C¨ªrculo vicioso
Para la direcci¨®n de un partido pol¨ªtico es m¨¢s f¨¢cil corregir lo que hace que lo que dice. Del discurso mediante el cual se dirige a los ciudadanos, mucho m¨¢s que de su conducta, es de lo que pueda quedar prisionera de manera irreversible. Porque un cambio en la conducta se puede explicar, con m¨¢s o menos dificultad, seg¨²n los casos, pero se puede explicar de una manera entendible por los ciudadanos en general y por sus electores en particular. La direcci¨®n de un partido pol¨ªtico no pierde su credibilidad porque corrija su conducta. Pero un discurso pol¨ªtico a partir de un determinado momento no puede ser corregido, porque la rectificaci¨®n no puede ser explicada de manera comprensible. La imagen del dirigente o del grupo dirigente de un partido, a partir de un determinado momento, queda tan marcada por el discurso que ha formulado, que carece de credibilidad si ensaya otro distinto. Corregir el discurso no lo puede hacer el dirigente o el grupo dirigente que lo ha formulado, sino que tiene que hacerlo otro dirigente u otro grupo dirigente distinto.
Ejemplos de lo que digo los hay en abundancia. Es una de las normas no escritas de la pol¨ªtica en democracia, pero que, precisamente por no estar escrita, tiene m¨¢s vigencia que la mayor parte de las que est¨¢n codificadas. Julio Anguita qued¨® atrapado por su discurso de "las dos orillas" y el sorpasso, del que no pod¨ªa apartarse ni un mil¨ªmetro, a pesar de que era un discurso que no ten¨ªa nada que ver con lo que ocurr¨ªa en la sociedad espa?ola. Mayor Oreja qued¨® preso de su discurso en la campa?a electoral vasca de 2001 y se ha tenido que retirar de la escena pol¨ªtica nacional, porque no puede decir con credibilidad nada distinto de lo que dijo entonces. Se puede cambiar lo que se hace, pero no lo que se ha dicho de manera continuada y consistente.
Me temo que esto le est¨¢ ocurriendo o, mejor dicho, le ha ocurrido ya al presidente del Partido Popular a estas alturas de la legislatura. No ha conseguido imponer un discurso propio ante la ciudadan¨ªa, que est¨¢ contemplando c¨®mo el discurso pol¨ªtico del partido es un discurso construido mirando al pasado, justificador hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle de la pol¨ªtica del anterior presidente del partido y del Gobierno. El Partido Popular no es que siga anclado en el discurso pol¨ªtico de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, sino que lo va haciendo progresivamente m¨¢s suyo y en tonos cada vez m¨¢s radicales. El v¨ªdeo presentado esta semana en la fundaci¨®n FAES y la justificaci¨®n que del mismo ha hecho Mariano Rajoy es una buena prueba de ello. Como lo es la catarata de insultos dirigida al Gobierno y a su presidente, a los que ha calificado de "dictatoriales", "grotescos" y practicantes de "un sectarismo de sonrisa boba", entre otras cosas, a pesar de reclamar que se haga oposici¨®n "con la cabeza" y no "desde las v¨ªsceras".
Me temo que el presidente del PP ha quedado marcado ya por el discurso pol¨ªtico que se ha impuesto en este primer a?o de la legislatura como consecuencia del cierre de filas en torno a la gesti¨®n del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en general y de su gesti¨®n entre el 11 y el 14 M en particular. La sombra del expresidente no solamente sigue proyect¨¢ndose en el discurso mediante el que el partido se presenta ante los ciudadanos, sino que est¨¢ obligando a Mariano Rajoy a hacerlo suyo. El ¨²nico discurso entendible para la ciudadan¨ªa que ha articulado de manera consistente el Partido Popular s¨®lo mira al pasado. No es un discurso del pasado, sino algo peor. Un discurso que descansa en un futurible, ?qu¨¦ habr¨ªa pasado si el 11-M no hubiera existido?, es decir, en lo radicalmente imposible, en lo que pudo haber sido, pero no fue. El c¨ªrculo vicioso en que ha ca¨ªdo el discurso del PP est¨¢ a punto de atrapar de manera irreversible a su nuevo presidente.
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