El s¨ªndrome de Pangloss
En la reciente cumbre organizada por el Foro de Madrid para conmemorar el 11-M se han registrado indudablemente resultados muy positivos en cuanto al respaldo simb¨®lico de la democracia en su enfrentamiento con el terrorismo, en la dura cr¨ªtica contra el "m¨¦todo Guant¨¢namo" de ejercicio de la acci¨®n antiterrorista con desprecio de los derechos humanos, y en la exigencia de una cooperaci¨®n efectiva supranacional, hoy eficaz en el marco de acuerdos bilaterales, pero muy d¨¦bil en otras instancias, tales como la propia Uni¨®n Europea. Del balance en los planos del an¨¢lisis del fen¨®meno terrorista y de las pol¨ªticas necesarias resulta dif¨ªcil hablar todav¨ªa, sin tener a la vista los materiales presentados por los cientos de expertos y pol¨ªticos reunidos en el Palacio de Congresos de Madrid. El seguimiento como simple observador de las conclusiones ofrecidas en varios paneles permite detectar la madurez en los trabajos relativos a los planos pol¨ªtico, cultural y econ¨®mico, as¨ª como la curiosa manera de ver las cosas en otros especialistas. As¨ª, el coordinador de Psicolog¨ªa Social afirm¨® lisa y llanamente que s¨®lo un Estado terrorista puede eliminar el terrorismo, y en mi propio panel hube de escuchar las apreciaciones m¨¢s peregrinas, apuntando incluso a que el encarcelamiento de los terroristas resultaba negativo porque entonces se har¨ªan m¨¢s contumaces en su propensi¨®n a la violencia. Por supuesto, y en la misma l¨ªnea de pensamiento, el recurso a medidas "violentas" era colocado bajo sospecha, ya que su efecto consistir¨ªa en "endurecer la resoluci¨®n" de los terroristas. No hubo manera de hacerles aceptar el t¨¦rmino "necesidad" para calificar las medidas policiales, puntualizando que las mismas hab¨ªan de ejercerse dentro del Estado de derecho y con estricto respeto de los derechos humanos.
En la cascada de discursos de gobernantes, el que suscita mayor perplejidad, y preocupaci¨®n por lo que tiene de significativo, es, a mi entender, el pronunciado por el presidente Zapatero, quien parece encerrado en los ¨²ltimos tiempos dentro de un c¨ªrculo cuyas paredes invisibles le impiden pasar de declaraciones muy positivas en el plano de las buenas intenciones pol¨ªticas a un reconocimiento m¨ªnimamente preciso de la realidad. Renuncia una y otra vez a encarar ¨¦sta, eliminando la confrontaci¨®n en nombre de un discurso de apariencia progresista que aspira a atender las demandas de todos, o del viento que sopla con m¨¢s fuerza. Es como uno cualquiera de los personajes de El ¨¢ngel exterminador de Bu?uel, incapaces de abandonar una sala sin puertas, s¨®lo que feliz y contento de que sus afirmaciones cargadas de wishful thinking no tengan que ser puestas a prueba con el mundo exterior. Tambi¨¦n pudiera considerarse tal actitud como una variante del s¨ªndrome de Pangloss, expuesto por Voltaire en su C¨¢ndido: las buenas palabras tendr¨¢n el efecto m¨¢gico de lograr que todo vaya hacia lo mejor en el mejor de los mundos.
As¨ª, en el problema de las reivindicaciones nacionalistas sobre las lenguas a utilizar en el Congreso, al reabrir un tema que ya parec¨ªa resuelto con la divisi¨®n de espacios entre un Senado pluriling¨¹e y un Congreso en que prevaleciera el concepto del idioma com¨²n en tanto que instrumento de comunicaci¨®n. Pues bien, Zapatero parece inclinarse por auspiciar el deslizamiento hacia el modelo austroh¨²ngaro, que tan ¨®ptimos resultados produjo en 1918. Los nacionalistas saben lo que quieren y para qu¨¦ lo quieren: en la estela de ERC, cada logro es una plataforma para una exigencia sucesiva. Resulta, pues, ingenuo confiar en que con un Reglamento del Congreso reformado y abierto al babelismo va a contenerse la deriva hacia una fragmentaci¨®n simb¨®lica del Estado que nada tiene que ver con la articulaci¨®n de las diferencias dentro de un Estado plurinacional.
En un tema complejo como el de la acci¨®n antiterrorista internacional, los efectos de esa toma de posici¨®n son a¨²n m¨¢s demoledores, especialmente porque invalidan la aportaci¨®n indudable que representa el punto de partida. Un gran acierto de Zapatero consiste en plantear que la clave de una resoluci¨®n definitiva del problema que ahora afrontamos es conseguir una "alianza de civilizaciones", lo cual entra?a el reconocimiento impl¨ªcito de que la oleada terrorista es signo de un riesgo nada imaginario de guerra de civilizaciones, en los t¨¦rminos de Huntington. De hecho, Bin Laden ya la ha declarado, y en un primer momento, al utilizar el t¨¦rmino "cruzada", Bush lo acept¨® expresamente. Para prevenir la consolidaci¨®n de semejante cat¨¢strofe es preciso insistir en que ning¨²n obst¨¢culo de fondo impide la integraci¨®n del mundo isl¨¢mico en la modernidad ni la colaboraci¨®n con Occidente, y que la inversi¨®n de la tendencia requiere tanto pol¨ªticas econ¨®micas orientadas hacia la cooperaci¨®n, lo cual es v¨¢lido tambi¨¦n para el Tercer Mundo no musulm¨¢n, y con el mismo contenido, como una intensificaci¨®n de las relaciones culturales, con el norte de la eliminaci¨®n del concepto hoy dominante de "enemigo". A pesar de su car¨¢cter restrictivo, y del defecto de asumir algo tan cuestionable como la etiqueta de "civilizaci¨®n", el mensaje resulta comprensible para todo aquel que lo recibe y puede ser presentado como objetivo v¨¢lido a medio y a largo plazo, as¨ª como en calidad de ant¨ªdoto contra la tentaci¨®n de responder a la yihad con una nueva forma de cruzada.
Ahora bien, la fijaci¨®n de un buen objetivo no exime de la exigencia de analizar el fen¨®meno, huyendo de las simplificaciones, y en este terreno Zapatero las encadena, casi sin soluci¨®n de continuidad. Las grandes palabras no faltan, pero ya apuntan a la desviaci¨®n en el razonamiento. Es cierto que nos encontramos "en un mar de injusticias" a escala universal, o si se quiere ser m¨¢s concreto, en un mundo regido por una enorme desigualdad que en las ¨²ltimas d¨¦cadas no ha hecho sino aumentar, pero la relaci¨®n inmediata de causalidad entre esa situaci¨®n y los objetivos de paz y de seguridad ya no est¨¢n tan claros, y sobre todo, pensando en el terrorismo, el disparate est¨¢ al caer. Para empezar, Zapatero proclama "alto y claro" que no hay nada detr¨¢s del terrorismo. Es, a su juicio, pura barbarie. "En el terror no hay pol¨ªtica, en el terror no hay ideolog¨ªa", afirma. La verdad es que en ese caso no se entiende por qu¨¦ son reunidas cientos de personas para analizarlo. Con la respuesta policial y la atenci¨®n al contexto econ¨®mico ser¨ªa suficiente. Por mucho que restemos importancia a este tipo de discursos en grandes ocasiones, la impresi¨®n ante tal juicio ha de ser inevitablemente desoladora. ?No hay ideolog¨ªa detr¨¢s de las proclamas de Al Qaeda, ni en los manifiestos de ETA, por mencionar las formas de terrorismo que Zapatero, por su responsabilidad, est¨¢ obligado a entender? En sentido estricto, nos encontramos ante lo que Tierno Galv¨¢n llamaba una ceguera voluntaria, y lo m¨¢s grave es que la misma constituye la premisa para el tipo de aproximaci¨®n pol¨ªtica que a continuaci¨®n va a definir.
El terrorismo es, consecuentemente, cabr¨ªa deducir, una forma de violencia brutal cuyo ¨²nico origen posible reside en la pobrezade millones y millones de hombres, en esa injusticia provocada por la desigualdad. Lo que sucede es que tal pensamiento es plenamente equivocado y har¨¢ luego inevitable la confusi¨®n en la l¨ªnea pol¨ªtica a adoptar. ?Qu¨¦ situaci¨®n de pobreza est¨¢ detr¨¢s de ETA?, ?son Bin Laden y Al Zauahiri prototipos de jornaleros desamparados?, ?es la revuelta palestina, y en su seno el terror, producto de la explotaci¨®n econ¨®mica, o m¨¢s bien del sentimiento de encontrarse pol¨ªticamente aplastados por Israel? Hay excepciones que confirman la regla, caso de Sendero Luminoso en Per¨², pero incluso entonces el motor del desencadenamiento del terrorismo reside en la adaptaci¨®n de la ideolog¨ªa mao¨ªsta. En una palabra, los movimientos terroristas no son la expresi¨®n de la injusticia econ¨®mica, aunque eso suene muy bien y nos exima a continuaci¨®n de pensar, sino formas de violencia vinculadas a una concepci¨®n radical de la lucha pol¨ªtica y a unos fundamentos doctrinales que legitiman su estrategia. Otra cosa es el apoyo social que luego recaben. No entender esto y refugiarse en el populismo f¨¢cil es tanto como errar de medio a medio el camino a seguir.
Conclusi¨®n l¨®gica de lo anterior: el terrorismo nada tiene que ver con religi¨®n o cultura alguna. Consecuencia terrible de contemplar las cosas de otro modo: "La incomprensi¨®n entre culturas". Sigue un razonamiento formalmente confuciano y que nos lleva a un c¨ªrculo vicioso, pues de la err¨®nea causa de un fen¨®meno, el terrorismo ya existente, hacemos origen de la aparici¨®n del mismo: "La incomprensi¨®n es la antesala de la separaci¨®n, la separaci¨®n abre la tentaci¨®n del odio, y el odio es la puerta de la violencia". Es decir, que si de manera absurda creemos que existe un terrorismo y que ¨¦se hunde sus ra¨ªces en el integrismo isl¨¢mico o en la religi¨®n pol¨ªtica nacionalista de Sabino Arana, estaremos produciendo a fin de cuentas ese terrorismo. Por tener la funesta man¨ªa de "pensar de otro modo", como en el grabado de Goya, el analista se convierte en sembrador y en art¨ªfice de odio y de terror.
Podemos respirar tranquilos: el terrorismo islamista es un invento de los enemigos del islam, y no debemos hablar de ¨¦l porque entonces lo suscitamos. Por lo mismo carece de sentido elaborar pol¨ªticas que tiendan a conjugar la integraci¨®n de los cientos de miles de inmigrantes de religi¨®n musulmana con la construcci¨®n de una barrera contra la infiltraci¨®n y la difusi¨®n de las doctrinas yihadistas. Con pol¨ªticas de asistencia econ¨®mica, que por lo dem¨¢s bienvenidas sean, y actuaci¨®n policial frente a un terrorismo "internacional", ya hay bastante. M¨¢s sencillo, imposible. Signo de la confusi¨®n sembrada: en estas mismas p¨¢ginas el racismo anti¨¢rabe es etiquetado de "islamofobia" que avanza. Pregunta: ?qu¨¦ ten¨ªan de "islam¨®fobos" los sucesos de El Ejido?
Una sucesi¨®n de falsas interpretaciones no puede determinar una pol¨ªtica razonable, pero s¨ª una gesti¨®n c¨®moda a corto plazo, cediendo en cuanto se tropieza con un problema complejo en favor de la l¨ªnea de m¨ªnima resistencia, y siempre al amparo de una coartada de apariencia progresista. La causa saharaui resulta abandonada en aras de las buenas relaciones con Marruecos, objetivo por otra parte deseable. Los graves problemas que suscitan el plan Ibarretxe y las reformas estatutarias son sorteados desde un vac¨ªo pol¨ªtico por ahora total, con buenas palabras, como si el futuro no encerrase riesgo alguno. La dif¨ªcil tarea de apoyar a los dem¨®cratas frente a la represi¨®n de la dictadura cubana cede paso a una "normalizaci¨®n" al estilo checoslovaco de 1969, dejando a los disidentes en la c¨¢rcel, sin que el ministro Moratinos tenga siquiera el gesto de dignidad de replicar a las afirmaciones de P¨¦rez Roque de que los presos pol¨ªticos est¨¢n ah¨ª en aplicaci¨®n de la justicia. El Rey recibe al ministro cubano que hace poco insultaba a toda Europa y el Gobierno espa?ol parece dispuesto a convertirse en abogado defensor de la causa castrista, pronto en el tema de los derechos humanos, como antes en la UE. Eso s¨ª, empresarios hoteleros e izquierda del mojito rebosan de satisfacci¨®n. Y, por lo que concierne al terrorismo islamista, es decretada su inexistencia, con lo cual, por la misma regla de tres que en los casos anteriores, puede esperarse que la gesti¨®n cultural del tema sea confiada a quienes suscriben entre nosotros un islamismo de fachada progre. Para cerrar el c¨ªrculo, el presidente proclama su "respeto" (sic) ante la pol¨ªtica de destrucci¨®n llevada a cabo por Putin en Chechenia, al mismo tiempo que en la acera opuesta los l¨ªderes del PP se rasgan las vestiduras ante la retirada de una estatua de Franco. ?Qu¨¦ hemos hecho para merecer tantos desprop¨®sitos?
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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