La soledad de Rajoy

Un poeta puede estar solo, sentirse solo, y tener raz¨®n. Para eso, a fin de cuentas, es un poeta. La historia est¨¢ llena de poetas solitarios; de poetas y de pintores y de fil¨®sofos solitarios...; alguno de ellos, incluso, lleg¨® a quitarse la vida para defender la soledad que les confer¨ªa la raz¨®n.

?C¨®mo, si no, se puede cantar a la libertad en la completa soledad circundante, con toda la raz¨®n y con todas las razones con que lo hicieron un Machado, un Neruda...? ?C¨®mo pintar lienzos negros, como Goya, sin sentirse solitariamente acertado?

Todo eso, acontecido a un profesional del sentimiento, es, si se me apura, normal. Sin embargo, admitir sin reservas -y con orgullo, dir¨ªa yo- el postulado de la soledad deseada y razonada en un pol¨ªtico es, cuando menos, contradictorio. "Cuando nos acompa?a la raz¨®n, no nos inquieta la soledad", ha dicho Rajoy.

Deber¨ªa reflexionar sobre sus palabras, se?or Rajoy. Usted no est¨¢ en pol¨ªtica para ser un solitario. Creo que, por el contrario, estar en pol¨ªtica significa estar pendiente de los dem¨¢s, y cuando los dem¨¢s dan a un pol¨ªtico la espalda no es signo, me parece, de que el sujeto tenga raz¨®n. En pol¨ªtica, estar solo es sin¨®nimo de estar haci¨¦ndolo mal.