El d¨ªa que Madrid se qued¨® sin palabras
La capital se paraliza durante cinco minutos para recordar en silencio a las v¨ªctimas de los atentados del 11-M
El silencio m¨¢s triste abrig¨® ayer toda la ciudad. El hondo repiqueteo de las campa?as de las 650 iglesias de la regi¨®n marc¨® el inicio del recuerdo m¨¢s vivo y doloroso de Madrid. Apenas amanec¨ªa y todos los ciudadanos ya llevaban un poco de silencio en su interior. Despu¨¦s, cuando lleg¨® el mediod¨ªa, cada cual busc¨® su lugar para dedicar cinco minutos sin palabras a los ausentes.
La ciudad entr¨® casi en par¨¢lisis, s¨®lo entorpecida por algunos comercios, muchos coches y algunos despistados que miraban con sorpresa las concentraciones en todas las calles, plazas y edificios de la capital.
Pararon los hospitales, los colegios, las universidades, los ayuntamientos, la Bolsa, muchas empresas, tiendas y bares. Pero no todos estaban en la calle. Unos callaron en sus oficinas y otros se asomaban a los balcones. Se detuvieron muchos taxistas, muchos conductores se bajaron de sus coches, los autobuses aparcaron desordenados y llenos de pasajeros. Los clientes no ped¨ªan nada y los camareros tampoco atend¨ªan.
Los lugares m¨¢s golpeados por las bombas protagonizaron el silencio m¨¢s sentido. Como en El Pozo o Santa Eugenia, como en las empresas donde se echaba de menos a los que faltan, como en los hogares de las familias y amigos de las v¨ªctimas y como en la Estaci¨®n de Atocha. En ese epicentro de la tragedia, donde primero explotaron las bombas del 11-M repartidas por cuatro trenes, se concentr¨® ayer mucho dolor y mucho duelo.
Los trenes pararon al mediod¨ªa y el vest¨ªbulo se congel¨® un momento. En el interior y en el exterior, cientos de personas parec¨ªan ralentizar su respiraci¨®n. Las l¨¢grimas de muchos acab¨® empapando todo el sentimiento. El final lo marc¨® un cerrado aplauso que recorri¨® andenes, pasillos, locales y conciencias.
La Puerta del Sol enmudeci¨®
Miles de madrile?os se agruparon en el centro neur¨¢lgico de la capital. A las doce menos cinco, la Puerta del Sol estaba llena, pero mucha gente continuaba con el trasiego habitual. Cuando repicaron las campanas, el silencio fue extendi¨¦ndose poco a poco. La actividad se detuvo como si se hubiera activado la pausa en la emisi¨®n de una pel¨ªcula. Los autobuses y los taxis parec¨ªan abandonados en medio de la calle. Nadie se mov¨ªa. Muchas caras reflejaban una gran tristeza. S¨®lo se o¨ªa a lo lejos el sonido de un helic¨®ptero que rondaba por la zona.
Un gran aplauso devolvi¨® la vida a la plaza. Al finalizar, muchos volvieron a la rutina diaria, pero otros se quedaron un rato m¨¢s, en silencio, o mirando las im¨¢genes de una gran pantalla de Telemadrid que proyectaba el acto del Bosque de Los Ausentes o las estaciones afectadas por los atentados.
Hab¨ªa gente procedente de todas partes de la regi¨®n. Como dos trabajadores de Cuatro Caminos que hab¨ªan dejado su labor para rendir un homenaje a las v¨ªctimas. O cinco estudiantes de Periodismo, que hab¨ªan abandonado las clases. Tambi¨¦n hab¨ªa gente de otros pa¨ªses, turistas que pasaban por casualidad y los que lo hac¨ªan a prop¨®sito. Como una madre y su hijo, de T¨¢nger, que decidieron visitar Espa?a precisamente ahora para recorrer los lugares de la tragedia. Cuentan que aunque la mayor¨ªa de los autores de la matanza proced¨ªan de Marruecos, en su pa¨ªs fue "tan duro como en Espa?a".
En otro punto de la ciudad, en la escalinata de la Biblioteca Nacional, todos recordaron ayer a sus tres compa?eras fallecidas. Hubo l¨¢grimas, pero sobre todo emoci¨®n contenida. Desde el exterior de la gran verja negra que rodea el edificio, muchos viandantes improvisaban tambi¨¦n sus cinco minutos de silencio. Bel¨¦n se acord¨® de su compa?era Marion, pero sobre todo pens¨® en la familia de su amiga, "que son los que deben estar sufriendo mucho hoy". En uno de los mostradores del edificio, otras cuatro compa?eras vuelven a recordar. Hoy es un d¨ªa duro, pero desde la masacre ninguno ha sido f¨¢cil: "No se olvida. Te acuerdas todos los d¨ªas".
Una de las empleadas calla y se esconde tras el mueble. Ella estaba el d¨ªa 11 en uno de los andenes afectados por la explosi¨®n. Prefiere no hablar. Su mirada enrojecida y llorosa lo dice todo.
En el Congreso fueron centenares de personas las que se concentraron, tras una pancarta en la que se le¨ªa: "11-M. Nos faltan las palabras, nos queda el sentimiento". En el exterior de todos los ministerios e instituciones del Estado se repet¨ªa la misma imagen. El Ayuntamiento de Madrid vivi¨® un pleno especial y en la Plaza de la Villa, sede del Consistorio, se concentr¨® hasta un millar de personas.
El duelo de toda Espa?a encontr¨® una peculiar excepci¨®n. Los abogados y los familiares de los 33 acusados de pertenecer a ETA, en el proceso contra Jarrai-Haika-Segi, no quisieron sumarse al homenaje, mientras en las puertas de la Audiencia Nacional, jueces, fiscales y funcionarios guardaron silencio. Tambi¨¦n hubo l¨¢grimas, las de la fiscal encargada del sumario del 11-M, Olga S¨¢nchez, que fue consolada por el juez instructor del caso, Juan del Olmo.
Tambi¨¦n los m¨¦dicos, enfermeras y resto de personal sanitario de los hospitales donde en aquella tr¨¢gica jornada se atendi¨® a los miles de heridos se unieron al recuerdo sin palabras.
En muchas mezquitas, los musulmanes quisieron recordar a los 191 fallecidos. En templo de la M-30, una treintena de escolares, en representaci¨®n de la comunidad isl¨¢mica, se concentraron ante una pancarta donde pod¨ªa leerse "Todos contra el terrorismo".
Muy cerca de uno de los lugares donde estallaron las bombas, en el colegio de dominicos Virgen de Atocha, vivieron tan de cerca la tragedia que han tenido que aprender a interiorizarla. Siete de sus alumnos iban en uno de los trenes de la muerte. Todos han vuelto al colegio y han retomado en parte su vida normal. "Pero todav¨ªa tienen secuelas. Estos d¨ªas est¨¢n nerviosos y desilusionados", comenta el director del centro, Ismael Cuenca. Tambi¨¦n la madre de dos de los alumnos, Clara Escribano, sufri¨® heridas graves y fue la portavoz de las v¨ªctimas durante la primera etapa de la Asociaci¨®n 11-M. La impresi¨®n causada por la matanza fue tan honda que el equipo directivo se comprometi¨® a "rentabilizar este hecho; no desde los aspectos negativos" sino desde el punto de vista "creativo y formativo". Han organizado charlas con v¨ªctimas del terrorismo y una actividad extra escolar dirigida a sensibilizar a los alumnos contra la violencia. Los 1.045 alumnos, de 6 a 18 a?os, compusieron ayer en el patio con sus cuerpos la frase "No m¨¢s 11-M". Pasados los cinco minutos de silencio, soltaron 192 globos blancos y rezaron por las v¨ªctimas. A la salida del colegio, tres alumnas de 3? de ESO explican que los d¨ªas posteriores al atentado "fueron muy tristes" pero que ahora "todo ha vuelto a la normalidad".
En otros muchos colegios se aprovech¨® la jornada para lanzar mensajes de paz y solidaridad con las v¨ªctimas. Por ejemplo, en el Alhucema de Fuenlabrada, se confeccion¨® un cresp¨®n blanco gigante con 192 lazos negros que se colg¨® en el patio. Hortensia, la psic¨®loga del centro, coloc¨® en uno de los cristales de Atocha un cartel confeccionado por los estudiantes y firmado por muchos de ellos.
La sede de la Asociaci¨®n 11-M cerr¨® ayer por primera vez desde su creaci¨®n. Sus asociados prefirieron no participar en ning¨²n acto y mantener su dolor en la intimidad.
Las velas, mensajes, flores y fotograf¨ªas volvieron ayer a los tres escenarios de la tragedia. Desde que Renfe decidi¨® instalar el Espacio de las Palabras, dos grandes pantallas con un teclado y un esc¨¢ner en el vest¨ªbulo de las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia como forma de canalizar la solidaridad con los afectados, los santuarios hab¨ªan desaparecido de los vest¨ªbulos. Todos esos mensajes se almacenan en www.mascercanos.com. Ayer ya sumaban 59.472. M¨¢s de 400 en s¨®lo 10 horas.
Solidaridad y cari?o
Los sistemas electr¨®nicos ayer quedaron en un segundo plano. En pocas horas, el exterior de la gran c¨²pula que corona el vest¨ªbulo de Atocha volvi¨® a convertirse en un altar improvisado que crec¨ªa minuto a minuto. En el interior, los empleados intentaban impedir que se dejara cualquier objeto aduciendo motivos de seguridad. Pero al mediod¨ªa las velas y flores tambi¨¦n se hab¨ªan hecho un hueco al lado de las pantallas.
La solidaridad y el cari?o materializados en estos objetos llegaban en las manos de personas an¨®nimas y emocionadas, en muchos casos, y en las de amigos, sobrinos, padres, madres y hermanos, en otros. Entre mensajes de rabia, esperanza, cari?o y recuerdo tambi¨¦n hab¨ªa muestras de agradecimiento: "Este es un mensaje para todas las personas que me ayudaron a vivir. Soy Pepe y doy las gracias a la se?ora gordita que me salv¨® la vida. No s¨¦ su nombre, pero me salv¨®. Gracias".
Sobre las tres de la tarde, a unos metros del lugar donde hace un a?o rezaban entre l¨¢grimas, en el exterior de Atocha, la familia de Juan Antonio S¨¢nchez volvi¨® a recordarle. Los padres, hermanas y sobrinos de este peruano de 41 a?os que el d¨ªa 11 cogi¨® uno de los trenes de la muerte en Vallecas, donde viv¨ªa con su mujer y sus dos hijos, arrastran su gran pena. "Toda la familia estamos en tratamiento psiqui¨¢trico", se?alan, mientras cuentan que al principio siempre estaban con la idea de que iba a regresar. Recuerdan la Navidad como uno de los momentos m¨¢s tristes y aseguran que, con el tiempo, el dolor se les ha hecho m¨¢s fuerte: "Ahora somos m¨¢s conscientes de su p¨¦rdida y de que no regresar¨¢".
Cristina, su hermana, pregunta d¨®nde pedir las invitaciones para acudir al funeral que se celebraba unas horas despu¨¦s en la Almudena. "No nos han llegado y me gustar¨ªa que mis padres pudiesen ir, pero he llamado a todos los sitios y nadie me ha ayudado. No s¨¦ qu¨¦ hacer. S¨®lo nos queda ir all¨ª y quiz¨¢s con un poco de suerte nos dejen entrar", se lamenta. Cristina vive en Guadalajara y no ha tenido m¨¢s remedio que seguir cogiendo el tren. "Cada d¨ªa me resulta igual de duro entrar en los vagones, imag¨ªnate cuando entr¨¦ por primera vez con mi hijo de cuatro a?os y me dijo": "Mam¨¢ los malos pueden poner otra bomba y matarnos como al t¨ªo".
No fueron los ¨²nicos que encontraron consuelo recorriendo ayer la estaci¨®n en la que sus familiares perdieron la vida. Los padres y hermanos de Elena Ples, rumana de 33 a?os, entusiasmada con aprender castellano, y que muri¨® en Atocha, miraban ensimismados los mensajes de solidaridad de las pantallas. No lloraban como muchos de los ciudadanos que les rodeaban pero sus ojos mostraban una profunda tristeza. "Estamos aqu¨ª porque as¨ª nos sentimos m¨¢s cerca de ella. Quer¨ªamos dejarla un ramo de flores", comentaba con abatimiento su hermano.
A pocos metros, a partir de las 15.00 qued¨® abierto al p¨²blico el lugar donde se celebr¨® el acto principal de homenaje, que presidieron los Reyes, y al que acudieron numerosas personalidades. El Bosque de los Ausentes, formado por 192 olivos y cipreses, tambi¨¦n fue testigo de la emoci¨®n de muchos ciudadanos.
El ¨²ltimo acto de la jornada tuvo lugar en la catedral de la Almudena. A las 20.00 comenz¨® una misa funeral, presidida por la Familia Real, donde el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mar¨ªa Rouco Valera, asegur¨® que "el terrorismo no tiene ni tendr¨¢ nunca la ¨²ltima palabra en la vida de los pueblos, ni en la determinaci¨®n de sus destinos, tampoco en Espa?a".
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