Energ¨²menos
Los energ¨²menos que el otro d¨ªa asaltaron la librer¨ªa Crisol de Madrid con la intenci¨®n de agredir a Carrillo deben de sentirse orgullosos de s¨ª mismos: debe de parecerles muy valiente juntarse en una tropilla de veinte o treinta brutos para atizarle a un anciano de noventa a?os. Estos energ¨²menos son moral e intelectualmente id¨¦nticos a los matones de Jarrai o a los violentos catalanistas que han reventado varias conferencias universitarias y aporreado a los conferenciantes. Y por debajo de estos descerebrados golpeadores est¨¢n los descerebrados vociferantes, que no ejercen la violencia directa, pero que con sus chillidos recalientan la m¨ªnima sesera de los primeros. A todos les vendr¨ªa bien una dieta de valium.
Pero, si bajamos un poco m¨¢s en la pir¨¢mide social, llegamos a un sector mucho m¨¢s numeroso. Gentes que en realidad no son descerebradas, pero que han decidido entregarse a la peligrosa estupidez del sectarismo y de la crispaci¨®n. Una amiga querida, que tuvo que sufrir el ataque de los b¨¢rbaros en Crisol, se lamentaba: "Que estemos todav¨ªa as¨ª...". No, es peor. No es que estemos todav¨ªa as¨ª. Es que esto es nuevo. Por mi edad, viv¨ª los a?os de los fachas feroces, en la Transici¨®n. Y s¨¦ que esos fachas se acabaron. Que la sociedad entera les arrincon¨®. Pero ahora renacen: muy mal debemos de estar haciendo las cosas. Estamos creando y criando, en los ¨²ltimos a?os, una inquina tan necia y partidista que cualquier tema puede servir de excusa para montar una batalla campal entre troyanos y tirios. V¨¦ase, por ejemplo, el caso de las urgencias de Legan¨¦s. Se trata de una cuesti¨®n esencial en la vida de todos, de la muerte y del dolor de los seres queridos, de la agon¨ªa y de la muerte propias. Pues bien, este asunto, tan grave y sustancial, ha sido inmediatamente manipulado por los pol¨ªticos, convertido en arma arrojadiza entre unos y otros, desvirtuado en aparatosas campa?as medi¨¢ticas llenas de falsedades. Esta airada intransigencia es el origen ¨²ltimo de los energ¨²menos. Y atenci¨®n, estoy hablando de todos: porque pedirle s¨®lo al PP que baje la crispaci¨®n sin asumir el sectarismo propio no hace sino aumentar la tensi¨®n y el disparate. No podremos aislar a los violentos si no superamos esta violencia interior, esta miseria.
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