Decenas de miles de personas desbordan Roma
El p¨²blico acude en masa para ver por ¨²ltima vez el cuerpo del Papa y abarrota la plaza de San Pedro
Hab¨ªa j¨®venes que llegaron desde todas partes de Italia para rendir tributo al Papa por ¨²ltima vez. Familias enteras que llegaron desde Madrid, decenas de miembros de di¨®cesis que proced¨ªan de Ciudad Ju¨¢rez (M¨¦xico) o Bogot¨¢ (Colombia). Estaban todos dispuestos a esperar horas y horas bajo el sol con tal de poder entrar en la bas¨ªlica de San Pedro y postrarse ante Juan Pablo II. No importaba lo grande que fuese la cola. M¨¢s grande era el deseo de ellos. Los primeros fieles comenzaron a desfilar ante los restos mortales del Papa a las ocho de la tarde, despu¨¦s de que los responsables de seguridad de Roma pidieron a las autoridades vaticanas que adelantaran una hora para evitar una avalancha humana.
El problema es que pasaban las horas y ni los polic¨ªas, ni el servicio de voluntario con chalecos verdes fluorescentes, ni el servicio de prensa del Vaticano anunciaba d¨®nde hab¨ªa que iniciar la cola. Eran las doce de la ma?ana. Cientos de j¨®venes hab¨ªan pasado la noche en la plaza. "Estamos aqu¨ª a las puertas de la bas¨ªlica y seguro que en Madrid o en Brasil, vi¨¦ndolo por la tele saben mejor que nosotros d¨®nde est¨¢ la cola y d¨®nde hay que ponerse", se lamentaba Mar¨ªa Isabel Sanz, funcionaria jubilada de 74 a?os que hab¨ªa llegado con su hermana desde Madrid, ayer a las siete de la ma?ana y hab¨ªa ido directamente desde el aeropuerto a la plaza de San Pedro.
El empresario de la construcci¨®n Andr¨¦s Hernando, de 33 a?os, tambi¨¦n hab¨ªa llegado desde Madrid, en un vuelo a las seis y media de la ma?ana, con sus dos hijos de cuatro y tres a?os y el m¨¢s peque?o, de un mes. "Hemos venido a San Pedro muchas veces. Y en casi todas las canonizaciones hemos estado aqu¨ª, desde la de Santa Teresa, hasta la de Jos¨¦mar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer. Hoy pod¨ªamos haber dejado los ni?os con mucha gente, pero quer¨ªamos que estuvieran aqu¨ª para recibir la gracia del santo Padre".
El matrimonio quer¨ªa entrar en la bas¨ªlica con el carricoche de los ni?os en lo que parec¨ªa que era la cola, ante unos detectores de metales situados en los soportales de la plaza. Eran ya las doce del mediod¨ªa. Pero conforme pasaba el d¨ªa y llegaba la tarde se ir¨ªa descubriendo que aquello no era la cola oficial. Los periodistas preguntaban a las monjas y sacerdotes y ellos preguntaban a los periodistas. "?D¨®nde empieza la cola?"
Finalmente, a las tres de la tarde los agentes abrieron un pasillo enorme en la avenida de la Conciliaci¨®n que conduc¨ªa a la plaza de San Pedro. Era ancho como un r¨ªo. Y en seguida se atest¨® de gente. Avanzar diez metros llevaba media hora. Pero daba la impresi¨®n de que ¨¦se, en efecto, era el sitio donde hab¨ªa que estar en ese momento. Supuestamente, las puertas de la iglesia se abrir¨ªan para ver el cuerpo del Papa a las seis de la tarde. La gente aguantaba el calor con gorros, peri¨®dicos y paraguas. En los flancos de la avenida hab¨ªa cuatro pantallas gigantes donde se pod¨ªa ver una pel¨ªcula de los primeros cristianos que emit¨ªa en ese momento el primer canal de la RAI, la televisi¨®n p¨²blica italiana. Se hab¨ªan repartido miles de botellas de agua.
Decenas de miles de personas avanzaban mil¨ªmetro a mil¨ªmetro, con los tel¨¦fonos m¨®viles en una mano. Lo peor no era el sol, sino el apretujamiento del momento. A las 15.40 horas se pudo avanzar 13 pasitos. Y a las 16.30 horas miles de personas llegaron a la plaza de San Pedro. Pero all¨ª no hab¨ªa colas. A¨²n no. Todo era un revolutum de gente.
En una pantalla gigante, situada sobre las columnas centenarias de San Pedro, se pod¨ªa leer que el cuerpo del Papa iba a ser trasladado desde la sala Clementina del Palacio Apost¨®lico hasta la bas¨ªlica de San Pedro. Y que a las nueve, ?a las nueve!, no a las seis de la tarde, se abrir¨ªan las puertas de la bas¨ªlica para rendir tributo al Papa. As¨ª que, a esperar. A las 16.55 horas las pantallas gigantes enfocaron el cad¨¢ver del Papa en la sala Clementina y la gente que abarrotaba la plaza de San Pedro irrumpi¨® en aplausos. Resulta dif¨ªcil imaginar un acto tan multitudinario sin la presencia de las pantallas gigantes. Cuando el cuerpo del Papa apareci¨® en la plaza, apenas se pod¨ªa ver sobre el mar de cabezas. Pero all¨ª estaban las pantallas, retransmitiendo lo que mil millones de cat¨®licos en el mundo pod¨ªan ver desde sus casas en ese momento. "Mire, mire, all¨ª va al Papa, ?lo ve?", dec¨ªa Almudena Romero, de 29 a?os, madrile?a y estudiante de filosof¨ªa en Roma. "Aproveche ahora para pedirle algo porque nunca va a estar tan cerca de un Santo". El caso es que no estaba tan cerca. Y nadie sab¨ªa exactamente cu¨¢l iba a ser el recorrido que iba a efectuar en la plaza. Miles de feligreses esperaban que Karol Wojtyla pasara a escasos metros de ellos.
La noche en que muri¨® el Papa era posible andar por la plaza, ir de un lado a otro. Ayer, no se pod¨ªan abrir los codos siquiera para escribir unas notas precipitadas en un peque?o bloc.
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