Morir de amor y de deseo
Merlin Holland -el preparador de este volumen- es nieto de Oscar Wilde. El hecho sigue sorprendiendo a algunos, que ignoran o no recuerdan que Constance, la mujer de Wilde (tras la calamidad y oprobio que cay¨® sobre el nombre de su marido), cambi¨® el apellido de sus dos hijos, y el suyo propio, por otro de su propia rama. La sorpresa fue rotunda cuando, en 1954 -en el centenario del nacimiento de Wilde-, el ¨²nico de sus hijos que viv¨ªa, Vyvyan Holland, public¨® un libro de memorias (un libro serio y discreto) titulado Hijo de Oscar Wilde. Wilde fue un hombre bisexual -casi todos podr¨ªamos serlo- pero est¨¢ claro que la componente homoer¨®tica result¨® la dominante de buena parte de su vida, y sabemos, desde hace mucho, que ser fiel a sus gustos, y a lo que ¨¦l denomina a menudo "el ideal griego de belleza" (masculina, por supuesto) no le result¨® barato en absoluto.
OSCAR WILDE. UNA VIDA EN CARTAS
Merlin Holland (editor)
Traducci¨®n de Alberto Mira
Alba. Barcelona, 2005
586 p¨¢ginas. 26,80 euros
Al menos tres veces hab¨ªan salido en Espa?a recopilaciones parciales del rico epistolario de Wilde (cuya primera edici¨®n inglesa, incluyendo el ver¨ªdico De Profundis, es de 1962), pero este tomo es, sin duda, la m¨¢s cabal antolog¨ªa posible de un "corpus" literario y testimonial que guarda aut¨¦nticas delicias y sorpresas para los admiradores de Oscar. Mucho se han echado en falta unas memorias de tan singular escritor, y hasta se han intentado ficcionalmente con regular fortuna (verbigracia El ¨²ltimo testamento de Oscar Wilde, de Peter Akroyd), pero sin duda esta rica selecci¨®n de cartas que su nieto ha hecho es lo que m¨¢s pertinentemente -sin serlo- puede suplir a unas inexistentes memorias wildeanas.
De las 1.562 cartas conser-
vadas de Wilde en la edici¨®n de 2000 (centenario de su muerte), Merlin Holland, que trabaj¨® en aquella edici¨®n con el benem¨¦rito y ya fallecido editor del primer y fundacional volumen, Rupert Hart-Davis, ha escogido 400, en "una selecci¨®n muy personal" -nos dice- que aspira a dejar la palabra a Wilde. Las cartas constituyen, en efecto, "un comentario transparente sobre su vida y trabajo". La vida toda de Wilde pasa por estas cartas, desde el casi ni?o que estudia interno en Irlanda y escribe a su madre (la carta m¨¢s antigua es de septiembre de 1868, Wilde no hab¨ªa cumplido a¨²n los 14 a?os) hasta el derrotado y denostado, que mostrando ya su amor a los muchachos sin ning¨²n tapujo -y hablando, al paso, de quienes ten¨ªan sus mismos intereses, como su ya lejano lord Alfred Douglas-, vagabundea por Europa, sableando a los amigos, y muere pobre en un hotelillo de Par¨ªs, el 30 de noviembre de 1900, con 46 a?os casi reci¨¦n cumplidos. ?se es el periodo m¨¢s novedoso aun del epistolario, pues fue el ¨²ltimo en conocerse. Entre carta y carta -divididas por ¨¦pocas-, Merlin Holland coloca peque?os y discretos comentarios que nos ayudan a seguir la biograf¨ªa, pues este ordenado y atinado conjunto de cartas no lleva notas ni se quiere una edici¨®n acad¨¦mica. Es un libro de ligera y brillante lectura (cartas a veces triviales, a veces pat¨¦ticas, muchas veces estupendas, wildean¨ªsimas casi siempre) que concluye con la carta que su amigo -primer amante- y albacea Robert Ross escribe el 23 de diciembre de 1900 a Adela Schuster (otra buena amiga de Oscar) narr¨¢ndole el final del personaje y sus serios apuros econ¨®micos. Para quienes no conozcan el rico y singular patrimonio epistolar de Wilde -me temo que, entre nosotros, bastantes- este libro de cartas que quieren tener sabor de autobiograf¨ªa ser¨¢ un hallazgo y una delicia. Si existe un Oscar Wilde brillante pero directo, atrevido, formal, admirativo o c¨¢ustico, es el que vive en su epistolario, que -l¨®gicamente- no es su mejor obra literaria (el De Profundis no est¨¢ entre estas 400 cartas) pero s¨ª una de las m¨¢s inmediatas y m¨¢s puras. Otra ins¨®lita demostraci¨®n de la rara y segura modernidad de Wilde. (Aviso para puristas: el joven Wilde pone en sus cartas bastantes citas en griego. En esta edici¨®n est¨¢n casi todas mal escritas. Parece claro que el humanismo -dir¨ªa Wilde- ya no anda por las mesas editoras).
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