El catal¨¢n y Europa
En estas mismas p¨¢ginas y en la edici¨®n del viernes 18 de marzo, Juan B. Culla i Clar¨¤ nos ofrec¨ªa, bajo el t¨ªtulo Las lenguas y Europa, uno de sus interesantes art¨ªculos.
Para los que somos asiduos seguidores de sus comentarios era claro, antes de comenzar la lectura, que, pese a iniciarse con una referencia a "los avatares de la lengua espa?ola en la Uni¨®n Europea", lo que constitu¨ªa el objetivo de fondo era expresar el pesimismo ante las dificultades de "sacar al catal¨¢n de la clandestinidad europea" y justificar que tal situaci¨®n "llevase a cientos de miles de catalanes a votar no o a abstenerse el pasado 20 de febrero". Dejando de lado que un riguroso y objetivo an¨¢lisis socioelectoral sobre los h¨¢bitos revelados en el curso de las distintas convocatorias electorales anteriores indica, como m¨ªnimo, que los votos negativos en el refer¨¦ndum pueden tener distintas procedencias y diversas motivaciones, lo cierto es que muchos de los que nos encontramos entre los cientos de miles de catalanes -muchos m¨¢s, por cierto, que los del no- que en Catalu?a votamos s¨ª en el refer¨¦ndum somos europe¨ªstas convencidos y hay en nuestra historia suficientes pruebas de la labor que hemos desarrollado y seguimos desarrollando a favor del reconocimiento del catal¨¢n en el ¨¢mbito institucional de la Uni¨®n Europea.
Existe una corriente en las instituciones de la Uni¨®n Europea que intenta limitar el multiling¨¹ismo
Y ello, pese a haber vivido directamente, desde el interior mismo del Parlamento Europeo, las dificultades que sufre la aplicaci¨®n del multiling¨¹ismo integral y su extensi¨®n, a¨²n m¨¢s complicada, a las lenguas s¨®lo reconocidas oficialmente en partes de los Estados integrados en la Uni¨®n, dificultades a las que se a?ade el hecho de que algunos Estados han renunciado a la utilizaci¨®n de su lengua propia como lengua de trabajo. Estas dificultades, que merece la pena analizar, no pueden separarse de dos consideraciones importantes.
La primera es el valor de un compromiso positivo con un s¨ª al proyecto de Constituci¨®n europea, que abre precisamente en este espinoso campo nuevas perspectivas tanto en el art¨ªculo IV-448 -que en su segundo apartado acepta por primera vez la traducci¨®n del texto constitucional al catal¨¢n- como en el art¨ªculo III-433 -que establece que se adoptar¨¢ por unanimidad un nuevo r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico para sustituir el obsoleto reglamento de 1958.
La segunda es la evaluaci¨®n ponderada de las actuaciones concretas, m¨¢s all¨¢ de las buenas palabras del presidente del Gobierno del Estado en sus tomas de posici¨®n p¨²blicas, llevadas a cabo por el ministro de Asuntos Exteriores y por la Secretar¨ªa de Estado para Asuntos Europeos, en primer lugar depositando, antes de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n europea que debe darles legitimidad, los textos en euskera, gallego y catal¨¢n, y, en segundo lugar, presentando un memor¨¢ndum en el que se proponen hasta siete modificaciones en forma de anexo del reglamento de 1958, que abrir¨ªan paso a la utilizaci¨®n de las tres lenguas, aceptando incluso pagar los costes de la interpretaci¨®n y la traducci¨®n.
M¨¢s all¨¢ de la presentaci¨®n de este memor¨¢ndum -que, en el peor de los casos, condicionar¨ªa el nuevo r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico que establece el proyecto de Constituci¨®n-, hay constancia de las gestiones directas que representantes del Gobierno espa?ol y l¨ªderes catalanes han realizado directamente cerca de personalidades relevantes del consejo para vencer resistencias, con resultados progresivamente positivos pese a no ser todav¨ªa plenamente satisfactorios.
Es cierto que existe una corriente no despreciable en el seno de las instituciones de la Uni¨®n que, apoy¨¢ndose en h¨¢bitos consuetudinarios, en pretextos presupuestarios, en concepciones meramente instrumentales de las lenguas y, por qu¨¦ negarlo, en dificultades t¨¦cnicas que pueden degradar el contenido de las intervenciones, intentan limitar el multiling¨¹ismo y, de hecho, desde un pragmatismo miope, borrar uno de los signos fundamentales de la identidad de Europa, como es la riqueza de su pluralismo cultural y ling¨¹¨ªstico.
Pero a esta corriente no se la vence con el pesimismo, los votos negativos o la abstenci¨®n, sino reforzando el protagonismo de Catalu?a. No hay que olvidar que los ciudadanos podemos hacerlo tambi¨¦n en las urnas, colaborando con los esfuerzos que est¨¢n realizando algunos l¨ªderes catalanes junto con el Gobierno del Estado, pero tambi¨¦n conscientes de la complejidad real del proceso, valorando y aprovechando cada paso por modesto que sea, sabiendo, como los historiadores saben muy bien, que los grandes procesos hist¨®ricos exigen sabidur¨ªa, paciencia, realismo, capacidad de negociaci¨®n, preservaci¨®n de los objetivos fundamentales y, sobre todo, no confundir la coherencia con la intransigencia.
Hora es ya de que los europe¨ªstas catalanes, m¨¢s all¨¢ de cu¨¢l haya sido nuestra actitud ante el refer¨¦ndum, no s¨®lo aceptemos la legitimidad del resultado, sino que nos aprestemos a luchar juntos en esta nueva etapa sin apriorismos pesimistas y con la voluntad de aportar positivamente nuestro seny negociador sin necesidad de morder a nadie.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es ex vicepresidente del Parlamento Europeo.
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