Valencia, del bullicio a la calma
Una agitada ruta urbana para disfrutar durante y despu¨¦s de las Fallas
Los caprichos del calendario han querido que la festividad de San Jos¨¦ se celebre este a?o la v¨ªspera de Semana Santa. Pocas oportunidades hay tan propicias para asomarse a las dos caras de una ciudad como Valencia, con sus contrastes de metabolismo social y de palpitaci¨®n colectiva. En efecto, durante las Fallas, entre el 14 y el 19 de marzo, la capital valenciana exhibir¨¢ sin recato toda su extraversi¨®n. Acto seguido se adentrar¨¢ en uno de sus periodos m¨¢s apacibles. Valencia estallar¨¢ en Fallas y se ensimismar¨¢ enseguida en un remanso, ya que las procesiones carecen de envergadura fuera del distrito mar¨ªtimo y el vecindario prescinde de la catarsis penitencial sin reparo.
Disfrutar en un solo trago de sabores tan distintos de una misma ciudad exigir¨¢, desde luego, que el visitante rompa el perfil estad¨ªstico seg¨²n el cual la estancia media no supera los dos d¨ªas.
Primero viene, pues, la fiesta, en su configuraci¨®n vertiginosa y multitudinaria. Porque las Fallas son, por encima de otra cosa, un espect¨¢culo de masas, que sumerge al visitante en una permanente marea humana. Como escribi¨® el ensayista Joan Fuster, "la falla, en definitiva, es una hoguera". La tendencia innata de los valencianos hacia la mordacidad, sin embargo, la ha transformado en una variante original de "la eterna hoguera ritual", una variante exhibicionista y gigantesca que condena anualmente a las llamas cientos de artefactos plantados en plazas y calles donde se hace s¨¢tira y escarnio de modas, personajes y acontecimientos en forma de ninots, mu?ecos surgidos del sue?o o la pesadilla, que anta?o se fabricaban de cart¨®n piedra y ahora son mayormente modelados en poliuretano expandido (el popular corcho blanco) y otros modernos materiales ign¨ªferos.
Alrededor de la falla gira, por tanto, la fiesta, y en medio de desfiles y pasacalles a los sones alegres de las bandas de m¨²sica, no hay Fallas sin el peregrinaje por las que plantan las comisiones m¨¢s famosas. Adem¨¢s de la oficial, en la plaza del Ayuntamiento, son de parada obligada las de las calles de Convento, Jerusal¨¦n y Matem¨¢tico Marzal; las de las plazas del Pilar o de la Merc¨¦, y, sobre todo, la de Na Jordana, en pleno barrio de El Carme, donde tal vez se respira el m¨¢s aquilatado y aut¨¦ntico de los ambientes falleros. Conciertos y verbenas, en un n¨²cleo urbano cuyo centro queda cerrado al tr¨¢fico para que lo ocupe un hormiguero de gente, jalonan las noches de un programa que a diario se polariza en dos momentos m¨¢gicos: el disparo de la masclet¨¤, a las dos, en una plaza del Ayuntamiento que la p¨®lvora difumina, en medio de ensordecedores estallidos; y, a medianoche, en los m¨¢rgenes del Jard¨ªn del Turia, con los fuegos artificiales.
Por supuesto, no hay Fallas sin fuego, sin fuego de verdad. Y no hay que marcharse de Valencia sin participar, ungido de una cierta devoci¨®n pagana, en el ritual de la crem¨¤, donde el visitante, con las llamas en la retina y el calor en las mejillas, tiene el privilegio de contemplar c¨®mo "los valencianos se apelotonan en las calles para ver arder sus fallas" y, a decir de Joan Fuster, "un latido anacr¨®nico y conmovedor los une a las fuerzas m¨¢s oscuras del pasado".
El d¨ªa siguiente
Despu¨¦s vuelve la vida de cada d¨ªa. La jornada siguiente a semejante auto de fe, laico y temperamental, es de una placidez indescriptible. Si el viajero ha hecho caso y sigue all¨ª, se abre ante ¨¦l una de esas ciudades que, seg¨²n el escritor Rafael Chirbes, no se muestran de una vez y hay que descubrir con esfuerzo, "aprendiendo su historia y su anatom¨ªa". Diagnostica este autor las dificultades de Valencia para encandilar a quien va con prisas: "Callejas que guardan el trazado de la vieja medina, patios y claustros g¨®ticos, torres barrocas, caserones dieciochescos, barrios con el encanto del eclecticismo parisino del fin de siglo adaptado al gusto y econom¨ªa locales, ensanches modernistas, verticales edificios racionalistas de los a?os veinte y treinta, pinacotecas, mercados ricos y bulliciosos, activas calles comerciales, kilom¨¦tricos jardines entre puentes seculares; playas: el conjunto urbano no puede ser m¨¢s completo, y hasta se dir¨ªa que apabullante, y, sin embargo -y ¨¦se es uno de los rasgos distintivos de Valencia-, se mira mal al viajero que se atreve a confesar que siente alg¨²n inter¨¦s por ella. Da la impresi¨®n de que a esta ciudad le pasa algo: de que Valencia no se quiere, no se sabe muy bien por qu¨¦ motivo".
Apunta el escritor una teor¨ªa de la idiosincrasia local: "El viajero no se libra de la idea de que la mitad de la poblaci¨®n de esta ciudad de clima habitable quiere vivir en Barcelona (y, ya de paso, se sentir¨ªa satisfecha si desapareciese Madrid), y la otra mitad, quiz¨¢ m¨¢s perezosa, o tal vez m¨¢s ligada a sus bienes inmuebles y cajas de seguridad, querr¨ªa quedarse en Valencia, pero a condici¨®n de que la ciudad pasara a ser de una vez por todas un verdadero barrio de Madrid (por cierto, ya de paso, a esa otra mitad de los pobladores de Valencia no le parecer¨ªa nada mal que un maremoto se tragara Barcelona)".
Capital pol¨ªtica de un territorio que asume su centralidad aunque critica a menudo su falta de liderazgo, Valencia, con sus 781.000 habitantes (1,5 millones en el ¨¢rea metropolitana), trajina como puede su dualidad hist¨®rica. Para el turista sensible a los cruces de culturas se impone, pues, una doble visita: a la casa-museo de Vicente Blasco Ib¨¢?ez, en la Malvarrosa, donde rendir¨¢ recuerdo a aquel pol¨ªtico y escritor que, en el cambio del siglo XIX al XX, predic¨® un republicanismo exuberante y conquist¨® Hollywood con sus novelas, y a la catedral de Valencia, en cuyo interior, bajo una discreta l¨¢pida en el suelo, reposa el poeta del siglo XV Ausi¨¤s March, el m¨¢s grande cl¨¢sico de la literatura en lengua catalana.
Pero Valencia es una ciudad que hay que situar en una geograf¨ªa irrepetible. Una excursi¨®n hacia el norte llevar¨¢ al viajero hasta Sagunto, donde podr¨¢ visitar el castillo, con su teatro romano rehabilitado modernamente, no sin suscitar pol¨¦mica, por los arquitectos Giorgio Grassi y Manuel Portaceli. A la vuelta observar¨¢ la huerta que rodea la concentraci¨®n urbana, sus campos y cultivos entrelazados inextricablemente con calles y edificios. Otra excursi¨®n hacia el sur le llevar¨¢ hasta el lago de L'Albufera, parque natural cosido al mar por la dehesa del Saler, con densos pinares y dunas. De regreso evaluar¨¢ el perfil de una ciudad erigida en ¨¦poca romana sobre un terreno pantanoso, en una isla que, seg¨²n la leyenda, formaban dos brazos del Turia, ese r¨ªo desviado hoy de su discurrir exhausto para convertirlo en un central park serpenteante.
Se ha cumplido, con ello, el sue?o alumbrado en los albores de la democracia, y los valencianos han ganado un gran espacio verde y de ocio que cruza la ciudad de camino al mar: el antiguo cauce del r¨ªo Turia. Por ¨¦l no pasa el agua, sino miles de ciudadanos que fluyen sobre todo los fines de semana. All¨ª se pasea, se corre, se rueda en bici o en patines, se practica tai chi, se juegan campeonatos de f¨²tbol, se lee sobre el c¨¦sped, se escucha m¨²sica o incluso se ve cine en verano. El viejo lecho abraza el centro hist¨®rico y conduce a la nueva Valencia, la de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde se despliega toda la aparatosa arquitectura de Santiago Calatrava.
A un ritmo m¨¢s lento va la rehabilitaci¨®n del centro hist¨®rico. Sigue siendo el n¨²cleo de la vida nocturna. En los ¨²ltimos a?os han aparecido m¨²ltiples tiendecitas modernas de ropa alternativa, de moda, de todo tipo de complementos, que empiezan a rivalizar en n¨²mero con los bares y locales de copas. Ha experimentado un cambio similar al de zonas como el Born en Barcelona o Chueca en Madrid, pero los solares y casas abandonadas, principalmente en los barrios de Velluters y de El Carme, muestran heridas sin cicatrizar en pleno coraz¨®n de la ciudad. Lo cual no resta, cuando cae la noche, un ¨¢pice de bullicio y vida a las calles, repletas de terrazas para tormento de algunos vecinos.
Desmintiendo su supuesta tendencia al barroquismo, la arquitectura de Valencia es pr¨¢ctica y razonable, con sus inevitables excepciones y los destrozos irreparables. Valga como ejemplo de prestancia urbana la calle de la Paz, trazada en el periodo de la renovaci¨®n burguesa y de la que ha dicho un escritor tan viajado como Joan F. Mira: "Cuando se hizo esta calle, a finales del siglo XIX, se convirti¨® muy pronto en la m¨¢s bella y elegante de la ciudad. Y a¨²n es la m¨¢s bella y la m¨¢s perfecta".
Optimismo civil
Romana 600 a?os y ¨¢rabe durante cinco siglos antes de la conquista catalana por Jaume I, Valencia fue entre el XV y el XVI la ciudad principal de la Corona de Arag¨®n. Las ruinas arqueol¨®gicas de L'Almoina, los ba?os ¨¢rabes de L'Almirall y la Lonja de la Seda son huellas que, respectivamente, dejaron en su piel esos periodos. La Lonja, especialmente, con su brillante g¨®tico civil, y el Palau de la Generalitat, s¨ªmbolo del autogobierno, dan fe de la pujanza que Valencia alcanz¨®. Para no fatigar el cat¨¢logo, pulsaremos s¨®lo otra ¨¦poca llena de vigor, la del modernismo, con un ejemplo excelso en su estaci¨®n del Norte, cuyo arquitecto, Demetrio Ribes, busc¨® inspiraci¨®n en el secesionismo vien¨¦s. Dej¨® el optimismo burgu¨¦s de inicios del novecientos, desde luego, un rosario de obras notables. Entre ellas, el mercado Central, inmensa catedral consagrada a las sensaciones alimentarias que nunca hay que ignorar, y el mercado de Col¨®n, hoy convertido en un agradable centro de ocio.
Tiene el peligro Valencia, como todas las ciudades que se camuflan con t¨®picos (la luz, la desbordada creatividad, la paella y una indolente superficialidad), de seducir a fondo a quien consigue entrever su verdadera personalidad, aun si es consciente de que llegar a amar una ciudad como ¨¦sta depara a veces tanta dicha como melancol¨ªa. Antes de marcharse, pues, el viajero buscar¨¢ un paliativo en la brisa benefactora de la Malvarrosa y El Cabanyal, donde persiste la ¨²nica playa urbana que la avidez del enorme puerto comercial no ha devorado. Desde su amplio paseo mar¨ªtimo, asomado a la extensa franja de arena donde la gente se divierte y toma el sol, observar¨¢ de lejos las obras de la nueva bocana que se construye para la Copa del Am¨¦rica, una competici¨®n internacional de vela de alta tecnolog¨ªa, algo as¨ª como la f¨®rmula 1 de las olas, cuyas regatas se disputar¨¢n aqu¨ª en 2007 y que ha hecho que la ciudad ceda sin muchas ganas en su indiferencia secular hacia el Mediterr¨¢neo.
GU?A PR?CTICA
Dormir - El Palau de la Mar (963 16 28 84; Navarro Reverter, 14; desde 160 euros), uno de los hoteles m¨¢s lujosos y nuevos, ocupa parte de un antiguo y c¨¦ntrico palacete rehabilitado. Tambi¨¦n muy reciente es el Hotel Neptuno (963 16 28 84; paseo de Neptuno, 2; desde 100), que mira al mar desde la playa de las Arenas. Muy cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se halla el AC Arts (963 31 70 00; desde 75). Dentro del casco hist¨®rico est¨¢ el Ad Hoc (963 91 91 40; avenida de Francia, 67; desde 89), un hotel con encanto. La cadena High Tech ha restaurado un edificio en el popular barrio de Russafa para su Petit Palace German¨ªas (963 51 36 38; Sueca, 14; desde 60). Y para un p¨²blico joven, Home ofrece en tres edificios (963 92 12 49; desde 15 euros) habitaciones en pleno centro. ComerLa oferta se ha diversificado y ha ganado en elaboraci¨®n, si bien en Fallas muchos establecimientos simplifican sus men¨²s. Son t¨ªpicos ahora los bu?uelos de calabaza. El restaurante Ca'Sento (963 30 17 75; M¨¦ndez N¨²?ez, 17; desde 75 euros) es un ejemplo de evoluci¨®n de la cocina mediterr¨¢nea, mientras que La Rosa (963 71 25 65; avenida de Neptuno, 70; desde 35) mantiene las esencias de los arroces marineros. Alghero (963 33 35 79; Burriana, 52; desde 35 euros) mira un poco a Italia con una cocina ligera y actual, as¨ª como Casa Josu¨¦ (963 84 18 73; Calixto III, 19; desde 25) reinventa a partir de la cocina valenciana. Muchos vinos y tapas modernas hay en Santa Companya (963 91 21 77; Roteros, 21; desde 20). Y m¨¢s vinos, con tapas m¨¢s tradicionales, en Bodega Casa Monta?a (963 67 23 14; Jos¨¦ Benlliure, 69; desde 20); mientras que la popular Tasca ?ngel (963 91 78 35; Pur¨ªsima, 1; desde 7) hace de las sardinitas su especialidad, que en el caso de Mancini (963 94 42 89; Morat¨ªn, 1; unos 7) son sus ensaladas y bocatas.SalirEn Fallas, toda la ciudad es un hervidero. A las dos de la tarde se disparan les mascletades en la plaza del Ayuntamiento, y a partir de las doce de la noche, los fuegos pirot¨¦cnicos en el antiguo cauce del Turia. Luego se puede elegir entre verbenas y conciertos. Y antes, durante y despu¨¦s de Fallas, en Ciutat Vella se respira bullicio cualquier noche: El Negrito es un hist¨®rico local de copas y de encuentro; en Radio City el p¨²blico joven baila al ritmo de m¨²sica electr¨®nica tirando a ¨¦tnica; bajo el olivo de la terraza del Lisboa se oyen diversos idiomas; en el marchoso Bigornia se mueven los amantes del tecno, y en el Jazz Caf¨¦, otro tipo de noct¨¢mbulos; en la zona de la plaza del Cedro se encuentra el novedoso La Tribu, con m¨²sica independiente; en la zona de Juan Llorens, El Loco Mateo ofrece conciertos; en la playa, Vivir sin Dormir, una copa frente al mar, y en la fuente de San Luis, Le Club es destino final para muchos.Visitas e informaci¨®n.Turismo de la ComunidadValenciana (963 98 64 22).- www.comunidadvalenciana.com- www.turisvalencia.comOficina de turismo de Valencia(963 98 64 22)- www.fallas.com.
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