastro. Esto ocurri¨® con Al Tawqa, un banco fantasma registrado en Nassau, Bahamas, con sucursales en Suiza y Liechtenstein. Entre sus accionistas figuran dos hermanas de Osama Bin Laden. Pero la lista completa de accionistas nunca se ha hecho p¨²blica, ni tampoco se ha compartido con los Gobiernos de Suiza, Liechtenstein -donde Al Tawqa fue investigado durante a?os-, y las autoridades pertinentes de Oriente Pr¨®ximo (Emiratos ?rabes Unidos, por ejemplo, podr¨ªa haber echado un vistazo a las cuentas de accionistas a las que nadie m¨¢s habr¨ªa tenido acceso). Las autoridades estadounidenses ni siquiera interrogaron a los accionistas, y s¨®lo acabaron incluyendo en la lista negra a cinco, entre ellos Yusef Nada, uno de los fundadores del banco. Mientras las autoridades estadounidenses investigaban Al Tawqa, o dejaban de hacerlo, Nada, de nacionalidad suiza y residente en Egipto, consigui¨® eludir una prohibici¨®n de viajar impuesta por Naciones Unidas, se fue a Vaduz y liquid¨®. ?C¨®mo pudo ocurrir? Sencillo, la informaci¨®n confidencial no circul¨® por el sistema financiero, no se estableci¨® una disposici¨®n para compartir datos; por el contrario, la tendencia es mantener en secreto la informaci¨®n. Para cuando las autoridades suizas descubrieron lo que Nada hab¨ªa hecho, Al Tawqa era una c¨¢scara vac¨ªa.
La situaci¨®n es incluso m¨¢s deprimente en el mundo musulm¨¢n, donde se ha congelado el 25% de los 75 millones de d¨®lares de fondos del terrorismo islamista desde el 11-S. Arabia Saud¨ª, donde nacieron 15 de los 19 secuestradores del 11-S, ha confiscado menos de 10 millones de d¨®lares. Pero hace s¨®lo unas semanas, la delegaci¨®n estadounidense en la conferencia de Riad sobre terrorismo elogi¨® a los saud¨ªes por sus medidas antiterroristas. La delegaci¨®n pas¨® cuidadosamente por alto el hecho de que Arabia Saud¨ª haya firmado, pero no ratificado, el Tratado de Naciones Unidas de 1999 sobre Supresi¨®n de la Financiaci¨®n Terrorista. Y tampoco mencion¨® que las autoridades saud¨ªes no nombraron para la lista de Naciones Unidas a un solo miembro de la "lista de los 26 terroristas m¨¢s buscados", la lista propia de terroristas confeccionada por el reino despu¨¦s de los atentados de Jobar. Al menos siete de esas personas manten¨ªan relaciones econ¨®micas con Al Qaeda y Osama Bin Laden cuando ¨¦ste estaba en Afganist¨¢n. Es interesante asimismo que la lista saud¨ª no incluya a Yassin al Qadi, un conocido empresario de Yeda que en octubre de 2001 fue incluido por Estados Unidos en la lista de la OFAC, en la lista de Naciones Unidas y en todas las dem¨¢s listas contra el terrorismo. Al Qadi est¨¢ acusado de haber dirigido la Fundaci¨®n Muwafaq (Ayuda Bendita), con sede en Arabia Saud¨ª, y uno de los frentes de Al Qaeda, que transfiri¨® millones de d¨®lares de ricos empresarios saud¨ªes a Bin Laden. Ahora mismo, Al Qadi dirige su negocio desde Yeda y Malaisia.
Puede que el elogio de la delegaci¨®n estadounidense se refiriera a la inclusi¨®n en la lista de Naciones Unidas de un disidente saud¨ª residente en Londres, Saad al Fagih. Esta acci¨®n la tomaron conjuntamente el pasado diciembre Riad y Washington con apoyo del Gobierno brit¨¢nico. De esa forma, el nombre de Al Fagih se ha incluido en la lista de terroristas de todos estos pa¨ªses. Al Fagih dirige el Movimiento para la Reforma Isl¨¢mica en Arabia (MIRA). Desde su fundaci¨®n, en 1996, MIRA se ha dedicado a intentar derrocar al r¨¦gimen saud¨ª por medios pac¨ªficos, como la organizaci¨®n de manifestaciones pac¨ªficas en dicho pa¨ªs y la retransmisi¨®n de noticias desde Londres. Naturalmente, no se aportaron pruebas concluyentes sobre la implicaci¨®n de Al Fagih con Al Qaeda o con Osama Bin Laden. Pero en la guerra ficticia contra la financiaci¨®n del terrorismo no hacen falta pruebas. El verdadero peligro de usar medidas "preventivas" para luchar contra la financiaci¨®n del terrorismo no es s¨®lo que haya impedido el desarrollo de una estrategia cre¨ªble de prevenci¨®n, con normas y normativas bien definidas; es que erosiona los principios democr¨¢ticos y amenaza con transformar en instrumento de represi¨®n pol¨ªtica la inclusi¨®n de personas y empresas en listas negras.
Para nosotros, los europeos, el fantasma de la persecuci¨®n est¨¢ a la vuelta de la esquina; no dejemos de escuchar los gritos de las viejas v¨ªctimas que todav¨ªa resuenan en el Viejo Continente. Mientras Bush y sus hom¨®logos europeos se disponen a interpretar el acto m¨¢s reciente de la saga ficticia contra el terrorismo, el mensaje codificado en el escepticismo de los mercados financieros es "dejad de fingir que luch¨¢is contra la financiaci¨®n del terrorismo y dadnos hechos y legislaciones s¨®lidas". La mayor¨ªa de los occidentales y de los musulmanes, atrapados en la zona crepuscular donde los hechos ya no se distinguen de la ficci¨®n, ciertamente se mostrar¨ªan de acuerdo con ese mensaje.
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