Bistur¨ª para todos
La pr¨®xima vez que se suba a un avi¨®n observe con un poco de atenci¨®n a sus compa?eros de vuelo. Esa se?ora de piel tersa y manos arrugadas que se sienta en la primera fila; ese pasajero maduro de rostro relajado, pese al madrug¨®n; esa chica que luce un pecho perfecto bajo el su¨¦ter ce?ido... pueden deberle buena parte de su aspecto al bistur¨ª. Contrariamente a lo que todav¨ªa se piensa, la cirug¨ªa est¨¦tica hace mucho que dej¨® de ser un recurso exclusivo de ricos y famosos para convertirse en una demanda masiva de la sociedad occidental, y muy concretamente de la espa?ola, gran consumidora de todo aquello que pueda ofrecer la medicina, la tecnolog¨ªa y la ciencia para tener un aspecto mejor sin excesivo esfuerzo.
El inter¨¦s por la cirug¨ªa est¨¦tica ha llegado a todos los sectores. Desde empleadas de supermercado hasta pol¨ªticos y empresarios recurren a la ayuda del bistur¨ª
Aunque no existen estad¨ªsticas, Jos¨¦ Manuel P¨¦rez Mac¨ªas, presidente de la Sociedad Espa?ola de Cirug¨ªa Pl¨¢stica Reparadora y Est¨¦tica (SECPRE), calcula que cada a?o se realizan unas 350.000 intervenciones de este tipo, incluyendo las reconstrucciones mamarias por c¨¢ncer. La lista de los que recurren al bistur¨ª para mejorar su aspecto va desde la simple empleada de supermercado que ahorra durante meses para juntar el dinero de la operaci¨®n hasta pol¨ªticos y destacados empresarios.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, de 68 a?os, se hizo un lifting facial hace poco, por "respeto a los dem¨¢s", seg¨²n propia confesi¨®n. Y el ex presidente de la Generalitat de Catalu?a, Jordi Pujol, no dud¨® en quitarse unas antiest¨¦ticas ojeras. Pero la mayor¨ªa de los que pasan por consultas de cirug¨ªa est¨¦tica son simples ciudadanos.
David S¨¢nchez, de 37 a?os, copropietario de DYP Comunicaciones, es uno de ellos, y de los m¨¢s satisfechos. "Hace un a?o me hice el tri¨¢ngulo de la cara, lo que es el rictus de la boca. Te quitan grasa de otra parte del cuerpo y te la inyectan en esa zona, as¨ª no hay problemas de rechazo", cuenta. Y todo por 1.200 euros. Para S¨¢nchez, era la segunda operaci¨®n. Con la primera, hace cuatro a?os, perdi¨® la grasa acumulada en el abdomen, tras a?os de vida sedentaria. "Al d¨ªa siguiente de la operaci¨®n ya hab¨ªa bajado dos tallas de pantal¨®n", dice. La afici¨®n al bistur¨ª le viene casi de herencia. "Mi madre se ha operado de todo. Tiene 72 a?os y est¨¢ estupenda. No ha tenido nunca una arruga. La cirug¨ªa est¨¦tica me parece de lo m¨¢s normal".
Miss Belleza Artificial
Y tan normal. Hasta el punto de que ya existe un concurso que consagra la belleza internacional en el que punt¨²a la calidad de los arreglos est¨¦ticos. La ¨²ltima Miss Belleza Artificial se present¨® al jurado con una silueta esculpida con liposucci¨®n: la m¨¢s com¨²n de las operaciones, al menos en el mercado espa?ol. "A partir de 1982, cuando se establecieron los principios b¨¢sicos del remodelado de la silueta mediante la lipoaspiraci¨®n de la grasa corporal localizada y no deseada, las liposucciones han ido increment¨¢ndose en pacientes -sobre todo mujeres- de entre 18 y 45 a?os", dice el doctor P¨¦rez-Mac¨ªas, que, tras a?os de pr¨¢ctica en el hospital P¨ªo del R¨ªo Hortega, de Valladolid, ejerce privadamente la cirug¨ªa est¨¦tica en la misma ciudad.
Mar¨ªa Jes¨²s P¨¦rez Rusillo, de 39 a?os, y Nuria L¨®pez D¨ªaz, de 40, se ajustan como un guante al perfil de estas pacientes. Aunque no se conocen, las dos sufrieron durante a?os las incomodidades del exceso de grasa en caderas y muslos antes de decidirse a entrar en el quir¨®fano. Mar¨ªa Jes¨²s reconoce que su cuerpo desproporcionado lleg¨® a acomplejarla. "Si un vestido me quedaba ajustado y bonito por arriba, no me entraba por abajo", dice. La pesadilla termin¨® para ambas hace muy poco gracias a la liposucci¨®n. "Es una alegr¨ªa poder ponerte otra vez una talla peque?a", dice Nuria.
A la liposucci¨®n le siguen, en la lista de popularidad est¨¦tica, el implante de pr¨®tesis mamarias, la rinoplastia (remodelaci¨®n de la nariz), la eliminaci¨®n de ojeras y retoque de p¨¢rpados, la reducci¨®n de mamas, la otoplastia (correcci¨®n de las llamadas orejas de soplillo) y los minilifting para estirar y rejuvenecer algunas ¨¢reas faciales. Los precios -entre 2.000 y 18.000 euros- var¨ªan seg¨²n el cach¨¦ del m¨¦dico y las caracter¨ªsticas de la intervenci¨®n. Todav¨ªa m¨¢s populares son los tratamientos que no requieren hospitalizaci¨®n, como el rellenado de labios con sustancias d¨¦rmicas, la eliminaci¨®n del vello, las cicatrices del acn¨¦ o las arrugas mediante el l¨¢ser; los peelings qu¨ªmicos para suprimir las c¨¦lulas muertas del cutis; las inyecciones de vitaminas; las infiltraciones de Botox, de ¨¢cido hialur¨®nico o de la propia grasa del paciente, para congelar los m¨²sculos, hidratar la piel o rellenar arrugas. La lista es larga y tentadora, a juzgar por la amplia clientela.
"Posiblemente, Espa?a tenga el r¨¦cord de Europa en operaciones de est¨¦tica", reconoce Antonio de la Fuente, con 25 a?os de experiencia y al frente de una selecta cl¨ªnica de Madrid. Basta comparar con otros pa¨ªses, como el Reino Unido, donde en 2004 se operaron 15.000 mujeres y 1.340 hombres, seg¨²n el diario The Daily Telegraph. De la Fuente cree que a esos datos brit¨¢nicos "habr¨ªa que a?adirles un cero, en realidad". Pero aun as¨ª les sacamos la cabeza.
Cuerpos al sol
Al parecer, nos operamos m¨¢s porque se nos ve m¨¢s. "No podemos ser igual que los n¨®rdicos, somos latinos y acostumbrados a la playa", argumenta Joaqu¨ªn Garc¨ªa Aparicio, que preside la Sociedad Espa?ola de Cirug¨ªa Est¨¦tica (SECE), donde tienen cabida facultativos que no son especialistas en cirug¨ªa pl¨¢stica, y mantienen una fuerte pugna con la SECPRE.
Pero hay m¨¢s razones que las geogr¨¢ficas. Despu¨¦s de todo, la primera cl¨ªnica de cirug¨ªa pl¨¢stica que se abri¨® en Europa, a principios de los a?os setenta, fue la del fallecido doctor Jaime Planas, de Barcelona. Esta relativa supremac¨ªa explicar¨ªa el caso de Corporaci¨®n Dermoest¨¦tica, una compa?¨ªa valenciana que en 25 a?os se ha expandido por Espa?a, Portugal, Italia y el Reino Unido, con cerca de un centenar de centros.
"Hemos sido un factor esencial en la democratizaci¨®n de la cirug¨ªa est¨¦tica en Espa?a", dice Jaime Lerma, director m¨¦dico de Corporaci¨®n, sentado en el as¨¦ptico despacho del centro que acaban de remodelar e inaugurar en Barcelona. Una especie de instituto de belleza decorado con fotograf¨ªas de an¨®nimas bellezas. Esta peque?a multinacional factur¨® 65,5 millones de euros en 2003, con una oferta amplia de tratamientos y de pacientes. "Desde ecuatorianos que limpian supermercados hasta marroqu¨ªes que vienen con grandes cicatrices de navajazos o profesionales que se separan de la mujer y quieren rehacer su vida con una nueva imagen", dice Lerma.
Dramas f¨ªsicos
Es como si la cirug¨ªa est¨¦tica cumpliera ya una funci¨®n social insustituible. "Hay infinidad de dramas con fondo de mero problema est¨¦tico", asegura De la Fuente. "En la consulta te encuentras con casos tremendos. Chicas de 17 a?os que est¨¢n yendo al psiquiatra por problemas de exceso de pecho. O jovencitas que vienen con tres sujetadores, todos con relleno, porque son completamente lisas".
Al mismo panorama se enfrentan cualquiera de los cerca de 800 cirujanos pl¨¢sticos que hay oficialmente en Espa?a. Historias de mujeres (la clientela femenina es el 80%) que buscan una ayuda suplementaria en el bistur¨ª para sentirse mejor consigo mismas. Y de hombres que no quieren perder oportunidades laborales por unas ojeras. "Es que los resultados de esta cirug¨ªa son muy satisfactorios, cambian la autoestima", apunta Jos¨¦ Manuel Ar¨¦valo, un joven especialista que ha abierto hace a?o y medio una cl¨ªnica en Getafe, al sur de Madrid. "Hoy todo esto es accesible para cualquiera", dice Ar¨¦valo, se?alando los aparatos l¨¢ser ¨²ltimo modelo de su consulta. "Pero es obligado explicarles a los pacientes en qu¨¦ consiste la operaci¨®n y cu¨¢les son los riesgos". Su colega Carmen C¨¢rcamo, que dirige una cl¨ªnica en Madrid, cree que esto es lo normal entre los cirujanos. "Les ponemos las cosas bastante negras a los pacientes".
Basta echar un vistazo a las p¨¢ginas web de todos estos centros para comprobarlo. Aunque pocas son tan prolijas al enunciar los riesgos como la de la SECE. Respecto de la blefaroplastia -inter-venci¨®n de los p¨¢rpados-, se citan como riesgos: "Temporalmente visi¨®n doble o borrosa, hematoma, infecci¨®n (...), ceguera (extremadamente rara)". Y en la reducci¨®n (y remodelado) de mamas se alerta del riesgo de "cicatrices anchas y visibles, hipertr¨®ficas y queloideas; infecciones, sangrado, hematoma, necrosis cut¨¢neas; mal posici¨®n de los complejos areola-pez¨®n, asimetr¨ªas mamarias. Dificultad para amamantar".
Nada de esto detiene a las aspirantes a un cuerpo perfecto. Porque, junto a los casos con fondo de drama psicol¨®gico, el bistur¨ª est¨¢ al servicio de quien simplemente quiere esculpirse un cuerpo a la moda. "Hemos pasado de las pr¨®tesis de 125 cent¨ªmetros c¨²bicos a las de 225 cent¨ªmetros c¨²bicos", confirma De la Fuente. La gente pide pr¨®tesis de p¨®mulos, de gl¨²teos o infiltraciones de relleno d¨¦rmico en los labios. "Hay pacientes que vienen con la fotograf¨ªa de una actriz y quieren que les hagas una nariz igual, sin comprender que la cirug¨ªa no puede convertirlas en otra persona".
Al final, los resultados dependen de un buen esqueleto facial o de una buena piel. "Es que esto no es Lourdes", coincide Carmen C¨¢rcamo, acostumbrada a tratar sobre todo con mujeres profesionales con autonom¨ªa econ¨®mica. A veces son m¨¢s j¨®venes, y se operan a escondidas de los padres. O de los maridos. ?No hay algo an¨®malo en todo eso? "La sociedad es an¨®mala", responde C¨¢rcamo. "?Cu¨¢nta gente hay tomando Prozac o yendo al psiquiatra? La cirug¨ªa es otra alternativa para superar complejos y traumas".
Adicci¨®n
Mercedes Poveda, de 36 a?os, no ten¨ªa complejo alguno con su nariz aguile?a, pero se la cambi¨® por un ap¨¦ndice nasal mucho m¨¢s discreto hace ocho a?os. "Lo que ocurri¨® es que a los 28 a?os, y por una serie de problemas, adelgac¨¦ much¨ªsimo, y entonces s¨ª que se me ve¨ªa demasiado la nariz". Poveda, periodista de televisi¨®n, se oper¨® tambi¨¦n por razones profesionales. "El f¨ªsico sigue siendo fundamental. A igual formaci¨®n, una persona bella tiene m¨¢s oportunidades", dice. Cuando la nueva nariz empez¨® a acomodarse a su rostro, el cambio fue enorme. "Un d¨ªa me cruc¨¦ con mi padre y no me reconoci¨®". Pese a su buena experiencia, cree que esta cirug¨ªa tiene sus pegas. "Es cara y arriesgada". Y puede crear adicci¨®n.
A Ivette Ross, de 39 a?os, due?a de una empresa de comunicaci¨®n de Barcelona, no deja de rondarle la idea de "hacerse algo m¨¢s", despu¨¦s de dos operaciones. Un implante de pr¨®tesis mamarias, hace seis a?os, "para dejarme el pecho como lo ten¨ªa antes del embarazo y de la lactancia"; una liposucci¨®n hace unos meses, "para quitarme las cartucheras". "Ahora lo que me molesta son estas manchas", dice se?al¨¢ndose una zona imprecisa del rostro. ?No estar¨¢ creando este f¨¢cil acceso a la cirug¨ªa est¨¦tica una nueva esclavitud? "No, es un logro de la ciencia al servicio de las personas", dice De la Fuente, "lo que pasa es que hay que tener una fuerte motivaci¨®n. No es para todos".
Los platos rotos de la belleza quir¨²rgica
NO ES ORO todo lo que reluce en el panorama de la cirug¨ªa est¨¦tica. Como en todas las especialidades, hay cirujanos buenos y no tan buenos, y el paciente puede sufrir las consecuencias de una mala elecci¨®n. De hecho, "los cirujanos est¨¦ticos pagamos una elevada tasa -6.000 euros- en concepto de responsabilidad civil, junto a ginec¨®logos y anestesistas", dice el doctor Jos¨¦ Manuel Ar¨¦valo. Pero adem¨¢s, seg¨²n Carmen Flores, presidenta de la Asociaci¨®n el Defensor del Paciente (Adepa), "mucha gente practica esta cirug¨ªa sin la debida cualificaci¨®n". Y es que en este sector hay una zona de sombra en la que se mueven seudo especialistas y centros m¨¢s o menos clandestinos. Aunque tambi¨¦n las cl¨ªnicas legales cometen errores. Como el que le cost¨® el ombligo a Carlos G¨®mez, un joven de 28 a?os que se oper¨® hace cuatro a?os para eliminar el exceso de piel del abdomen. "Adelgac¨¦ en poco tiempo 35 kilos, y el abdomen no se recuper¨®. Me aconsejaron que fuera al cirujano pl¨¢stico". A los seis meses de la operaci¨®n segu¨ªa con dolores internos. Una nueva revisi¨®n demostr¨® que la operaci¨®n hab¨ªa sido un desastre y hab¨ªa que rehacerla. "Me dijeron que ten¨ªa que pagar yo los gastos de quir¨®fano". G¨®mez recurri¨® entonces a Adepa, que llev¨® su caso a los tribunales. Gan¨® en primera instancia y obtuvo una indemnizaci¨®n de 12.000 euros. A los dos a?os ingresaba en un hospital de la Seguridad Social. "Me tuvieron que cerrar el ombligo, y ahora estoy como un osito de los dibujos animados". Lejos de ser un remedio a su problema, "la cirug¨ªa me cre¨® m¨¢s complejo", dice. Casos como el de Carlos G¨®mez no son inusuales. "A nuestro hospital p¨²blico llegan un mont¨®n de pacientes con problemas derivados de operaciones chapuceras. Mujeres con las pr¨®tesis de mama rotas, o chicas que se han sometido a inyecciones de silicona. Antes se iban a Brasil a hacerlo, ahora se ponen en manos de cualquiera. El resultado es dram¨¢tico porque la silicona se expande por los tejidos y da muchos problemas", comenta un especialista pl¨¢stico de un centro p¨²blico. Otras veces los que llegan son pacientes insatisfechos con la operaci¨®n que les han hecho, y aunque "normalmente no se aceptan pacientes con problemas de cirug¨ªa est¨¦tica, a veces hay que admitirlos", a?ade. "El riesgo es que se cuele un paciente con dismorfofobia [s¨ªndrome de distorsi¨®n de imagen], porque siempre est¨¢n disconformes con su aspecto. Para evitarlo se hace un estudio psicol¨®gico y psiqui¨¢trico del paciente antes de intervenirle".
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