A?oranza del para¨ªso
Lo imagino una tarde fr¨ªa de invierno de hace poco menos de doscientos a?os. Hace fr¨ªo en Odense. El viento mece los tilos fuera de la casa y el peque?o Andersen imagina una canci¨®n. Est¨¢ sentado en el suelo y cose un vestido para sus mu?ecos. Su madre remienda una camisa a su lado. El ni?o alza la vista y mira las manos enrojecidas de la mujer. Es lavandera y las aguas heladas del r¨ªo le agrietan la piel.
Su padre le ha hecho un peque?o teatro de t¨ªteres y ¨¦l prepara una representaci¨®n con una historia que se ha inventado. El protagonista es un pato de pico desproporcionado que su abuelo loco ha tallado en madera. Se sit¨²a detr¨¢s del escenario para que no se le vea mover los mu?ecos, lo ha visto hacer as¨ª en la plaza de Flakhaven. El escenario es un delantal de su madre colgado entre la mesa y un taburete. La funci¨®n comienza. Andersen sue?a con ser actor...
La obra que le abri¨® a Andersen las puertas del parnaso fue escrita despu¨¦s de los 30 a?os
Ten¨ªa un teatrito de t¨ªteres que le hab¨ªa hecho su padre. Con ¨¦l imagin¨® historias para sus mu?ecos. Siempre am¨® el teatro y quiso ser actor
Esta historia no es real del todo, pero podr¨ªa haberlo sido.
Hans Christian Andersen ten¨ªa un teatrito de t¨ªteres que le hab¨ªa hecho su padre. Con ¨¦l imaginaba historias para sus mu?ecos. Siempre am¨® el teatro y quiso ser actor. No sab¨ªa el escritor dan¨¦s que el camino del ¨¦xito no pasaba por los grandes teatros de verdad, sino m¨¢s bien por aquel otro peque?o de madera. En su coraz¨®n permaneci¨® siempre su teatrito, pero sus t¨ªteres, tallados en zuecos rotos, no se vengaron del titiritero como sucede en el cuento que ¨¦l escribi¨®, bien al contrario, le llevaron all¨ª donde no le hab¨ªan conducido las poes¨ªas, novelas y obras de teatro con las que persigui¨® deslumbrar a los adultos. Fueron sus cuentos, escritos para el ni?o que segu¨ªa intacto dentro de ¨¦l, los que le permitieron alcanzar aquella fama que anhel¨® toda su vida.
La obra que le abri¨® a Andersen las puertas del parnaso fue escrita despu¨¦s de los treinta a?os. Relatos como La sirenita, El traje nuevo del emperador y otros muchos son una invitaci¨®n a volver al cuarto de los juguetes. Despiertan nuestra capacidad de asombro, como hac¨ªa la madre del Patito feo cuando animaba a sus cr¨ªas a mirar las hojas de los ¨¢rboles pues cre¨ªa que el verde era bueno para los ojos.
La miseria con la que convivi¨® el peque?o Andersen, la locura y el alcoholismo presentes en su familia, el desprecio que sufri¨® por parte de los poderosos y el descubrimiento tard¨ªo de su verdadero don, no fueron suficientes para hacerle olvidar su a?oranza del para¨ªso perdido. Quiz¨¢ fuera su vida un viaje de retorno a aquella infancia donde empezaron a crecer sus sue?os.
Hans Christian Andersen naci¨® en una ciudad cuyo nombre invita a la enso?aci¨®n. Odense viene de Od¨ªn, aquel dios mitol¨®gico tuerto que dio uno de sus ojos en compensaci¨®n por haber recibido tanto saber. La casa en la que creci¨® se reduc¨ªa a una sola habitaci¨®n donde se repart¨ªan el espacio el taller de zapatero de su padre, la cama que ¨¦ste hab¨ªa hecho con los restos de un catafalco y el banco donde dorm¨ªa ¨¦l. Fue en ese exiguo lugar donde el futuro fabulador empez¨® a inventar sus historias. Jugaba con sus mu?ecos, compa?¨ªa que prefer¨ªa a la de otros ni?os. En el tejado de la vivienda su madre ten¨ªa un caj¨®n con tierra en el que cultivaba hortalizas y algunas plantas que tra¨ªa la abuela del asilo municipal. Aquel jard¨ªn en miniatura es el mismo en el que Gerda y Kay cuidaban sus rosales antes de que llegara La reina de las nieves.
Tambi¨¦n en su casa escuch¨®
por primera vez el escritor las historias de Sherezade de boca de su padre. De ¨¦l recordar¨ªa que las pocas veces que le hab¨ªa visto re¨ªr era cuando le¨ªa. Era un hombre fantasioso que se sent¨ªa v¨ªctima de la injusticia por no haber sido nunca admitido en el gremio de los zapateros. Le¨ªa la Biblia y meditaba en voz alta sobre ella para espanto de su mujer y su hijo, que consideraban blasfemias todo lo que dec¨ªa. En una ocasi¨®n amaneci¨® con algunos rasgu?os que se hab¨ªa hecho con un clavo de la cama, Hans Christian crey¨® que el diablo le hab¨ªa ajustado las cuentas por la noche para dejarle clara su existencia.
La madre de Andersen era supersticiosa y muy religiosa. Siendo el escritor muy peque?o, un soldado espa?ol le dio a besar una medalla, la mujer la tir¨® porque ¨¦sas eran cosas de cat¨®licos. Cuando muri¨® su marido pens¨® que se lo hab¨ªa llevado la se?ora del hielo. Se refer¨ªa a la imagen de una muchacha que el padre de Andersen dec¨ªa haber visto en el hielo de la ventana. En 1811 pas¨® un cometa. La mujer presinti¨® que iba a destrozar la Tierra y que traer¨ªa grandes desgracias. El peque?o Hans recogi¨® este suceso en el cuento El cometa. Su madre hab¨ªa tenido una infancia muy dif¨ªcil. Mendig¨® por las calles al igual que le ocurr¨ªa a La ni?a de los f¨®sforos. El escritor reflej¨® la relaci¨®n de su madre con la bebida en el relato No era buena para nada.
Andersen era feo y larguirucho, aunque reconoc¨ªa que cuando su madre le peinaba con jab¨®n su frondosa cabellera rubia "estaba hecho un primor". Era de natural so?ador y taciturno no exento de vanidad, rasgo que se ve¨ªa satisfecho con las representaciones de teatro que inventaba para sus vecinos y las charlas que improvisaba. En una ocasi¨®n, mientras hac¨ªa alarde de la claridad y timbre de su voz, le insultaron llam¨¢ndole mujercita. A los quince perdi¨® su voz de ni?o y como La sirenita, no volvi¨® a cantar.
Sol¨ªa acompa?ar a su abuela paterna al hospital de los locos donde ella trabajaba como hortelana. La anciana dec¨ªa provenir de una familia adinerada que hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia al perder sus tierras. A su abuelo los ni?os le segu¨ªan por las calles con gran jolgorio porque llevaba un tricornio de papel. Su nieto se escond¨ªa por miedo a que tambi¨¦n se burlaran de ¨¦l. Sab¨ªa que compart¨ªan la misma sangre.
Al peque?o Hans Christian le gustaba decir que sus or¨ªgenes eran nobles y que alg¨²n d¨ªa el emperador de China saldr¨ªa de debajo del r¨ªo de Odense para colmarle de riquezas. Padeci¨® los insultos de la gente que a veces le acusaban de estar chiflado como su abuelo. Siempre se sinti¨® un marginado y se mostraba servil y sumiso con los poderosos. El d¨ªa de su confirmaci¨®n el p¨¢rroco le humill¨® ante todos los ni?os haci¨¦ndole sentarse al fondo de la iglesia porque era el m¨¢s pobre.
Cuando su padre muri¨®, a resul-
tas de las secuelas que le dej¨® la guerra, su madre se volvi¨® a casar. La mujer pens¨® que hab¨ªa llegado el momento de que su hijo tuviera un oficio e insisti¨® para que se hiciera sastre. Pero Andersen ten¨ªa muy claro que quer¨ªa ser famoso. Cuando decidi¨® irse a Copenhague para probar suerte en el teatro, le resumi¨® a su preocupada madre la f¨®rmula que le llevar¨ªa al ¨¦xito: "Primero hay que pasar penalidades sin cuento y luego uno se hace famoso". La mujer decidi¨® llevarlo a una curandera para que le leyese el porvenir. Se qued¨® m¨¢s tranquila cuando la adivina le comunic¨® que el muchacho llegar¨ªa a ser un hombre importante y que alg¨²n d¨ªa la ciudad se iluminar¨ªa en su honor, como luego result¨® ser cuando lo nombraron hijo ilustre de Odense.
Ten¨ªa 14 a?os cuando se march¨® a Copenhague y apenas si sab¨ªa leer y escribir. En el futuro se convertir¨ªa en uno de los personajes m¨¢s retratados de su ¨¦poca y uno de los escritores m¨¢s viajeros del siglo XIX. Realiz¨® 29 viajes al extranjero, incluida Espa?a. Siempre llevaba una cuerda en la maleta para salvarse si hab¨ªa un incendio. Dej¨® memoria de los lugares que conoci¨® en algunos libros.
?l es el soldadito de plomo, la princesa del guisante, el estudiante de las flores de la peque?a Ida, la sirenita, el ni?o que vio desnudo al emperador, el patito feo, el abeto siempre nost¨¢lgico hacia su pasado. Escribi¨® de s¨ª mismo "soy como el agua, a la que todo agita y en la que todo se refleja".
Anne Serrano es autora de la novela para ni?os La caja de Andersen.
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