?Internacionalismo ling¨¹¨ªstico?
Seg¨²n parece, Albert Branchadell tiene dificultad para entender textos sencillos. No pensaba replicar a su art¨ªculo Las flaquezas del internacionalismo ling¨¹¨ªstico, pero, a la vista de la carta del malogrado profesor Lodares del pasado s¨¢bado d¨ªa 2, en la que aclaraba que "pone en mi cabeza cosas que no pienso", por si acaso, me siento obligado a precisar que tampoco me contesta a m¨ª. En mi art¨ªculo argumentaba que los procesos de extensi¨®n de las lenguas resultan condenables cuando no respetan los derechos de los individuos. En consecuencia, con esa tesis criticaba la imposici¨®n del castellano durante el franquismo y las pol¨ªticas ling¨¹¨ªsticas de la Generalitat que, por ejemplo, han llevado a la creaci¨®n de unas "oficines de garanties ling¨¹¨ªstiques sobre el dret de viure en catal¨¤, o en aran¨¨s a la Vall d'Aran", en las que se puede denunciar por correo, tel¨¦fono o fax a aquellos comercios que nieguen ese supuesto derecho que, por supuesto, no tienen los que "deseen vivir en castellano".
Juntando de aqu¨ª y de all¨¢, Branchadell trocea textos de naturaleza bien dispar y zurce un maniqueo para poder refutarlo con facilidad. Lo que, por cierto, no consigue. Algo que, sin duda, tiene su m¨¦rito.
Pero entiendo que Branchadell no tiene por qu¨¦ leerme con atenci¨®n. Y eso que parece conocer todo lo que uno lleva escrito, pues, al paso, se permite afirmar que ninguno de los que dice criticar ha le¨ªdo a Dworkin. M¨¢s modestamente, creo poder afirmar que, si ¨¦l ha le¨ªdo a Dworkin, no se ha enterado de nada. De otro modo no se explica su uso -metaf¨®rico o no- de la idea dworkiniana de los derechos como triunfos. En la trastienda de mi argumentaci¨®n estaba precisamente esa idea, la tesis de que "los individuos tienen derechos cuando, por alguna raz¨®n, una meta colectiva no es justificaci¨®n suficiente para negarles lo que, en cuanto individuos, deseantener o hacer, o cuando no justifica suficientemente que se les imponga alguna p¨¦rdida o perjuicio" (Ronald Dworkin, Los derechos en serio, p. 37) .
Por lo dem¨¢s, no me asombra que Branchandell no le haya prestado mucha atenci¨®n a Dworkin, siempre m¨¢s dif¨ªcil de leer que un art¨ªculo de opini¨®n. Los derechos en serio, la obra fundamental del reputado fil¨®sofo del derecho, no puede interesar mucho a una persona que, en una impresionante mesa redonda en la que tambi¨¦n participa el director de pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica de la Generalidad, defiende expl¨ªcitamente la coerci¨®n -eso s¨ª, discreta: "con discreci¨®n reglamentaria, sin hacer ostentaci¨®n p¨²blica de la legislaci¨®n"- para imponer el catal¨¢n (L'Aven?, 300, marzo del 2005).
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