Esperando a Gabo
Hasta hace poco, aqu¨ª, a Gabo, a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, no le esperaban ni las putas tristes; ni las alegres, si las hubiera. Ahora me llegan algo m¨¢s que rumores. Adem¨¢s estoy notando que Joaqu¨ªn Sabina tiene una sonrisa como la de un camarero cuando se entera que ?ngel Gonz¨¢lez est¨¢ a punto de llegar a la ciudad. Espero que esta vez no sea como la llegada de Godot. Que venga aunque sea sin papeles, sin visado, sin dinero, todo se puede arreglar entre Carmen Balcells, Felipe Gonz¨¢lez, Carmen Calvo y unos cuantos millones de lectores que estar¨ªan dispuestos a subvencionar lo que haga falta por ver a Garc¨ªa M¨¢rquez en nuestras calles nuevamente. Aunque nos tengamos que disfrazar de flamencos como en una pel¨ªcula de Berlanga. Y, puestos a pedir, nos gustar¨ªa verle en una lectura en la Residencia de Estudiantes. No estar¨ªa nada mal para demostrar que seremos un burdel, pero un burdel abierto. En la Residencia todos deber¨ªan tener su asiento. Los que est¨¢n al lado de Ra¨²l Rivero, que el otro d¨ªa en aquellos salones de la Colina de los Chopos supo leer sus nost¨¢lgicos, dolientes y hasta ir¨®nicos poemas, muy bien presentado por Alicia Navarro, por Carmen Calvo y por Luis Antonio de Villena.
Lo Rivero no quita lo Garc¨ªa. Estuvimos en su lectura gentes de todo pelaje, cl¨¢sicos de la Residencia y algunos destacados de la contra. Y no hubo en esa tarde Abril ni guerras civiles, ni anti-Espa?as, ni comandantes, ni carceleros. No, all¨ª estaban varias Espa?as que escuchaban tranquilamente al poeta que sali¨® del calor. La poes¨ªa lo hizo posible. Rivero, con la emoci¨®n de ese lugar en la tierra, de ese espacio civilmente abierto de la Residencia, que fue una isla para la poes¨ªa y otras prosas, se encontr¨® amparado por sus amistades medi¨¢ticas, por poetas y editores afectos ma non troppo y por algunos pol¨ªticos que han facilitado el regreso del poeta anticastrista. Significativo que la salida de la isla se haya producido en los d¨ªas de celebraci¨®n del primer aniversario del Gobierno de Zapatero. Al lado de la mujer del poeta, y de su peque?a hija, como cari?osa ni?era, estaba Trinidad Jim¨¦nez, la imagen m¨¢s rubia del universo Zapatero.
Antes, y sin permiso de Houellebecg ni de Arrabal, nos fuimos a Lanzarote. Y no fuimos para ampliar el campo de batalla, ni para presumir de turistas del ideal, fuimos para visitar a un poeta que nos hab¨ªa permanecido mucho tiempo secreto. El poeta se llama Jos¨¦ Saramago -con perd¨®n de Ignacio Vidal-Folch- y nos recibi¨® en su casa para ense?arnos eso que estaba demasiado oculto, su poes¨ªa. Y est¨¢ para todos y en edici¨®n biling¨¹e. El poeta no es un fingidor. Este poeta dice lo que piensa, aunque tantas veces no piense como nosotros. Y nos acerca a otro que no conoc¨ªamos, m¨¢s interior, m¨¢s cercano. "En la isla a veces habitada de lo que somos, hay noches, ma?anas y madrugadas en las que no necesitamos morir". Disfrutamos en su isla, con un vino que nunca conoci¨® Shakespeare, con unos peces que tampoco comi¨® nunca. Y lo recordamos con el poeta ib¨¦rico, con el escritor vigoroso de m¨¢s de ochenta a?os que anda espantando a la muerte con las indagaciones de su pr¨®xima novela. La muerte puede esperar. Recordamos a Shakespeare por la visita del ir¨®nico f¨ªsico, de Hawking, que en su ¨²ltimo libro recoge aquella frase de Hamlet: "Podr¨ªa estar encerrado en una c¨¢scara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito". ?No es un mal eslogan para la propuesta de viviendas de la ministra Trujillo!
De regreso a esta isla llamada Madrid, la fiesta contin¨²a. Nuestra vida fuera de casa muchas veces es un canap¨¦ literario, una fiesta de escritores, periodistas y far¨¢ndulas varias que se mezclan, se tocan, se besan -como dec¨ªa mi admirado Paquito Clavel, ?qu¨¦ falsas somos!-, se hacen citas y se dicen hermosas mentiras. Es decir, todo lo contrario de una reuni¨®n de intelectuales inglesa. All¨ª, Canetti dixit, nadie se toca. Nosotros aprovechamos la fiesta del Premio Alfaguara para tocar, poco, la verdad, a Charo L¨®pez. Y para tocar, menos, y por ver si algo se nos pega, a Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, jurado y portavoz de este ins¨®lito premio que estamos deseando leer a dos ojos de dos escritoras argentinas -give me two- capaces de escribir bien a cuatro manos. Tocamos a muchas y muchos m¨¢s, pero hay tocamientos que no caben en una cr¨®nica.
Empezamos la semana deseando la llegada del rey de las letras, la terminamos brindando por la Rep¨²blica. Cada uno por la suya, la verdad. La nuestra, lo confieso, es menos roja que la de Llamazares. Pero acudimos a su cena, entre proletaria venida a m¨¢s y reuni¨®n festiva de sal¨®n de bodas y bautizos. No ser¨¦ tan rojo, pero s¨ª tan sinceramente republicano como para fallar en otra cena a la que tengo fidelidad hace muchos a?os, la de las bodegas Gurpegui Muga y sus premios Gonzalo de Berceo. Un premio al que me gustar¨ªa hacer oposiciones. Su peso en vino. A¨²n mejor que su peso en miel que el otro d¨ªa recibi¨® Vargas Llosa. Tengo claro lo que se puede hacer con m¨¢s de noventa kilos en vino, ?pero con noventa kilos de miel? Demasiado dulce para mi r¨¦gimen. Claro que notados los premiados que consiguen pasar de los noventa; es m¨¢s, alguno como Fernando Tejero ver¨¢n que tampoco es bueno estar en los huesos. Siento no haber podido brindar con Jes¨²s Flores, uno de los grandes de nuestra cocina. Y me da igual lo que pese Iker Casillas. Uno es republicano y del Atl¨¦tico de Madrid, nadie es perfecto, aunque se pueda ser dual como una escritora -o dos- argentina. Seguimos esperando a Gabo.
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