"Lo soport¨® todo con serenidad, incluso con la dulzura de un padre"
"Un sufrimiento prolongado y desgarrador, en cierto modo como el de Cristo en la cruz, vivido con dignidad y disponibilidad, en silencio, sin ocultar nada, en un ejemplo admirable de c¨®mo Karol Wojtyla, el hombre, el Papa, en el momento de morir, se encomend¨® sin dudarlo a los brazos del Se?or, sostenido por una fe inquebrantable contra la que no pudo ni el dolor m¨¢s espantoso. ?Qu¨¦ gran lecci¨®n de vida! ?Qu¨¦ Papa! Para m¨ª ha sido un regalo y un privilegio poderle servir hasta el final. Le echar¨¦ de menos, como millones y millones de personas en todo el mundo, cat¨®licos, cristianos, creyentes y no creyentes, devotos de otras religiones, indiferentes y ajenos a los temas de la fe. Un gran Papa y un gran hombre. Nadie podr¨¢ olvidarle jam¨¢s, por todo lo que ha hecho".
"S¨ª, puedo decir que en su sufrimiento vi la imagen de Jes¨²s crucificado"
"El santo padre no pudo pronunciar ni una palabra antes de fallecer"
Los ¨²ltimos momentos de vida del papa Wojtyla, vistos y descritos en parte, con emoci¨®n, con la voz tensa y un pesar indescriptible, por quien, durante 26 a?os, fue el m¨¦dico personal de Juan Pablo II. Es el profesor Renato Buzzonetti, 81 a?os bien llevados, especialista en gastroenterolog¨ªa y hematolog¨ªa, pero, sobre todo, arqu¨ªatra pontificio, t¨ªtulo que, por tradici¨®n, lleva en el Vaticano el m¨¦dico de confianza del Papa. Un t¨ªtulo que Buzzonetti honr¨® sirviendo, antes de Wojtyla, a otros dos Papas, Pablo VI y Juan Pablo I.
En el momento del fallecimiento del Pont¨ªfice -eran las 21.37 del pasado 2 de abril-, el profesor Buzzonetti estaba presente, a pocos pasos del lecho de dolor del papa Wojtyla. Junto a sus colaboradores, los m¨¦dicos Alessandro Barelli y Ciro D'Allo, adem¨¢s de los m¨¦dicos del policl¨ªnico, ayudados por dos enfermeros de guardia, Buzzonetti hizo todo lo posible para combatir la alt¨ªsima fiebre, causada por una infecci¨®n imprevista que hab¨ªa afectado en los ¨²ltimos d¨ªas a las v¨ªas urinarias del Papa. Un golpe dur¨ªsimo para un anciano de 85 a?os, ya minado por el Parkinson y la traqueotom¨ªa que le hab¨ªa hecho perder la voz.
Pregunta. Fiebre alt¨ªsima, infecciones urinarias, Parkinson, traqueotom¨ªa, tensi¨®n arterial cada vez m¨¢s baja hasta que, al final, el coraz¨®n se rindi¨®. ?ste es el cuadro sanitario que, seg¨²n las autoridades, llev¨® a la muerte al papa Wojtyla. ?Sucedi¨® as¨ª, profesor Buzzonetti?
Respuesta. Comprender¨¢ que, por respeto a mi posici¨®n, no puedo entrar de ninguna manera en el detalle de los aspectos sanitarios y el cuadro cl¨ªnico que causaron el fallecimiento del Santo Padre. Desde luego, s¨ª puedo decir que mis colegas y yo hicimos todo lo posible por una figura gigantesca, ¨²nica y tranquila como era el Papa. Para m¨ª, para nosotros, fue una lecci¨®n de vida irrepetible, por la que no me cansar¨¦ de dar gracias a la Divina Providencia, que me ha permitido conocer a un Pont¨ªfice como el papa Wojtyla.
P. Hasta casi una hora antes del fallecimiento, el Papa -seg¨²n fuentes del Vaticano- altern¨® la p¨¦rdida de conciencia con momentos de lucidez, que poco a poco se fueron debilitando.
R. Se apag¨® lentamente, entre dolores y sufrimientos que soport¨® con gran dignidad humana. En algunos momentos, ver c¨®mo se entregaba en su lecho del dolor me evocaba la imagen de Cristo en la cruz. Su cuerpo era la imagen de la Pasi¨®n, todav¨ªa m¨¢s presente por el periodo pascual que acaba de terminar y en el que el Santo Padre quiso participar a pesar de que la enfermedad le atormentaba cada d¨ªa m¨¢s. ?l lo soport¨® todo con serenidad, incluso con la dulzura de un padre, sin dejar nunca de reconocer a todos los que ve¨ªa en torno a su cama. S¨ª, puedo decir que en su sufrimiento vi la imagen de Jes¨²s crucificado. Lejos de m¨ª la tentaci¨®n de hacer ciertas comparaciones, pero eso es lo que sent¨ª durante los d¨ªas transcurridos en la habitaci¨®n del Santo Padre. Con una diferencia respecto al suplicio de la cruz.
P. ?Puede explicar esa diferencia?
R. Dicho sea con el debido respeto, Cristo, en la cruz, pudo hablar, pronunci¨® siete palabras que se convirtieron en el verbo central de la Pasi¨®n, las palabras que precedieron a la muerte y la resurrecci¨®n. El Santo Padre no pudo pronunciar ni una sola palabra antes de fallecer. Tal como le hab¨ªa sucedido en los ¨²ltimos d¨ªas, no pod¨ªa hablar, se vio forzado a permanecer en silencio. Aun as¨ª, se hizo entender. Y esos silencios interminables marcaron de manera magistral la ¨²ltima ense?anza de su extraordinario pontificado. Habl¨® con la mirada, con la dulzura de sus ojos, con su resignaci¨®n de gran m¨ªstico, y le comprendimos. En muchos momentos, ese largo y d¨¦bil silencio, en cierto modo, parec¨ªa contradecir todo lo que estaba pasando fuera de la habitaci¨®n, a unos metros del Palacio Apost¨®lico, donde quiz¨¢s deber¨ªa haberse atenuado el revuelo en torno a la enfermedad del Papa.
P. Pero el "revuelo" del que habla, profesor, se deb¨ªa al enorme inter¨¦s con el que el mundo entero ha seguido, d¨ªa tras d¨ªa, la lucha del papa Wojtyla contra sus problemas f¨ªsicos. ?No le parece?
R. Por supuesto. Los sufrimientos del Pont¨ªfice han atra¨ªdo inmediatamente la atenci¨®n del mundo entero. A veces, quiz¨¢, tendr¨ªan que haber respetado un poco la enfermedad del Santo Padre. Me refiero, sobre todo, a la gran carrera emprendida por el circo medi¨¢tico internacional para ser los primeros en contar lo que suced¨ªa en el tercer piso del Palacio Apost¨®lico o, en otras ocasiones, en el policl¨ªnico Gemelli. Ahora bien, al lado de esta cr¨ªtica, creo que hay que tener tambi¨¦n en cuenta que, si tanta gente -repito, de todo el mundo- se moviliz¨® de inmediato para seguir la enfermedad del Pont¨ªfice, eso quiere decir que sus ense?anzas pastorales han hecho verdaderamente mella, han marcado toda una ¨¦poca a trav¨¦s de enc¨ªclicas, viajes, libros, cartas pastorales, encuentros, denuncias, palabras en defensa de los derechos humanos y de los m¨¢s d¨¦biles, en todos los rincones de la tierra. Juan Pablo II lo hizo a lo largo de todo su pontificado e incluso en los d¨ªas finales, cuando todav¨ªa hablaba y en los momentos de silencio, con sus sufrimientos, su dolor y su padecimiento humano. En cierto sentido, tal como nos ense?¨® Cristo.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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