Las lecciones de Nayaf
Los combates en la base Al ?ndalus significaron el fin de la misi¨®n en Irak. En conflicto con los radicales y en cierta discrepancia con EE UU, el repliegue no se presentaba f¨¢cil
Desde un principio, Estados Unidos supo, formalmente, que el compromiso de Espa?a en Irak era limitado. As¨ª se lo comunicaron personalmente los responsables militares espa?oles al jefe militar de la coalici¨®n, el general Ricardo S¨¢nchez, y as¨ª se lo transmitieron a sus superiores los generales que mandaron, sucesivamente, las brigadas Plus Ultra I y Plus Ultra II, Alfredo Cardona y Fulgencio Coll. Pero, sobre el terreno, cuando la situaci¨®n militar se hizo m¨¢s tensa en la zona bajo responsabilidad espa?ola, surgieron las discrepancias. Los norteamericanos exig¨ªan a los espa?oles un nivel de participaci¨®n militar que ¨¦stos no pod¨ªan y, en ocasiones, no quer¨ªan aceptar.
Una de las operaciones en las que el mando espa?ol se neg¨® a participar fue, a comienzos de la primavera de 2004, el cierre del tribunal de la shar¨ªa, puesto en funcionamiento por la autoridad religiosa de Nayaf con el fin de regir la ciudad de acuerdo a sus leyes isl¨¢micas. Cuando el Ej¨¦rcito estadounidense, que ve¨ªa en el tribunal de la shar¨ªa un instrumento de poder del cl¨¦rigo radical chi¨ª M¨²qtada al S¨¢der, pidi¨® a los espa?oles que actuasen contra esa instituci¨®n, ¨¦stos no solamente se opusieron, sino que advirtieron al propio general S¨¢nchez de las graves repercusiones que esa decisi¨®n pod¨ªa tener para la seguridad de la zona.
El d¨ªa 2 de abril, la Brigada Plus Ultra II envi¨® a la cadena de mando espa?ola y de la coalici¨®n el siguiente mensaje: "Respecto al radicalismo chi¨ª, concretamente en Nayaf, la situaci¨®n permanece en calma y estable. Los l¨ªderes de las diferentes organizaciones armadas, pol¨ªticas y religiosas, a trav¨¦s de diversas negociaciones, han alcanzado un equilibrio que podr¨ªa ser roto con cualquier intento de injerencia por parte de las fuerzas de la coalici¨®n. Todos los l¨ªderes con los que se ha hablado desaconsejan cualquier acci¨®n de las fuerzas de la coalici¨®n que pueda suponer una escalada de la violencia".
La detenci¨®n de Yaqubi
Un d¨ªa despu¨¦s de este mensaje, en la noche del 3 de abril, sin informar previamente a las fuerzas espa?olas, un comando (oficialmente de la coalici¨®n, aunque se sabe que estaba integrado por soldados norteamericanos) detuvo en Nayaf al cl¨¦rigo Mustaf¨¢ al Yaqubi, lugarteniente de Al S¨¢der y miembro de la tendencia moderada de su partido. Esa detenci¨®n dar¨ªa lugar a la m¨¢s sangrienta batalla en la que los espa?oles se vieron envueltos durante esta agitada misi¨®n. Y, de paso, al mayor desencuentro entre los mandos norteamericanos y espa?oles desde su inicio. La detenci¨®n de Al Yaqubi supon¨ªa, en primer lugar, la p¨¦rdida de un moderado que actuaba como interlocutor de Al S¨¢der en las conversaciones con los nuevos militares iraqu¨ªes y con la brigada espa?ola. Pero, adem¨¢s, su p¨¦rdida significaba el final del precario equilibrio que los espa?oles hab¨ªan conseguido en la zona, donde hasta ese momento se hab¨ªan conseguido evitar actos de violencia como los que diariamente se produc¨ªan en otras ¨¢reas del pa¨ªs.
Los mandos espa?oles pidieron explicaci¨®n de por qu¨¦ no se les hab¨ªa informado previamente sobre la detenci¨®n de Al Yaqubi. El mando norteamericano les respondi¨® que la operaci¨®n hab¨ªa sido oportunamente comunicada a los superiores correspondientes por el procedimiento adecuado. "Fue muy importante carecer de esa informaci¨®n. De haberla conocido con antelaci¨®n, habr¨ªamos tomado las medidas de seguridad apropiadas para hacer frente a lo que nos vendr¨ªa inmediatamente", asegura el coronel Alberto Asarta, segundo jefe de la Brigada Plus Ultra II y m¨¢ximo responsable de la base de Nayaf.
Lo que les vendr¨ªa despu¨¦s, exactamente un d¨ªa despu¨¦s de la detenci¨®n de Al Yaqubi, fue una seria acci¨®n de represalia de parte del Ej¨¦rcito del Mahdi. En palabras del general Coll, la guarnici¨®n de las tropas de la coalici¨®n en Nayaf fue objeto de un ataque "premeditado, organizado y masivo" de parte de los radicales chi¨ªes a las ¨®rdenes de M¨²qtada al S¨¢der, que consigui¨® movilizar a unos 700 hombres armados con fusiles, ametralladoras y lanzagranadas, y provistos de veh¨ªculos Jeep y otros.
El papel del Ej¨¦rcito de EE UU
Los enfrentamientos comenzaron cinco minutos antes del mediod¨ªa del d¨ªa 4, al t¨¦rmino de una manifestaci¨®n de protesta por la detenci¨®n de Al Yaqubi, de la que la comunidad chi¨ª hac¨ªa responsables a las tropas espa?olas como representantes de la coalici¨®n en Nayaf. La propia esposa del cl¨¦rigo preso se present¨® ante los responsables militares espa?oles para protestar por su arresto y exigir su liberaci¨®n, a lo que un portavoz del general Coll s¨®lo le pudo responder que Al Yaqubi no se encontraba en manos de los espa?oles y que ¨¦stos no eran responsables de su detenci¨®n.
La concentraci¨®n de protesta deriv¨® en un ataque contra el cuartel de Al ?ndalus en el que muri¨® un n¨²mero nunca precisado de insurgentes, pero que se calcula en decenas. Entre las tropas de la coalici¨®n murieron un soldado norteamericano, otro salvadore?o y uno de los iraqu¨ªes que combat¨ªa junto a ellos. Los espa?oles sufrieron s¨®lo dos heridos.
Las principales circunstancias del ataque y su envergadura fueron en su d¨ªa recogidas por los medios de comunicaci¨®n. Lo que nunca qued¨® claro fue el papel que el Ej¨¦rcito de Estados Unidos hab¨ªa tenido en aquel episodio, ocurrido poco antes de que se anunciase la fecha de la retirada espa?ola, pero despu¨¦s de que ¨¦sta se diera ya por descontada tras producirse la victoria del PSOE en las elecciones del 14 de marzo.
Los mandos espa?oles que vivieron aquellos momentos directa o indirectamente admiten que en el ataque de Nayaf se produjeron fricciones o diferencias -algunas, de cierta importancia- con los mandos estadounidenses, pero no observaron de parte de sus compa?eros de la coalici¨®n una actuaci¨®n premeditada destinada a boicotear la labor de los soldados espa?oles como acto de venganza por la decisi¨®n del Gobierno espa?ol. "La entrega y el esp¨ªritu de sacrificio de los soldados norteamericanos fue espectacular", afirma el coronel Asarta, que menciona un ejemplo: "Desde el 5 de abril, 10 hombres de la Unidad Especial de Comunicaciones de los marines norteamericanos (conocida en t¨¦rminos militares como Anglico) permanecieron 10 d¨ªas en la terraza de un edificio que proteg¨ªa la base de Al ?ndalus sin moverse ni para cambiarse de ropa, siendo de grand¨ªsima utilidad para dirigir cualquier tipo de apoyo a¨¦reo necesario, lo que nos proporcion¨® una gran seguridad".
Los reproches del general S¨¢nchez
Los criterios sobre c¨®mo proteger Nayaf fueron, en todo caso, muy diferentes entre espa?oles y norteamericanos. Cuando el general S¨¢nchez lleg¨® desde Bagdad en la misma tarde del d¨ªa 4 a la ciudad santa chi¨ª para seguir en directo la evoluci¨®n de los combates, reproch¨® a los mandos espa?oles que no hubieran utilizado los aviones de combate F-16, cuestion¨® otras decisiones militares tomadas en esas horas y lleg¨® a poner en duda el nivel de compromiso de las tropas espa?olas en el combate. Los mandos espa?oles s¨ª aceptaron, en cambio, el apoyo de helic¨®pteros Apache para conseguir un apoyo m¨¢s pr¨®ximo y evitar da?os colaterales. "Nosotros actuamos siempre de acuerdo a nuestras propias reglas de enfrentamiento, que eran muy restrictivas", dice el coronel Asarta.
El propio jefe de la guarnici¨®n de Nayaf explica qu¨¦ significaban, en la pr¨¢ctica, esas reglas: "No dispar¨¢bamos contra las ambulancias, aunque nos constara que estaban trasladando a combatientes sanos; no dispar¨¢bamos contra los que se tumbaban en el suelo, aunque supi¨¦ramos que fing¨ªan estar muertos; no destru¨ªamos edificios ni bat¨ªamos espacios en los se confund¨ªan combatientes y poblaci¨®n civil".
Discrepancias por un bombardeo
La mayor discrepancia entre los m¨¦todos de los militares norteamericanos y espa?oles durante ese enfrentamiento del 4 de abril surgi¨® en relaci¨®n al hospital de Especialidades de Nayaf, desde el que se dominaba la base de Al ?ndalus y en el que, durante horas, se apostaron francotiradores iraqu¨ªes. El personal de Estados Unidos, asignado principalmente a la protecci¨®n de los representantes de la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n (CPA), que formalmente no estaba bajo el mando de los espa?oles, pero a los que Asarta trat¨® de integrar en la defensa de la base, solicit¨® inmediatamente que los aviones de combate norteamericanos bombardeasen esa posici¨®n enemiga. El coronel Asarta, en contacto con su superior, el general Coll, rechaz¨® esa intervenci¨®n aduciendo que el bombardeo del hospital no solamente pon¨ªa en serio riesgo las vidas del personal civil que pudiera encontrarse en el interior, sino que supondr¨ªa la destrucci¨®n del mayor centro sanitario de Nayaf y, al mismo tiempo, la p¨¦rdida de un punto fuerte desde el que se podr¨ªa defender mejor la base. Asarta orden¨® la toma del hospital, lo que finalmente hizo un comando salvadore?o que, a un alto riesgo, asegur¨® el hospital planta a planta y redujo a los francotiradores. En ese momento, todos los enfermos hab¨ªan abandonado ya el centro. "Fue una actuaci¨®n ejemplar dentro del comportamiento ejemplar de las tropas salvadore?as", recuerda Asarta.
La batalla de Nayaf es tambi¨¦n el escenario de peque?os gestos de hero¨ªsmo, vividos con tanta discreci¨®n que nadie se ha hecho eco todav¨ªa, por ejemplo, de la acci¨®n del alf¨¦rez Jacinto Guisado -que consigui¨® con sus hombres rescatar a un grupo de militares iraqu¨ªes e instructores salvadore?os y hondure?os que se encontraban cercados por milicianos de Al S¨¢der-, pero que sirvieron para que el propio Guisado, el coronel Asarta y otros fuesen condecorados con cruces rojas.
La convivencia en el interior del cuartel de Al ?ndalus no era f¨¢cil en aquellos d¨ªas de tensi¨®n y combate, no con los centroamericanos, con los que los soldados espa?oles alcanzaron a crear un clima de gran confianza, ni siquiera con las tropas regulares norteamericanas, sino de forma particular con el personal de Blackwater Security Consulting, una de las firmas privadas de seguridad que opera en Irak.
Los hombres de Blackwater, una decena aproximadamente, responsables de la protecci¨®n de los miembros de la CPA -cuyas oficinas estaban en el interior del cuartel de Al ?ndalus- , ten¨ªan sus propias reglas de actuaci¨®n, por lo general mucho menos rigurosas que las del Ej¨¦rcito espa?ol. Su fiereza y capacidad de combate, en las horas m¨¢s dif¨ªciles del enfrentamiento con los militantes isl¨¢micos, llamaron la atenci¨®n de los mandos responsables de la protecci¨®n de Al ?ndalus, que reconocen, no obstante, que su comportamiento resultaba incompatible con la misi¨®n que los militares espa?oles ten¨ªan encomendada en Irak. "Mis ¨®rdenes siempre fueron defensivas", insiste el coronel Asarta.
La presencia de mercenarios, como los de Blackwater y otras compa?¨ªas similares, hab¨ªa escandalizado desde el primer d¨ªa a los generales espa?oles que participaron en el despliegue en Irak. El teniente general Luis Feliu, representante militar en la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n, recuerda, por ejemplo, que en su momento, a poco de acabada la invasi¨®n propiamente dicha, llam¨® la atenci¨®n a sus colegas en Bagdad sobre el peligro que representaba dejar la seguridad de ¨¢reas importantes de la administraci¨®n y de la econom¨ªa en manos de personal que no estaba sujeto a las normas de control exigibles a los militares de uniforme.
"Nuestra gente dorm¨ªa 4 horas"
Para la fecha en que ocurrieron los sucesos de Nayaf, la vida diaria de los soldados espa?oles hab¨ªa cambiado ya considerablemente. La instrucci¨®n de militares iraqu¨ªes hab¨ªa sido reducida al m¨ªnimo; las labores policiales, la convivencia con la poblaci¨®n, fueron dr¨¢sticamente restringidas tambi¨¦n. Se manten¨ªan las escoltas de los convoyes de combustibles y alimentos y algunos patrullajes, pero la preocupaci¨®n de las tropas espa?olas era ya a mediados de abril del a?o pasado la autoprotecci¨®n. El sentido de la misi¨®n hab¨ªa cambiado. Nuestros soldados empezaban a ser vistos como tropas de ocupaci¨®n, y la mayor¨ªa de los que antes acud¨ªan voluntariamente a recibir instrucci¨®n a los acuartelamientos espa?oles dejaron de hacerlo por miedo a que los insurgentes tomaran represalias contra sus familias.
En esa situaci¨®n se hizo cargo del mando de las fuerzas el general Jos¨¦ Manuel Mu?oz. "Salimos de Espa?a el 5 de abril como Brigada Plus Ultra III", recuerda, "y el d¨ªa 18, en pleno relevo, se produjo la orden de repliegue. Entre el d¨ªa 18 y el 21 pasamos de ser Brigada Plus Ultra III a Contingente de Apoyo al Repliegue Espa?ol (Conapre)". "Supuso un giro de 180 grados y un enorme esfuerzo", a?ade Mu?oz. "Tuvimos que simultanear algunos de los objetivos iniciales de la misi¨®n, como la protecci¨®n de los convoyes de combustible, con la preparaci¨®n del repliegue. Nuestra gente dorm¨ªa cuatro horas al d¨ªa". El repliegue en s¨ª mismo -bautizado como Operaci¨®n Jenofonte- se presentaba "extraordinariamente dif¨ªcil", como dice el general Mu?oz, "por la urgencia, por las amenazas a la seguridad y por las p¨¦simas condiciones climatol¨®gicas, con temperaturas nocturnas de 40 grados y diurnas superiores a los cincuenta".
Sobre la oportunidad pol¨ªtica de la retirada, Mu?oz, por supuesto, no tiene nada que comentar, y sobre su propia frustraci¨®n profesional al encomend¨¢rsele una misi¨®n que no suele ser la preferida de los militares, este general, actual jefe de la Legi¨®n, manifiesta que su ¨²nico empe?o fue cumplir las ¨®rdenes recibidas con la mayor diligencia posible, y su ¨²nica frustraci¨®n, la de interrumpir en dos meses el trabajo de una tropa mentalizada para una misi¨®n de seis meses. Entre las razones de esa frustraci¨®n, existe una menos castrense, pero no desde?able, como es la p¨¦rdida de la prima que comporta una misi¨®n en el extranjero, algo m¨¢s del doble de los escu¨¢lidos sueldos militares.
Los 600 kil¨®metros hasta Kuwait
Enfrascada en un acalorado debate pol¨ªtico, la opini¨®n p¨²blica espa?ola fue, quiz¨¢, poco sensible a las dificultades por las que tuvieron que atravesar los soldados en ese repliegue. La clase pol¨ªtica hablaba en aquellos d¨ªas con cierta ligereza de dejar, traer o volver a llevar las tropas, sin reparar en el esfuerzo que todas esas decisiones representaban sobre el terreno: el recorrido, siempre nocturno para disminuir riesgos, entre Nayaf y Diwaniya por una carretera de 80 kil¨®metros que los soldados hab¨ªan apodado Camino de Santiago por la frecuencia de las peregrinaciones religiosas; los 600 kil¨®metros hasta la frontera de Kuwait, "con material pesado, bajo las amenazas, en medio de la tensi¨®n, con alto riesgo de accidentes...", tal como recuerda el general Mu?oz.
Afortunadamente, la mayor parte de las veces aquellos recorridos se realizaron sin incidentes. S¨®lo en una ocasi¨®n, el 20 de mayo, el convoy espa?ol fue objeto de un ataque de importancia en las proximidades de la localidad de Al Hamsa, donde los insurgentes tuvieron un muerto, un herido y un prisionero. "Este ataque demostr¨® que nuestra petici¨®n de dejar fuerza combatiente sobre el terreno hasta el ¨²ltimo momento era correcta", afirma el general de Ej¨¦rcito Luis Alejandre, jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito en aquel momento.
En muy pocas ocasiones, durante su estancia en Irak, las tropas espa?olas hicieron prisioneros, apenas unas decenas en los 10 meses de despliegue en la zona. En todos los casos, seg¨²n la versi¨®n de los responsables militares, los prisioneros permanec¨ªan un par de d¨ªas en el acuartelamiento espa?ol y eran entregados a los norteamericanos, que los pon¨ªan en libertad o los enviaban a la prisi¨®n de Abu Ghraib, en Bagdad. Los espa?oles no ten¨ªan capacidad de inspeccionar las condiciones en que se encarcelaba a sus detenidos ni ten¨ªan informaci¨®n de la situaci¨®n que, meses despu¨¦s, se denunciar¨ªa en la famosa c¨¢rcel iraqu¨ª.
A su regreso, las tropas fueron recibidas por la autoridad pol¨ªtica, y algunos de ellos condecorados por el propio presidente del Gobierno. Pero el eco del trabajo hecho en Irak se borr¨® pronto. Las discrepancias pol¨ªticas privaron a esta misi¨®n de la resonancia y orgullo ciudadano que hab¨ªan alcanzado otras anteriores, como las de los Balcanes o Centroam¨¦rica. Algunos -y no s¨®lo algunos opositores a la guerra- quisieron mantener en un plano discreto, cuando no oculto, la misi¨®n militar en aquel pa¨ªs de Oriente Pr¨®ximo. Baste recordar el funeral secreto del anterior Gobierno a los siete agentes del CNI asesinados en la carretera que une Nayaf y Bagdad.
Para los militares, sin embargo, Irak fue uno de sus mejores trabajos. Los cuarteles espa?oles guardan cientos de recuerdos tra¨ªdos por los soldados desde aquel pa¨ªs. Confiesan haber aprendido mucho sobre lo que significa actuar en medio de un clima hostil, y no se refieren s¨®lo al aspecto meteorol¨®gico.

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