Tierras roturadas

La primera lectura de los resultados de las elecciones vascas es la derrota de Ibarretxe y de su plan, pero, como suele ocurrir, todo problema resuelto hace emerger otro diferente. En este caso, el severo castigo del nacionalismo gobernante va unido a un leve incremento del conjunto del nacionalismo, interrumpiendo una tendencia al retroceso que ven¨ªa manifest¨¢ndose desde mediados de los ochenta. Y va unida, sobre todo, a la permanencia de Batasuna en el Parlamento, ahora con nuevo disfraz, lo que ha provocado reacciones muy airadas del PP, incluyendo la insostenible acusaci¨®n a Zapatero de haber reflotado a una ETA casi derrotada.

El nacionalismo crece cuatro d¨¦cimas, pero pierde poder. Ya ocurri¨® en 1986, tras la aparici¨®n de EA. Con la incorporaci¨®n de Aralar en estas elecciones hab¨ªa tres candidaturas nacionalistas en liza. La presencia de m¨¢s partidos de esa ideolog¨ªa permite diversificar la oferta y atraer a m¨¢s sectores, pero tambi¨¦n dispersa el voto. Esta dispersi¨®n, sumada a la dificultad de articular alianzas estables entre fuerzas tan diversas, reduce el poder del nacionalismo. Otro dato de la realidad es el crecimiento de Batasuna en ausencia de atentados de ETA. Ya ocurri¨® en 1998, cuando consigui¨® casi un tercio del voto nacionalista coincidiendo con la tregua de la organizaci¨®n terrorista.

El Estado de derecho consigui¨® sacar a Batasuna de los ayuntamientos, pero no ha logrado impedir su presencia en el Parlamento vasco, pese a que los motivos para su ilegalizaci¨®n siguen vigentes. ?Justifica esto el catastrofismo de Acebes diciendo que las elecciones "las ha ganado ETA" o las acusaciones de Rajoy contra Zapatero? Si el Gobierno hubiera querido que Batasuna se presentase no habr¨ªa impugnado las candidaturas de Aukera Guztiak. Y es sostenible el argumento de que el Constitucional no habr¨ªa aceptado, con los indicios que hab¨ªan acumulado las fuerzas de seguridad, avalar la ilegalizaci¨®n del Partido Comunista de las Tierras Vascas. Es grave que Batasuna se haga presente a trav¨¦s de esa franquicia, pero no lo ser¨ªa menos que el Tribunal Constitucional hubiera considerado inconstitucional su prohibici¨®n.

El fiscal general dijo ayer que no descarta actuar en el futuro si aparecen pruebas. Para que no aparezcan, los dirigentes de Batasuna tendr¨¢n que acomodarse a la legalidad, y de momento no estar¨¢n directamente en el Parlamento, lo cual no es un detalle secundario. Uno de los efectos pol¨ªticos de la ilegalizaci¨®n es que por primera vez existen intereses no coincidentes entre ETA y los jefes de Batasuna, que aspiran a seguir en pol¨ªtica y a vivir de ella. Es muy probable que si hubiera habido atentados en la campa?a, como los hubo en la de 2001, la lista fantasma hubiera sido ilegalizada. De hecho, la de Batasuna se produjo tras el atentado de Santa Pola, no condenado por los de Otegi.

Las acusaciones del PP no s¨®lo son injustas, sino incongruentes con la estrategia de alternativa constitucionalista: no se puede propugnar el pacto con un partido al que a la vez se acusa de sacar del pozo a ETA. Y la expectativa de un pr¨®ximo final de la banda exige reforzar, y no dar por roto, el Pacto Antiterrorista.