Homero siempre estuvo all¨ª
Sobre cu¨¢ndo y c¨®mo se compusieron la Il¨ªada y la Odisea, esas dos grandes epopeyas atribuidas a Homero, con las que se inicia de modo tan magn¨ªfico y resonante la literatura griega, han discutido tenazmente los estudiosos en los ¨²ltimos tres siglos. La llamada "cuesti¨®n hom¨¦rica", en la que con razonados argumentos se opon¨ªan rotundamente las tesis de los fil¨®logos "anal¨ªticos" (partidarios de desmenuzar los largos poemas vistos como un zurcido final de cantos menores m¨¢s antiguos) y los "unitarios" (los que destacaban la unidad interna y estructural de las obras hom¨¦ricas), parec¨ªa haber quedado bien zanjada a partir de las nuevas perspectivas sobre la composici¨®n oral aportadas por las investigaciones de Milman Parry. Seg¨²n esta perspectiva, que se fundamentaba en las investigaciones de campo llevadas a cabo por Milman Parry a comienzos del siglo XX sobre la poes¨ªa oral yugoslava, los vastos poemas hom¨¦ricos aparec¨ªan como el producto tard¨ªo y espl¨¦ndido de una amplia tradici¨®n de poes¨ªa oral, de composici¨®n memor¨ªstica y formularia, una tradici¨®n po¨¦tica que en manos de un aedo de singular talento literario abocaba a estas extensas epopeyas, recogidas pronto por escrito. Acaso por ¨¦l mismo, si es que fue uno de los primeros en aprender a escribir, o bien dictados por un Homero analfabeto a un aedo m¨¢s joven, que ya dominaba la t¨¦cnica reciente de la escritura alfab¨¦tica.
ESCRITURA Y LITERATURA EN LA GRECIA ARCAICA
Juan Signes Codo?er
Akal. Madrid, 2004
391 p¨¢ginas. 20 euros
Homero viene a ser, pues, el ep¨ªgono de una larga serie de poetas memoriosos que compon¨ªan sus cantos oralmente, tomando sus t¨®picos, sus repetidas f¨®rmulas y sus escenas t¨ªpicas de la tradici¨®n mitol¨®gica. Desde luego, un ep¨ªgono genial en esa transmisi¨®n de temas y cantos que habr¨ªa insertado los poemas anteriores y m¨¢s cortos en una creaci¨®n po¨¦tica propia y unitaria de una extraordinaria extensi¨®n y de una s¨®lida e impresionante arquitectura dram¨¢tica. Homero es, a la vez, el primer gran poeta de la literatura antigua conservada, es decir, el primer autor de esos memorables y paradigm¨¢ticos textos de varios miles de hex¨¢metros (unos diecis¨¦is mil la Il¨ªada y trece mil y pico la Odisea). Los materiales m¨ªticos y las f¨®rmulas po¨¦ticas le llegaban de viva voz y de memoria desde la larga tradici¨®n anterior, simb¨®licamente bien representada por la Musa divina a la que evoca en el verso inicial de uno y otro poema, pero ¨¦l era el genial arquitecto y el compositor final de una y otra epopeya. (O tal vez de una de ellas, la Il¨ªada, siendo la Odisea obra de un avispado disc¨ªpulo o imitador). Aunque la figura de Homero era ya para los griegos un tanto legendaria, hab¨ªa un notable consenso en situar al gran poeta y su obra en el siglo VIII antes de Cristo, y en situarlo como el fundador, padre y maestro m¨¢gico de toda la poes¨ªa griega.
Quedaba, con todo, una cues-
ti¨®n por resolver: ?c¨®mo se pusieron por escrito estas imponentes obras ¨¦picas? ?Era posible hacerlo en el siglo VIII antes de Cristo, cuando el alfabeto tomado de los fenicios y h¨¢bilmente adaptado por los griegos empezaba a difundirse, con numerosas variantes locales y sobre diversos soportes materiales? ?C¨®mo pudo un aedo ponerse a fijar por escrito tantos miles de versos y c¨®mo pudieron divulgarse por escrito esos monumentales textos, en una ¨¦poca en que los rollos de papiro eran un material de dif¨ªcil obtenci¨®n y en que la escritura alfab¨¦tica a¨²n no se hab¨ªa entrenado para una c¨®moda anotaci¨®n de poemas tan complejos? ?Y qu¨¦ ocasi¨®n o qu¨¦ motivo pudo impulsar, en una ¨¦poca en la que no exist¨ªa nada parecido al comercio de libros, la notaci¨®n por escrito de unos poemas tan largos, cuya recitaci¨®n completa durar¨ªa en torno a veinticuatro horas? Estos problemas son los que Signes analiza en este denso y erudito estudio, con una excepcional agudeza, con un admirable sentido cr¨ªtico y un riguroso conocimiento y discusi¨®n de la bibliograf¨ªa reciente. Sus conclusiones son muy claras: parece imposible, teniendo en cuenta la difusi¨®n de la escritura y la monumentalidad de los poemas ¨¦picos, que los textos hom¨¦ricos que conocemos se escribieran antes del siglo VI antes de Cristo. En esa ¨¦poca, en la Atenas del tirano Pis¨ªstrato, s¨ª que resulta factible y muy veros¨ªmil que unos h¨¢biles escribas en ¨¢gil colaboraci¨®n con sagaces rapsodos lograran dictarles una redacci¨®n definitiva de los poemas. Son ya numerosos los fil¨®logos que suscriben esta dataci¨®n tard¨ªa de la redacci¨®n de los textos hom¨¦ricos, y sus argumentos est¨¢n aqu¨ª muy bien recogidos y comentados con gran precisi¨®n cr¨ªtica, dentro de una perspectiva amplia y con una minuciosidad filol¨®gica e hist¨®rica ejemplar.
Quedan a¨²n en pie algunas dificultades, como ¨¦sa de hasta qu¨¦ punto se podr¨ªa mantener la imagen de Homero en el siglo VIII, un poeta genial cuyas obras se habr¨ªan transmitido oralmente unos dos siglos, o bien habr¨ªa que reubicar al magn¨¢nimo constructor de la Il¨ªada casi a finales de la Edad Arcaica, como contempor¨¢neo de los primeros poetas l¨ªricos. Retrasar a Homero puede parecer al pronto escandaloso, pero las razones est¨¢n aqu¨ª expuestas con extraordinaria precisi¨®n, y la redacci¨®n po¨¦tica ¨¢tica, con la ¨¢gil conjunci¨®n de oralidad y escritura, encaja muy bien, pienso, en ese marco hist¨®rico. (Que apuntaron ya ciertos autores antiguos, luego marginados). Son cuestiones de largo alcance, sobre las que invita a reflexionar este libro extenso, denso y muy s¨®lidamente apuntalado. En resumen, un estudio cr¨ªtico de imprescindible consulta, y muy al d¨ªa en sus datos, para cualquier consideraci¨®n a fondo sobre la aurora de la literatura griega.
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