El programa prometido
Escribo este art¨ªculo rodeada por una serie de objetos de primera necesidad yacentes sobre mi mesa. Ellos son enumerados como sigue:
- Una entrevista con el escritor Philip Roth publicada en El Pa¨ªs diario, en relaci¨®n con su ¨²ltima novela, La conjura contra Am¨¦rica, que el pr¨®ximo mes de septiembre publicar¨¢ Mondadori. Roth insiste en el hecho de que hay "una naci¨®n cuyo presidente es elegido democr¨¢ticamente y pone en marcha el programa prometido a los electores".
- Toda la informaci¨®n que he podido obtener relacionada con las corrientes ultras y los partidos llamados neonazis que han rebrotado en Europa.
- Mi memoria de los dos a?os de guerra en Irak (y eso incluye las Grandes Mentiras que se dijeron para justificarla) y de los m¨¢s recientes hechos de los ap¨®stoles del Impacto y Pavor, incluidos los amenazadores o enga?osos cloqueos de Condoleezza Rice en su gira por los sat¨¦lites (muy en su papel de Segunda Personalidad Afroamericana que Nos la Da con Queso, ahora respecto al espejismo orientalista conocido como Primavera Democr¨¢tica ?rabe).
- Estudios que hablan de los beneficios que, personalmente o no, han enriquecido a los miembros del "c¨ªrculo virtuoso" que asesora al presidente de EE UU. Estudios que se refieren al presidencial empe?o de perforar los, hasta ahora, protegidos yacimientos petrol¨ªferos de Alaska, en provecho de las compa?¨ªas que hicieron ricos a los Bush. Dicho sea de paso: puede que perforar -al igual que atacar o ir armado- sea un sustituto de fornicar para una Administraci¨®n que dedica fondos p¨²blicos a fomentar la castidad en la sociedad estadounidense.
- Perfiles biogr¨¢ficos de los halcones John Bolton y Paul Wolfowitz, promovidos, respectivamente, a embajador de su pa¨ªs en la ONU y presidente del Banco Mundial: primeras providencias destinadas a dinamitar, desde dentro, dos de las principales instituciones internacionales que el unilateralismo del actual Gobierno USA tanto detesta. Como an¨¦cdota: recuerden que, en la pel¨ªcula Fahrenheit 9/11, de Michael Moore, Wolfowitz es el individuo que, mientras le maquillan para aparecer en un programa de televisi¨®n, extrae un peine del bolsillo, se lo mete ¨ªntegro en la boca, empap¨¢ndolo en saliva, tras lo cual se lo pasa por el flequillo rebelde (si ya han vomitado ustedes, sigamos con mi lista).
- Un ejemplar de Bush on the Couch: Inside the mind of the president, de Justin A. Frank, teor¨ªa psicoanal¨ªtica elaborada en torno a la personalidad de un hombre pose¨ªdo por el miedo que lo conjura huyendo hacia delante. Un hombre, por cierto, que ha sido elegido democr¨¢ticamente presidente y que est¨¢ cumpliendo el programa que prometi¨® a su peligroso electorado.
- Por ¨²ltimo, el libro de Sebastian Haffner Alemania: Jeckyll y Hyde, subtitulado 1939, el nazismo visto desde dentro. Se trata de un largo e intenso an¨¢lisis de urgencia escrito desde Inglaterra por este periodista y escritor alem¨¢n ario que huy¨® de la Alemania nazi y denunci¨® desde todos los aspectos posibles la personalidad siniestra de Hitler, las caracter¨ªsticas asesinas del nazismo, y las causas de la pasividad e incluso de la entrega entusiasta con que una mayor¨ªa inesperada de alemanes se adaptaron a la irracional violencia del periodo.
Debo decir que este volumen de Haffner es el m¨¢s iluminador. Fue escrito sobre la marcha y publicado en 1940: es una cr¨®nica al tiempo que un examen, y uno comprende, al leerlo, que el nazismo tal como lo conoci¨® Europa en la d¨¦cada de los treinta y hasta el final de la II Guerra Mundial fue una locura espec¨ªfica que no volver¨¢ a repetirse en el mismo terreno con los mismos mimbres. Sin embargo, uno no puede dejar de advertir que el tipo de conductas individuales y colectivas que conducen al consentimiento en la p¨¦rdida de las libertades, antesala inevitable del autoritarismo conservadurista, es algo que ya est¨¢ teniendo lugar? en el peor de los lugares posibles: es decir, el coraz¨®n del imperio del siglo XXI.
Saldr¨¢ otro nombre para denominar este nuevo retroceso de la humanidad a la caverna.
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