La democracia empieza por el pa¨ªs de uno
El Gobierno de Bush ha convertido la expansi¨®n de la democracia en el centro de su pol¨ªtica exterior. Es una vocaci¨®n mucho m¨¢s noble que la mera expansi¨®n de la hegemon¨ªa estadounidense. La cuesti¨®n es si eso es realmente lo que Bush quiere, y si verdaderamente sabe qu¨¦ significa la democracia. La Administraci¨®n de Bush ha elogiado las elecciones municipales saud¨ªes, pero ?qu¨¦ hay de los derechos de las mujeres, incluido su derecho al voto? Recibi¨® con satisfacci¨®n el derrocamiento del l¨ªder democr¨¢ticamente elegido de Venezuela (si es que no particip¨® en ¨¦l), pero sigue respaldando al dictador militar de Pakist¨¢n. Critica al presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, pero s¨®lo cuando ataca a intereses empresariales. Y quiz¨¢ manifieste su preocupaci¨®n por la concentraci¨®n de medios de comunicaci¨®n en Rusia, pero mantiene silencio respecto a la concentraci¨®n de medios en Italia.
Hay, en un sentido m¨¢s b¨¢sico, un asomo de hipocres¨ªa. El Gobierno de Bush tiene raz¨®n al resaltar la importancia de las elecciones, sin las cuales la democracia es inconcebible. Pero la democracia supone m¨¢s que elecciones peri¨®dicas, y la legitimidad de dichas elecciones depende de la confianza de la opini¨®n p¨²blica en el propio proceso electoral. A este respecto, las dos pasadas elecciones presidenciales estadounidenses dif¨ªcilmente han constituido modelos para el mundo. El ex presidente Jimmy Carter, cuyo centro de Atlanta realiza seguimientos de elecciones de todo el mundo, ha expresado dudas sobre si las recientes elecciones celebradas en Estados Unidos cumplen los principios que el pa¨ªs deber¨ªa proteger. Mientras que el ex presidente Bill Clinton intent¨® garantizar que todos los estadounidenses con derecho a voto se inscribieran para votar, los republicanos han intentado dar marcha atr¨¢s a estos avances, poniendo obst¨¢culos a la inscripci¨®n y a la votaci¨®n. La tecnolog¨ªa moderna permite instalar un registro en papel en las m¨¢quinas de voto, a poco precio; pero varios Estados optaron por no proporcionar esta m¨ªnima seguridad.
Aparte de las elecciones, los ciudadanos s¨®lo pueden controlar de manera efectiva al Gobierno si est¨¢n bien informados. Por eso es tan importante el derecho a conocer las leyes. Por supuesto, los pol¨ªticos prefieren trabajar en secreto, sin supervisi¨®n. Nadie se imagina contratar a un empleado y permitirle que no informe a quien le emplea sobre qu¨¦ hace en su trabajo. Los pol¨ªticos trabajan para la ciudadan¨ªa, que tiene derecho a saber qu¨¦ hacen sus empleados. Los ciudadanos tienen derecho a saber c¨®mo se gasta su dinero y a qui¨¦n se consulta para establecer pol¨ªticas. Tienen derecho a saber si Enron y las empresas petrol¨ªferas est¨¢n influyendo en la pol¨ªtica energ¨¦tica. Tienen derecho a saber por qu¨¦ Estados Unidos, y el mundo, fue enga?ado con falsas afirmaciones de que Irak dispon¨ªa de armas de destrucci¨®n masiva.
Mi investigaci¨®n se ha centrado en las consecuencias que las asimetr¨ªas de la informaci¨®n tienen para el funcionamiento de la econom¨ªa. Pero una falta de informaci¨®n precisa tiene consecuencias igualmente graves, o m¨¢s, para los procesos pol¨ªticos. La decisi¨®n de declarar la guerra a Irak es el ejemplo m¨¢s dr¨¢stico a este respecto, pero ha habido otros muchos en el Estados Unidos gobernado por Bush. Puede que el incluir las prestaciones de medicamentos en el Medicare, el programa sanitario para los ancianos estadounidenses, haya sido una decisi¨®n correcta. Pero restringir la capacidad de la Administraci¨®n p¨²blica para negociar con las empresas farmac¨¦uticas ha sido un puro regalo, y nada justifica el haber proporcionado informaci¨®n enormemente distorsionada sobre los costes, que ahora se calculan superiores a 1,1 billones a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada, el triple de la cantidad original proyectada por el Gobierno de Bush. Actualmente este Gobierno est¨¢ envuelto en una campa?a de desinformaci¨®n sobre la inminente crisis de la seguridad social. Aunque deber¨ªa hacerse algo, la magnitud del problema dif¨ªcilmente presagia una crisis. Por el contrario, con una fracci¨®n de lo gastado en los recortes tributarios de 2001 y 2003, ser¨ªa posible dar una base s¨®lida al sistema para los pr¨®ximos 75 a?os.
La buena informaci¨®n no s¨®lo exige el derecho a saber, sino tambi¨¦n el derecho a contar cosas: unos medios de comunicaci¨®n diversificados. Hay, como hemos se?alado, quejas justificadas sobre la falta de diversidad en las emisiones televisivas rusas, pero Bush no se ha opuesto a los esfuerzos de la Comisi¨®n Federal de Comunicaciones estadounidense para debilitar las leyes sobre concentraci¨®n de medios. La democracia exige tambi¨¦n reconocer los derechos individuales. Socavar cualquiera de los derechos individuales pone en peligro los derechos de todos. Pero durante el Gobierno de Bush, Estados Unidos ha menoscabado derechos civiles b¨¢sicos, como el habeas corpus, que garantiza a los individuos el derecho a una revisi¨®n judicial cuando el Estado los detiene. La larga retenci¨®n de docenas de individuos en Guant¨¢namo -sin acusaci¨®n y sin juicio- es una abrogaci¨®n b¨¢sica de este derecho. Afortunadamente, aunque Bush no entienda dichos principios b¨¢sicos, los tribunales estadounidenses s¨ª, y ahora, si bien con cierto retraso, est¨¢n obligando a su Gobierno a respetarlos.
Por ¨²ltimo, ?de qu¨¦ sirve el derecho a voto si no se reconoce el derecho a un nivel de vida m¨ªnimo, como aparece contemplado en la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos? En pa¨ªses donde buena parte de la poblaci¨®n vive por debajo del nivel de subsistencia, resulta muy f¨¢cil comprar votos. Pero los ¨²nicos derechos econ¨®micos que el Gobierno de Bush reconoce son los de propiedad intelectual, que anteponen los intereses de las compa?¨ªas farmac¨¦uticas a los de los pacientes con enfermedades mortales, y la libre movilidad de capitales, que tan perniciosos efectos ha tenido en muchos pa¨ªses. La democracia estadounidense sigue siendo la envidia del mundo, y es bueno que el Gobierno de Bush sea ahora el palad¨ªn de la expansi¨®n forzosa de la democracia. Pero ser¨ªa mucho m¨¢s cre¨ªble, y tendr¨ªa mucho m¨¢s ¨¦xito, si se fijara m¨¢s en el propio Estados Unidos, si examinara con m¨¢s honradez sus propias pr¨¢cticas, y si iniciara una discusi¨®n m¨¢s amplia sobre qu¨¦ significa realmente la democracia.
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