Lo 'mal' visto y el visto 'bueno'
Se queja Harold Bloom de que algunos especuladores parisienses han logrado convencer a muchos de que Shakespeare es "un fen¨®meno cultural, producido por urgencias sociopol¨ªticas". De esta forma, el bardo ingl¨¦s no escribi¨® sus obras, lo habr¨ªan hecho "las fuerzas pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas de la ¨¦poca". Para Bloom, todos aquellos "te¨®ricos resentidos nadando en el pantano antielitista de los Estudios Culturales", que consideran la literatura b¨¢sicamente lenguaje, se han cargado la autor¨ªa, cuando "todos nosotros fuimos, hasta un grado escandaloso, ?pragm¨¢ticamente inventados por Shakespeare!".
Monote¨ªsmos aparte, no s¨®lo la literatura puede y debe ser le¨ªda como un simbolismo disfrazado del lenguaje. El cr¨ªtico Roland Barthes (1915-1980), sometido a revisi¨®n con subrepticios argumentos, y no por plumas afines a Mr. Bloom, proclamaba la necesidad de leer im¨¢genes, ciudades, rostros, gestos y escenas como se lee un texto. Se situaba as¨ª muy cerca de toda la iconolog¨ªa acad¨¦mica alemana -Warburg, Saxl, Panofsky, Wind- que relacionaba literatura, historia, arte, arquitectura y filosof¨ªa como expresiones del Zeitgeist, o esp¨ªritu de la ¨¦poca. De manera que, para interpretar un mensaje, para entender o explicar una representaci¨®n, era preciso ahondar en el significado intr¨ªnseco del "texto", y para ello estar familiarizado con los c¨®digos culturales. Por citar un ejemplo conocido de Panofsky, un aborigen australiano ser¨ªa incapaz de reconocer el tema de La ¨²ltima cena ya que para ¨¦l no expresar¨ªa m¨¢s que la idea de una comida m¨¢s o menos animada. La misma escrupulosidad se nos exige con las im¨¢genes realistas, especialmente seductoras en el caso de las fotograf¨ªas, los documentales televisivos o los retratos de ¨¦poca que, volviendo a Barthes, suponen una gran aportaci¨®n al llamado "efecto realidad". Es lo que ocurre con los grandes formatos fotogr¨¢ficos de arquitecturas y ciudades de autores como Thomas Ruff, Gursky, Candida H?fer o Gunther F?rg, que el espectador llega a experimentar como si pudiera introducirse dentro de ellas y caminar por las calles.
Se dice que la c¨¢mara, c¨¢ndida, nunca miente, pero hay que precisar que en nuestra "cultura instant¨¢nea" de im¨¢genes hechas con aparatos digitales, el ojo ilumina una narraci¨®n subjetiva y crea documentos "sesgados". Creer, pues, en la asepsia de la imagen nos convierte en una suerte de analfabetos. ?Hubo purismo cuando se hizo la fotograf¨ªa de la imagen m¨¢s famosa de la Guerra Civil, La muerte de un soldado, de Robert Capa?, ?o, en un sentido diferente, en las firmadas por Sherrie Levine a partir de los "documentos sociales" de Walker Evans? En definitiva, todo texto no s¨®lo ha de servir para permitirnos "imaginar" nuestro pasado de una forma m¨¢s viva y activa, tambi¨¦n para entender el poder de la imagen en la vida p¨²blica y situarnos de forma m¨¢s cr¨ªtica frente a la historia.
]]>Estudios visuales. La epistemolog¨ªa de la visualidad en la era de la globalizaci¨®n]]> re¨²ne un conjunto de ensayos sobre toda la problem¨¢tica de la cultura visual entendida como objeto/texto que ha de ser le¨ªdo de forma resistente. Una manera de no "dar por hecho", ni sentada, la visi¨®n, que insiste en teorizar, criticar e historiar el proceso visual en s¨ª mismo. Y una rehabilitaci¨®n de Barthes, pues no podemos arrancarnos ese "ojo ofensivo", como se?ala W. J. T. Mitchell, uno de los padres de la llamada "cultura visual", que en este libro aporta, junto a otros te¨®ricos de la talla de Keith Moxey, Matthew Rampley o Susan Buck-Morss, un oportuno ensayo en el que aboga por no utilizar el t¨¦rmino "medio visual" ya que, argumenta, "todos los medios son mixtos, y no ¨²nicamente extensiones de los sentidos, calibraciones de las proporciones sensoriales, son tambi¨¦n operadores simb¨®licos o semi¨®ticos, complejas funciones de signos", como si abri¨¦ramos la historia del arte al campo expandido de Aby Warburg (1866-1929). Igualmente interesante resulta la edici¨®n que Jorge Ribalta ha hecho de los debates posmodernos sobre la fotograf¨ªa, que titula ]]>Efecto real,]]> con las aportaciones seminales de Rosalind Krauss, Martha Rosler, Douglas Crimp, Annette Michelson, Jean Fran?ois Chevrier, Benjam¨ªn H. Buchloh o Victor Burgin, la mayor¨ªa in¨¦ditas para las traducciones espa?olas.
Otro ensayo que revisa las estrategias de representaci¨®n en la historia del arte es el firmado por Ana Mart¨ªnez-Collado, ]]>Tendenci@s. Perspectivas feministas en el arte actual,]]> en el que s¨®lo el ejemplo del trabajo de Louise Lawler, Una pel¨ªcula sin imagen (1979), valdr¨ªa para entender c¨®mo la privilegiada visi¨®n masculina ha dado el "visto bueno" a un tipo de placer visual ligado a las perversiones del voyeurismo y la escopofilia; se trata de la proyecci¨®n de la ¨²ltima pel¨ªcula de Marilyn, The misfits (Vidas rebeldes), en la que Lawler hace desaparecer la imagen arquet¨ªpica de deseabilidad femenina. Siguiendo las tesis del famoso ensayo de Laura Mulvey, Mart¨ªnez Collado se pregunta, "?no est¨¢ la artista negando al espectador la clase de placer que el cine acostumbra a proporcionar?". Finalmente, las im¨¢genes de ]]>El tiempo del estupor]]> que Valeriano Bozal rescata de la producci¨®n literaria y art¨ªstica durante los cuarenta y cincuenta que, resiguiendo a Adorno, estuvo sometida a las fuertes presiones de "un mundo que parec¨ªa no poder ser dicho". Bozal analiza el estupor en Giacometti, Music, Bacon, Artaud, Dubuffet, Millares o Saura, autores que retorcieron la pintura y sus motivos y se enfrentaron de forma diferente a la figura femenina, a los t¨®picos de los mass media y a los personajes hist¨®ricos.
?Perplejidad o higiene? Veinticinco a?os despu¨¦s de la desaparici¨®n de Barthes -una muerte ir¨®nica, atropellado por la camioneta de reparto de... ?una lavander¨ªa!-, demos por buenas, hoy m¨¢s que nunca, su letraherimiento, de vuelta del "pa¨ªs de la escritura", Jap¨®n: "Tengo una enfermedad: veo el lenguaje".
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