La carta de Rijkaard a Sacchi
El t¨¦cnico del Bar?a se fue del Milan tras entregar un sobre al actual director deportivo del Madrid, que le inst¨® a dejar el f¨²tbol "por dignidad"
La ¨²ltima vez que el Bar?a visit¨® el Bernab¨¦u, Ronaldinho se consagr¨® como h¨¦roe cul¨¦ llevando a su equipo a la victoria. Despu¨¦s del partido, mientras los jugadores hablaban con las radios y las televisiones, un hombre de aire adolescente, vestido de negro y peinado con un manojo de trencitas, se arrincon¨® en un costado a fumarse un pitillo. Solo, a unos metros del bullicio, recorr¨ªa con la mirada el suelo mojado del estadio. Era Frank Rijkaard, el entrenador del Bar?a, que comenz¨® a consumir tabaco en 1991.
Rijkaard ten¨ªa 29 a?os, hab¨ªa ganado dos Copas de Europa con el Milan, y un problema personal le hab¨ªa inducido a cambiar de h¨¢bitos. Su cuarto en las concentraciones se llenaba de espesas capas de humo blanco. Bajo la neblina, charlando con su compa?ero de habitaci¨®n, Van Basten, pasaba las horas previas a los partidos.
Cuando Rijkaard regrese al Bernab¨¦u el pr¨®ximo domingo para guiar a su equipo hacia el primer gran t¨ªtulo que se le pone a tiro como t¨¦cnico, algo habr¨¢ cambiado en el escenario. Chamart¨ªn ya no ser¨¢ ese territorio inh¨®spito, ideal para evadirse a fumar un pitillo. All¨ª se encontrar¨¢ con un anfitri¨®n que no le dejar¨¢ solo: Arrigo Sacchi, el director general de f¨²tbol madridista, y un hombre que, adem¨¢s de apreciarle como persona y como profesional, fue testigo directo de sus primeras nubes de humo.
La relaci¨®n profesional entre Rijkaard y Sacchi fue breve pero muy estrecha. Rijkaard era uno de esos jugadores de perfil bajo que a Silvio Berlusconi -como le ocurre ahora a Florentino P¨¦rez- no le parec¨ªan interesantes. Jugaba en el Ajax y ten¨ªa una condici¨®n que para Sacchi lo hac¨ªa fundamental. Como le gusta remachar: "Jugaba a todo campo y a todo tiempo". Sacchi, que ahora maneja muchos v¨ªdeos con futbolistas a los que pone este r¨®tulo, se fij¨® en Rijkaard en 1987 y pidi¨® su fichaje a Berlusconi. "Casi me despide", recuerda el t¨¦cnico. Pero Rijkaard termin¨® jugando en el Milan, donde gan¨® una Copa de Europa en 1989 y otra en 1990.
Un a?o despu¨¦s, Rijkaard comenz¨® su declive. Mentalmente agotado, angustiado por los problemas personales, rebaj¨® la intensidad de su trabajo en los entrenamientos. Las pr¨¢cticas del Milan duraban dos horas. Bajo el mando de Sacchi, ese tiempo constitu¨ªa parte de una liturgia de ejercicios, rigores y penalidades. "Nuestra jornada laboral dura dos horas y eso, teniendo en cuenta lo que nos pagan, es muy poco", dec¨ªa el t¨¦cnico; "as¨ª es que en esas dos horas hay que trabajar muy bien".
Al ver que Rijkaard daba muestras continuadas de p¨¦rdida de concentraci¨®n, un d¨ªa Sacchi convoc¨® al grupo a una reuni¨®n y se dirigi¨® al jugador delante de todos: "Frank, sabes que yo te aprecio. Pero si est¨¢s cansado del f¨²tbol, si ya no te gusta, debes ser honesto. Por respeto al club, a los aficionados, a tus compa?eros y a ti mismo, debes dejarlo. Por tu dignidad. Porque si no te gusta el f¨²tbol y sigues tomando el dinero del Milan, est¨¢s robando. Debes preguntarte a ti mismo si quieres seguir o no y responder con honestidad".
Fue una de las ¨²ltimas charlas de Sacchi a la plantilla del Milan antes de marcharse a la selecci¨®n italiana. Un a?o m¨¢s tarde, antes del Mundial de Estados Unidos, Sacchi pas¨® por Mil¨¢n. Por respeto a la costumbre, acudi¨® al mismo restaurante al que acud¨ªa cuando era entrenador del equipo rojinegro. El local estaba cerca de su casa y el due?o le conoc¨ªa perfectamente. Esa noche ten¨ªa un sobre para ¨¦l. Se lo hab¨ªa dejado Frank Rijkaard. Lo abri¨® y ley¨®: "Yo soy honesto. Me vuelvo a Holanda".
As¨ª se enter¨® Sacchi de que su ex jugador regresaba al Ajax a cobrar 300.000 euros al a?o. Hab¨ªa renunciado a la renovaci¨®n que le ofrec¨ªa Berlusconi para seguir en el Milan: un contrato de tres a?os por seis millones de euros netos.
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