Por un nuevo europe¨ªsmo espa?ol
Cuando hablo de la Espa?a contempor¨¢nea me gusta siempre recordar el comentario de Hegel en su Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu, una idea que Toynbee gustaba de reiterar: los periodos felices de la humanidad carecen de historia, en ellos nada ocurre. Y recuerdo esta cita para contrastarla con la historia reciente de Espa?a, llena de noticias y acontecimientos, de historia. Pues pocos pa¨ªses han tenido un cambio social tan extenso, tan profundo y tan acelerado como el nuestro. Y sin embargo, el resultado, en contra de lo que cre¨ªa Hegel, no es menos, sino m¨¢s felicidad.
Hace 20 a?os ¨¦ramos una de las econom¨ªas m¨¢s cerradas, casi aut¨¢rquica; hoy somos de las m¨¢s abiertas. ?ramos uno de los pa¨ªses m¨¢s centralizados; hoy somos uno de los m¨¢s descentralizados. En poco m¨¢s de cinco a?os hemos pasado de pa¨ªs de emigraci¨®n a pa¨ªs de inmigraci¨®n. De importador de capitales a exportador neto. De pedir seguridad a enviar nuestra tropas para que den seguridad a otros. De pedir ayuda a enviar ayuda (a Indonesia o Centroam¨¦rica). Y pronto pasaremos de ser los principales beneficiarios de fondos europeos a ser contribuyentes netos. Un inmenso cambio que ha sido posible, qu¨¦ duda cabe, gracias a Europa y a trav¨¦s de Europa. No es de extra?ar, pues, que los espa?oles seguimos siendo profundamente europe¨ªstas.
Ahora bien, si hemos sido y somos declaradamente europe¨ªstas, lo somos quiz¨¢s por malas razones o al menos no por las mejores.
Efectivamente, la manida cita de Ortega y Gasset, Espa?a es el problema, Europa la soluci¨®n, era, m¨¢s que un diagn¨®stico o una profec¨ªa, todo un programa pol¨ªtico. Que fracas¨® durante la Monarqu¨ªa de Alfonso XIII, volvi¨® a fracasar en la Rep¨²blica para triunfar definitivamente con la transici¨®n y en el reinado de Juan Carlos I. Pues el deseo de europeizar Espa?a, es decir, de modernizarla y elevarla "a la altura de los tiempos", no fue un elemento m¨¢s del proyecto pol¨ªtico de la Espa?a contempor¨¢nea, sino su n¨²cleo central y su mejor resumen, un proyecto que anudaba por igual a izquierda y derecha, al centro y a la periferia, un verdadero proyecto de Estado. Europeizar era modernizar y modernizar era cambiar. Y "Por el cambio", recordemos, fue el eslogan con el que el PSOE obtuvo su primer y rotundo triunfo en 1982.
De modo que, tras la muerte del general Franco, los espa?oles hicimos nuestro como gran proyecto pol¨ªtico nacional aquel consejo de la generaci¨®n europeizadora del 14 (la de Aza?a, Besteiro, Madariaga y, por supuesto, Ortega), de que los males de Espa?a se curaban europeiz¨¢ndonos, lo que significaba dos cosas. De una parte, no inventemos nada, imitemos a Europa. Pero de otra era tanto como decir: no hay v¨ªa espa?ola hacia la modernidad, que venga Europa a curarnos de nuestros demonios porque nosotros no sabemos bien c¨®mo hacerlo. Nuestro europe¨ªsmo ha sido, pues, un europe¨ªsmo de venida m¨¢s que de ida. Quer¨ªamos que Europa viniera aqu¨ª y nos abrazara, no tanto ir nosotros a Europa, quer¨ªamos "ser" Europa m¨¢s que "hacer" Europa.
Nuestro europe¨ªsmo, el cl¨¢sico y tradicional aqu¨ª, se parece as¨ª m¨¢s al de los pa¨ªses nuevos del centro y este de Europa que al de Francia o Alemania. Para Alemania desde el principio, y para Francia desde el fiasco de Suez de 1956, la UE ha sido un trampol¨ªn para proyectarse hacia fuera; para nosotros era un camino para proyectarnos hacia adentro, para re-construirnos. Confi¨¢bamos en la UE, en buena medida, porque no acab¨¢bamos de confiar en nosotros mismos. Algo as¨ª como los brit¨¢nicos, s¨®lo que al rev¨¦s; ellos desconf¨ªan de la UE porque conf¨ªan en sus instituciones. Aunque pueda parecer parad¨®jico, hemos sido europeos por razones de pol¨ªtica interior, no como instrumento de pol¨ªtica exterior, hasta el punto de que nuestro principal objetivo pol¨ªtico no ha sido construir Europa, sino ser como Europa, igualarnos, homologarnos.
Y lo hemos hecho. Durante los ¨²ltimos 30 a?os Espa?a ha dejado por fin de ser diferente para ser un pa¨ªs europeo m¨¢s, plenamente normalizado, e incluso en no pocas ocasiones, la vanguardia de Europa. En Reconstrucci¨®n y europeizaci¨®n de Espa?a nos dec¨ªa Joaqu¨ªn Costa que Europa era "escuela, despensa e higiene"; pues bien, tenemos escuelas, estamos bien alimentados e incluso somos uno de los pueblos m¨¢s longevos del planeta. Todo un ¨¦xito hist¨®rico hoy agotado por consumaci¨®n.
Creo que ello explica esa paradoja, casi ambivalencia, de que los espa?oles somos declarados europe¨ªstas, pero nos interesa poco, o m¨¢s bien nada, la pol¨ªtica europea o sus instituciones. Lo ve¨ªamos estos d¨ªas al hilo del debate sobre el refer¨¦ndum. ?Ha le¨ªdo usted la Constituci¨®n? No ?Va a leerla? Por supuesto que no. ?Le parece bien? Por supuesto que s¨ª, me parece excelente. Lo mismo ocurr¨ªa hace un a?o con la ampliaci¨®n y de nuevo est¨¢ ocurriendo ahora con algo tan importante como la directiva Bolkenstein, objeto de debate intenso en media Europa, proyecto central de los objetivos de Lisboa, pero casi ignorada en Espa?a.
Ser¨ªa incorrecto decir que nuestra postura ha sido simplemente pasiva, pues no son pocas las dimensiones de la actual UE que se deben a la iniciativa de gobiernos espa?oles, desde el Proceso de Barcelona al principio de cohesi¨®n y solidaridad, pasando por la ciudadan¨ªa europea o temas de justicia y seguridad. Pero la ciudadan¨ªa espa?ola no se ha sumado a ese proyecto y no le interesa la UE. Es m¨¢s, cabe abrigar la sospecha de que el reciente refer¨¦ndum sobre el Tratado Constitucional, en el que s¨®lo 3 de cada 10 espa?oles se molestaron en votar a favor, m¨¢s que acortar la distancia entre la UE y los espa?oles puede haber contribuido a explicitarla.
Creo que hemos entrado, pues, sin soluci¨®n de continuidad, y como resultado de un enorme ¨¦xito colectivo, en una nueva fase europe¨ªsta para Espa?a. Nuestra tarea no puede ser ya la de europeizar Espa?a, sino la de salir fuera para construir Europa. Si se me permite la expresi¨®n (y la digo con cierto temor), se tratar¨ªa de espa?olizar Europa, que es, sospecho, el modo verdadero de ser europeo, un modo generoso que pretende m¨¢s bien dar que recibir, con la ilusi¨®n de construir un experimento pol¨ªtico nuevo para todos, un experimento que es, como bien sabemos, otro brillante ¨¦xito hist¨®rico. Pues jam¨¢s ha sido Europa tan segura, tan libre o tan prospera.
?Qu¨¦ Europa ?Con qu¨¦ contornos? Lo tenemos que discutir entre todos recuperando aquel consenso de Estado, pues la UE tiene hoy serios dilemas: sobre sus l¨ªmites y fronteras, sobre su modelo econ¨®mico y social o en temas de pol¨ªtica exterior o de seguridad. Pero en todo caso Europa sigue siendo hoy, igual que ayer, el m¨¢s importante proyecto pol¨ªtico espa?ol. Y as¨ª, frente a la tentaci¨®n de mirarse al ombligo para encelarnos en el narcisismo de las peque?as diferencias regionales y en juegos de suma cero (o incluso negativa), debemos encelarnos en las grandes semejanzas continentales (e incluso en las intercontinentales). El futuro de Espa?a, cada vez m¨¢s, no est¨¢ en Espa?a, sino fuera de ella, y el portaaviones que debe servirnos de base se llama Europa.
Nosotros, en el Instituto Elcano tenemos fama de pro-americanos; ya se sabe, cr¨ªa fama y ¨¦chate a dormir (o que hablen de uno, aunque sea bien, como dec¨ªa Benavente). Pero lo cierto es que nunca hemos tenido la menor duda de la vocaci¨®n europea de Espa?a. Nos pareci¨® siempre obvia, tanto que no era necesario resaltarla. Y no otra cosa opinan los espa?oles, quienes, al ser preguntados en nuestros sondeos, siempre dicen lo mismo: la primera prioridad de la pol¨ªtica exterior, con m¨¢s de un 80% de acuerdo, es Europa. Por lo dem¨¢s, ?qui¨¦n ha dicho que Europa debe construirse contra nadie? No fue ¨¦sa, desde luego, la pol¨ªtica de Felipe Gonz¨¢lez cuando lanz¨® ahora hace diez a?os la Nueva Agenda Transatl¨¢ntica, ni la de Javier Solana, hoy cuasi-ministro de Exteriores de la UE, pero ayer secretario general de la OTAN y antes de ayer ministro de Asuntos Exteriores en los gabinetes socialistas de Espa?a. De modo que s¨ª, Espa?a debe estar en el centro de la construcci¨®n europea, debemos ser su vanguardia. O dicho de otro modo: no podemos permitir que otros nos construyan Europa.
Con el nuevo Informe Elcano Construir Europa desde Espa?a, coordinado por Charles Powell, J. I. Torreblanca y Alicia Sorroza, recientemente presentado, hemos pretendido nada menos que iniciar esa segunda fase del europe¨ªsmo espa?ol. Un europe¨ªsmo de ida y no s¨®lo de venida, activo, m¨¢s que pasivo, de proyecci¨®n hacia fuera y no tanto de proyecci¨®n hacia adentro, de pol¨ªtica exterior m¨¢s que de pol¨ªtica interior. M¨¢s "ser" Europa que un simple "estar" en Europa. Por volver a Ortega, "somos cisterna", dec¨ªa, o al menos lo hemos sido; "pero debemos ser manantial".
Emilio Lamo de Espinosa es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa. Real Instituto Elcano.
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